En un giro inesperado de los acontecimientos políticos regionales, nos encontramos ante una extraña coincidencia que merece un análisis detenido. El presidente argentino, Javier Milei, conocido por sus posturas ultraliberales, y el expresidente boliviano Evo Morales, figura emblemática de la izquierda latinoamericana, parecen coincidir en un tema sumamente delicado para el pueblo boliviano: la reciente sublevación militar encabezada por el general Juan José Zúñiga.
Milei, durante su intervención en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) en Brasil, reiteró su postura de que en Bolivia se ha montado un "falso golpe de Estado".
Por su parte, Morales, en una sorprendente voltereta retórica, pasó de celebrar el fracaso del alzamiento a acusar al presidente Luis Arce de haber engañado al mundo con un "autogolpe".
Esta convergencia de opiniones resulta desconcertante, especialmente cuando recordamos que la izquierda latinoamericana, incluyendo a Morales, ha sido históricamente férrea opositora a las intervenciones militares que han marcado el devenir político de la región durante el siglo XX.
Es crucial no perder de vista la gravedad de los hechos ocurridos el 26 de junio en La Paz. No se trató de un simple desacuerdo político, sino de una sublevación armada que amenazó directamente el orden constitucional. Vehículos de combate y tropas armadas en las calles son una imagen que evoca los oscuros capítulos de la historia boliviana y latinoamericana que creíamos superados.
En este contexto, la posición de Evo Morales resulta particularmente desconcertante. Por ello, es importante que Morales reflexione sobre el lado de la historia en el que desea posicionarse.
La narrativa que Evo comparte con Milei no solo contradice los principios fundamentales de la izquierda que dice representar, sino que también minimiza la gravedad de un atentado contra la democracia.
Morales está aún a tiempo de reconsiderar su postura y alinearse con los principios democráticos que han sido bandera de la izquierda latinoamericana. Defender la estabilidad institucional y condenar cualquier intento de subversión del orden constitucional debería ser una prioridad, independientemente de las diferencias políticas coyunturales.
La coincidencia entre Milei y Morales en este tema no solo es sorprendente, sino también peligrosa. Desestimar la gravedad de un alzamiento militar armado sienta un precedente inquietante para la región.
Sin importar la ideología, debemos unirnos en defensa de la democracia y el Estado de derecho. Bolivia merece líderes de oposición comprometidos con estos principios fundamentales.
La Paz/AEP