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Los delirios de Evo

Una vez más, Evo Morales demuestra que está dispuesto a llevar al país al abismo de la confrontación y la ingobernabilidad con tal de recuperar el poder que perdió en 2019.

El expresidente insiste en azuzar los ánimos de sus seguidores con denuncias infundadas y delirios como el supuesto plan Boquerón, que —según él— contemplaría la militarización del trópico de Cochabamba y la represión de su población.

Las propias Fuerzas Armadas y el Gobierno han tenido que salir a desmentir categóricamente estas acusaciones falsas que solo buscan generar alarma, preocupación y temor entre la ciudadanía.

Como bien señala el ministro de Defensa, Edmundo Novillo, el exmandatario "inventa supuestos planes" para victimizarse y atacar al gobierno del presidente Luis Arce.

Esta no es la primera vez que Morales recurre a estas tácticas irresponsables. Basta recordar el plan Negro, que denunció en su momento y que nunca fue más que una patraña para manchar a instituciones del Estado.

Una vez más, Evo Morales demuestra su miseria moral al no dudar en mentir descaradamente con tal de alcanzar sus objetivos políticos.

Lo cierto es que, detrás de estas denuncias delirantes, se esconde la desesperación de un líder que ha perdido el rumbo y que ya no sabe cómo recuperar la hegemonía que disfrutó durante más de una década.

En lugar de aceptar con hidalguía su inhabilitación electoral y dar paso a la renovación democrática, Evo Morales opta por el camino de la confrontación, la división y la siembra del caos.

El país no necesita más angustia ni más enfrentamientos estériles. Lo que Bolivia necesita es dejar atrás los odios del pasado y apostar por la reconciliación y el diálogo constructivo.

Lamentablemente, el dirigente cocalero parece empeñado en llevarnos por la senda contraria, atizando las llamas del rencor y la desunión con cada una de sus delirantes acusaciones.

La sociedad civil y los movimientos sociales han alzado la voz para rechazar estas tácticas que solo conducen al abismo. Evo Morales debe entender que su tiempo ha pasado y que el país anhela dar vuelta a la página de forma definitiva.

Mientras él siga aferrado a sus delirios de grandeza, Bolivia seguirá sumida en una angustia innecesaria de la que solo saldremos dejando atrás su nefasta oposición.


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