En un desafío sin precedentes en una nación democrática, el viceministro de Defensa Social y Sustancias Controladas, Jaime Mamani, exigió al expresidente y dirigente cocalero Evo Morales que permita el libre ingreso de la fuerza pública antidroga a la región del trópico de Cochabamba para combatir el flagelo del narcotráfico.
Esta confrontación directa pone de manifiesto una realidad inquietante: el reducto político de Morales se ha convertido nuevamente en una zona roja del narcotráfico, un retroceso a los oscuros tiempos de las décadas pasadas.
Durante los años ochenta, noventa y parte de los dos mil, el hermoso trópico de Cochabamba se convirtió en un símbolo del poder del narcotráfico en Bolivia.
Ejecuciones, secuestros y violencia reinaban en esta región, donde los clanes de la droga operaban con impunidad. Fue una época oscura que marcó a la nación con sangre y corrupción.
Lamentablemente, los recientes acontecimientos, con las mismas características de antaño, sugieren que esta sombría historia está repitiendo sus más siniestros capítulos.
El viceministro Mamani presentó datos alarmantes: en lo que va del año se han destruido 34 laboratorios de drogas a nivel nacional, de los cuales 24 fueron encontrados en una parte de Villa Tunari, bajo el control de la Federación Trópico, liderada por Morales.
Estas cifras son una señal inequívoca de que el trópico de Cochabamba se ha convertido nuevamente en un bastión del narcotráfico, un retroceso inaceptable que amenaza la seguridad y el progreso de toda la nación. Es un desafío directo a la autoridad del Estado y un desafío a la lucha contra este flagelo que tanto daño ha causado a Bolivia.
Morales acusó falsamente a las autoridades de estigmatizar al trópico cochabambino, intentando desviar la atención de los hechos contundentes. Sin embargo, los datos no mienten, y la realidad en el terreno es innegable. Esa región central del país se está convirtiendo, una vez más, en un campo de batalla contra el narcotráfico.
Es inaceptable que un expresidente y líder político intente obstruir o minimizar los esfuerzos por erradicar esta amenaza. Mamani lanzó un desafío directo a Morales, exigiéndole que deje de presionar a los dirigentes de la Federación Mamoré Bulo Bulo para expulsarlo y que detenga su "guerra sucia y amedrentamiento".
Bolivia no puede permitirse retroceder a los tiempos oscuros del pasado. El narcotráfico es un cáncer que corroe la sociedad, destruye vidas y socava el Estado de derecho. El país y la comunidad internacional exigen que se tomen medidas contundentes para erradicarlo de raíz, sin importar cuán poderosos sean los intereses involucrados.
El trópico de Cochabamba debe dejar atrás su sombría historia y convertirse en un símbolo de progreso y legalidad.
Es hora de que prevalezca la ley y el orden, y de que la lucha contra el narcotráfico sea una prioridad nacional. Bolivia no puede ser rehén de los clanes de la droga y sus cómplices políticos. Es momento de recuperar la paz y la seguridad para construir un futuro mejor para todos los bolivianos.