Durante meses, la escasez de combustibles en el país se convirtió en un problema cotidiano que marcó el ánimo de miles de familias. Filas interminables, camiones varados, cosechas sin poder transportarse y choferes durmiendo en las estaciones de servicio se convirtieron en símbolos de un país inmovilizado, de un Estado tranca que parecía haberse impuesto al dinamismo y la esperanza de la población.
Hoy, sin embargo, se empieza a respirar un nuevo aire de sosiego. El presidente Rodrigo Paz cumplió con su palabra: inmediatamente asumió el mandato, los combustibles volvieron a suministrarse en el país.
Caravanas de cisternas ingresan paulatinamente desde distintos puntos, trayendo consigo no solo carburantes, sino también esperanza para las familias bolivianas. La ciudadanía recupera la confianza en que las soluciones son posibles cuando existe decisión política, planificación técnica y compromiso.
La llegada de los cargamentos de diésel y gasolina no solo constituyen un hecho logístico; es un símbolo de la recuperación del rumbo nacional. Las gestiones internacionales previas emprendidas por Rodrigo Paz y su equipo técnico, así como la amplia apertura de gobiernos amigos e instituciones multilaterales, hoy se traducen en un contundente mensaje de que llegan mejores días para el país, con la mirada puesta en la reactivación económica.
Y poner fin al Estado tranca va más allá de la normalización del suministro; es la demostración de que Bolivia puede superar su crisis con unidad y liderazgo, y que los problemas estructurales pueden enfrentarse con determinación y acciones concretas.
El Gobierno nacional, encabezado por el presidente Paz, ha mostrado que la palabra empeñada se honra con hechos. Desde el primer día de su gestión, asumió el desafío de reconstruir la confianza, con un trabajo 24/7 que marca el horizonte de este nuevo periodo que vive el país.
Sin duda, aún hay varias heridas que cerrar y la transformación del Estado será paulatina, pero hoy Bolivia avanza y lo hace con la convicción de que las promesas no deben quedarse en discursos, sino concretarse en resultados tangibles. El cumplimiento de este compromiso no solo constituye un gran paso hacia la reactivación económica, sino que también renueva el pacto de confianza entre el Gobierno y la población.
