En el desarrollo de los acontecimientos políticos recientes, es lamentable presenciar cómo Evo Morales insiste en imponer condiciones absurdas y victimizarse ante la realidad legal que lo inhabilita para participar en futuras elecciones presidenciales.
Esta actitud no solo tensiona innecesariamente al país, sino que también amenaza con socavar la unidad del Movimiento Al Socialismo (MAS-IPSP), uno de los instrumentos políticos más importantes de Bolivia.
Las palabras del expresidente de la Cámara de Diputados Jerges Mercado son claras: Evo Morales no puede pedirle al presidente Luis Arce que lo "habilite", ya que esa potestad recae en la Constitución Política del Estado y en el Tribunal Constitucional, que emitió una resolución en diciembre de 2023 que inhabilita su candidatura.
Esta realidad legal es inamovible y no puede ser ignorada por caprichos personales o nostalgias de poder.
Es comprensible que Morales anhele —en un supuesto esfuerzo por fortalecer la unidad del MAS-IPSP— un acercamiento con el presidente Luis Arce y el Pacto de Unidad. Sin embargo, su exigencia de que el Jefe de Estado declare públicamente que él no está inhabilitado ante la comunidad internacional es, sencillamente, absurda.
Ningún mandatario puede desconocer o invalidar las resoluciones legales y constitucionales que rigen el país.
En este punto, Morales debe asumir su realidad legal y dejar atrás las posturas victimistas y las condiciones irracionales. Su legado como líder del Proceso de Cambio no se verá menoscabado por aceptar las normas establecidas, sino que será empañado por una obstinada negativa a aceptar las consecuencias de sus propias acciones.
Es hora de que Morales comprenda que su anhelo de poder no puede estar por encima de la institucionalidad democrática y el Estado de derecho. Su insistencia en tensionar la situación solo genera divisiones innecesarias dentro del MAS-IPSP y debilita la fuerza política que él mismo ayudó a construir.
En lugar de imponer condiciones absurdas, Morales debería centrar sus esfuerzos en el diálogo constructivo y en la búsqueda de soluciones que fortalezcan la unidad del Instrumento Político.
El legado de Evo no se medirá por su capacidad para perpetuarse en el poder, sino por su habilidad para trascender los intereses personales y trabajar por el bien común del pueblo boliviano.
Es momento de dejar atrás las posturas inflexibles y de abrazar la madurez política.
El exgobernante debe aceptar su realidad legal y liberar al MAS-IPSP de la tensión innecesaria que amenaza con fracturar su unidad. Solo así podrá preservar su legado y permitir que el Proceso de Cambio continúe avanzando en beneficio de todos los bolivianos.