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La exitosa política exterior soberana y las dudas sobre su continuidad

Cuando transcurren las últimas semanas de la gestión de gobierno del presidente Luis Arce, es momento de realizar balances y análisis respecto a temas clave del contexto político, uno de los cuales es la política externa del Estado Plurinacional.

En una coyuntura internacional en la que Estados Unidos, de la mano de su presidente Donald Trump, reactivó su injerencismo y unilateralismo geopolítico (mantiene ataques inexplicables a Venezuela y solivianta al gobierno ultraderechista argentino, por poner solo dos ejemplos), hay que resaltar el actual modelo soberano boliviano. Hay cuatro ejes que sustentan la dinámica y propuesta de la política exterior nacional y su accionar en el ámbito global, a instancias del proceso de cambio: i) respeto a la soberanía y la autodeterminación de los pueblos y Estados; ii) igualdad efectiva de los Estados: respeto mutuo y no injerencia; iii) solidaridad: complementariedad más allá de lo político e ideológico; y iv) consignas base: antimperialismo, anticolonialismo y despatriarcalización.

A partir de estas premisas, en los últimos años, Bolivia tiene solvencia y espalda para proponer políticas y proyectos a nivel regional. El éxito sostenido en crecimiento y desarrollo social y económico (que no debe ponerse en tela de juicio por la coyuntural crisis), faculta a plantear ideas a partir de una probada experiencia positiva. Por otro lado, más allá de propugnar el trabajo conjunto de los gobiernos de los países del Mercosur, la CAN, la Unasur, ONU y otros foros, Bolivia siempre lleva a las palestras regionales y globales la bandera de reivindicación de la diplomacia de los pueblos, verdadero proceso integrador entre sociedades.

Esta dinámica por demás positiva corre serio riesgo de interrumpirse tras la posesión del nuevo mandatario que saldrá electo del balotaje de este domingo 19. Tanto Rodrigo Paz como Jorge Tuto Quiroga ya dieron preocupantes muestras de que volverían al viejo estilo de los gobiernos neoliberales: sometimiento y alineamiento total a la Casa Blanca y las potencias de la Unión Europea. Ambos candidatos viajaron a Estados Unidos en semanas pasadas y, como si fuera un logro, difundieron supuestas reuniones con autoridades y directivos de organismos, en su afán de conseguir recursos económicos. Se debe recordar que ya Quiroga en su paso por la presidencia (2001-2002), fue fiel discípulo de Washington y su política intervencionista: dar créditos –o mediar para que el FMI y el BM los otorguen– a cambio de libertad plena para enviar tropas y emisarios que, a título de lucha contra el narcotráfico y cooperación externa, hacen y deshacen a su antojo.

La dignidad y soberanía fueron los factores que llevaron a expulsar al embajador de EEUU hace ya más de una década. ¿Será que el inminente retorno a La Paz de este alto representante norteamericano será, además, el regreso del control y chantaje hacia los gobernantes de turno?

AEP


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