La derecha tradicional boliviana está en franca carrera proselitista, y tanto los hechos como los dichos (su bagaje y sus planteamientos) de sus principales líderes merecen un análisis que necesariamente debe partir de tres dimensiones: memoria (pasado), propuesta (presente) y proyección (futuro).
Partamos por el presente: ¿qué propone la derecha?, ¿quiénes la representan? La casi inexistente estructura partidaria y organización política es evidente: todo es improvisación y oportunismo. Los precandidatos hablan de temas puntuales (economía, corrupción, combustibles, industrialización, etc.) siguiendo el contexto nacional y lo que hace (o, según ellos, deja de hacer) el actual Gobierno. Nada más, cero aportes al debate, cero ideas y propuestas consecuentes.
Todo parte de la alarmante ausencia de liderazgos genuinos y renovados: quieren llegar al poder los mismos que lo intentan desde hace más de un cuarto de siglo y que nunca ganaron el voto del pueblo. Tuto Quiroga fue presidente por la muerte del dictador Hugo Banzer y luego perdió dos elecciones; Samuel Doria Medina fue candidato tres veces y nunca estuvo entre los más votados; Manfred Reyes Villa fue muchas veces autoridad local y regional en Cochabamba, fue aliado de Gonzalo Sánchez de Lozada en el momento de la Guerra del Gas, compitió en varias elecciones nacionales… ¡y nada! Así es, como se habrá dado cuenta el atento lector, hablar del presente de la derecha política boliviana lleva inexorablemente al pasado: no hay diferencias ni evolución, lo que da cuenta de la extrema debilidad y pobreza de esta propuesta extraviada.
Con este panorama, ¿cómo hablar de proyección a futuro? La ausencia programática de la derecha en Bolivia es algo histórico, y tristemente aun así en el pasado se ganaron el apoyo, no masivo, pues nunca pasaron del 30 % del voto, pero mayoritario, a fin de cuentas.
A falta de plan de gobierno o propuesta ideológica solvente, lo único que traslucen en sus ofrecimientos y promesas evidencia un objetivo claro: una ambición desmedida por volver al poder para retornar a las viejas prácticas de la Bolivia colonial y neoliberal en la que solo unas élites minoritarias controlen la cosa pública y se favorezcan del manejo de los recursos naturales, las empresas estatales y del erario.
Qué futuro pueden tener estos candidatos que en cada aparición pública hacen evidente su falta de preparación y capacidad, su nula visión global de nación; pero fundamentalmente, su extravío ante la Bolivia de hoy: niegan al Estado Plurinacional y con ello niegan los cambios y avances definidos por la enorme mayoría de los bolivianos que renovaron la Constitución Política del Estado hace ya más de tres lustros. No tienen ideas ni intenciones para la inclusión de sectores sociales, no tienen mirada hacia lo indígena campesino, no tienen el mínimo de empatía con la realidad de Bolivia y de los bolivianos. Ese es el nivel y la calidad de gente que amenaza con retomar las riendas de un Estado que, en los últimos 20 años, bien que mal, está conducido por el pueblo.