De la reserva de agua dulce del lago Titicaca dependen comunidades indígenas de Bolivia y Perú. La grave escasez hídrica, que se ha experimentado muy pocas veces, se debe al periodo de estiaje de esta época del año y a los efectos del fenómeno El Niño, lo que ha llevado a una disminución significativa del nivel del agua entre 15 a 20 metros lineales.
La situación del lago, con sus 3.800 metros sobre el nivel del mar y 8.372 kilómetros cuadrados entre ambos países, ha empezado a afectar a las empresas de turismo que operan en sus riberas. Muelles portuarios, que habitualmente eran usados para abordar los botes, quedaron inutilizables.
Las comunidades campesinas dependen de sus aguas para el ganado y el riego. Son actividades económicas vitales en la región.
Sin lluvias en los siguientes cuatro meses, el panorama podría empeorar. Las lluvias que alimentan los ríos bajaron y los pronósticos no son alentadores.
Algunos sectores son prácticamente lechos secos, y el poco caudal proviene de los glaciares. Los escenarios climáticos indican que hasta 2030 continuará la tendencia de bajas precipitaciones.
El déficit hídrico no afecta directamente a las especies que habitan, sino al ecosistema. El 10% del lago son totorales, es refugio de anfibios como la rana gigante y el desfogue de peces para que pongan sus huevos. El descenso del lago afecta a la biodiversidad.
Las aves migran y los peces tienen menos condiciones para reproducirse. Especies emblemáticas como la rana gigante del Titicaca y el zambullidor son las más vulnerables, porque rara vez buscan otro hábitat.
El Titicaca, encerrado entre montañas y volcanes de la cordillera de Los Andes, es el lago navegable más alto del mundo y uno de los más golpeados por la sobrepesca, la contaminación y el cambio climático.
Se habla de cambio climático, calentamiento global, del deshielo, de inundaciones y sequías, pero se evita establecer de dónde vienen todos esos fenómenos.
Todo aquello nace de la globalización selectiva, que no respeta la pluralidad o las diferencias entre los pueblos, y el capitalismo.
Es el capitalismo el que lleva en sí mismo una exagerada e ilimitada sed de industrialización.
Bolivia, que ha condenado puntualmente las políticas de desarrollo que no resuelven problemas globales, no tiene la voz embargada para reclamar por justas necesidades que son, en definitiva, cómo salvar la vida, cómo salvar a la humanidad.
El mundo tiene la responsabilidad de pensar en el valor de la vida, en la humanidad, en cómo salvar al planeta Tierra.
Y es importante cambiar modelos económicos de explotación al hombre y de destrucción de nuestros recursos naturales.