Las contundentes palabras del presidente Luis Arce en torno al atroz feminicidio de Gabriela Vásquez en Cochabamba no deberían caer en saco roto. Su voz airada que exige acciones concretas para frenar la violencia de género que azota a Bolivia representa, en realidad, el clamor de todo un pueblo hastiado de tanta sangre y dolor.
Sin matices, el mandatario expuso una realidad que duele pero que no podemos seguir ignorando: la violencia contra la mujer, especialmente dentro del ámbito familiar, se ha convertido en el delito más frecuente en nuestro país. Una lacra que en lo que va del año ya ha segado 40 vidas de mujeres y 18 de infantes.
El caso de Gabriela, apuñalada brutalmente al menos 20 veces por su expareja hasta ser consumida por la agonía, es la gota que derrama el vaso de la indignación ciudadana. Su trágica muerte no solo deja en la orfandad a dos menores, sino que "hiere profundamente el corazón de nuestra sociedad", como bien señaló el presidente Arce.
Por ello, el Jefe de Estado hizo un llamado urgente a la Asamblea Legislativa a aprobar los proyectos de ley que permitan fortalecer los mecanismos de prevención, atención, protección y reparación para las víctimas de violencia.
Además exigió avanzar en garantizar la imprescriptibilidad de los delitos sexuales contra niños, niñas y adolescentes.
Este clamor presidencial por acabar con la violencia machista que ensombrece a Bolivia no es un grito aislado. Es la voz que encarna el sentir de miles de bolivianas y bolivianos hartos de ver cómo sus madres, hermanas, hijas, vecinas o amigas son masacradas por sus parejas o exparejas. Un grito desesperado por poner fin a tanto sufrimiento.
Arce fue enfático al señalar que la Ley 348 para garantizar una vida libre de violencia para las mujeres "debe ser fortalecida, no cuestionada".
Una reprimenda directa a quienes, desde el bloque evista, han osado cuestionar esta normativa tildándola de "antihombres".
El Presidente dejó claro que no hay cabida para ambigüedades ni medias tintas en esta cruzada.
La responsabilidad de construir una sociedad libre de violencia machista es tarea de todas y todos, desde el núcleo familiar hasta las más altas esferas del Estado. Un desafío que nos convoca e interpela a todos por igual.
Ojalá que este llamado desesperado del mandatario no caiga en oídos sordos. Ojalá que los legisladores atiendan con prontitud su exhortación y se avance realmente en acciones concretas para ponerle un freno de una vez por todas a esta masacre silenciosa que día a día siega vidas de madres, hijas y niñas en nuestro país.
El clamor de Arce es, al fin y al cabo, el clamor de todo un pueblo que no aguanta más tanta violencia y exige verdaderos cambios. Un grito que no podemos ignorar.