Fue el año 2015 cuando Luis Almagro, para pesar de las naciones de América Latina y el Caribe y su democracia, arribó a la máxima dirección de la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Para sorpresa de muchos, en tiempo récord se “descubrió”, traicionando a sus propios excompañeros del Frente Amplio (FA) uruguayo, coalición por la que fue canciller de Mujica y embajador en China cuando el gobierno de Tabaré Vázquez, quienes a raíz de su labor pusilánime a la cabeza de la OEA decidieron expulsarlo del partido en diciembre de 2018.
En los últimos años Almagro entró, como pocos, en el sitial indecoroso de los nacidos en nuestras tierras capaces de todo por congraciarse con los yanquis, aliándose con Donald Trump para, por ejemplo, concitar un conflicto en la frontera de Colombia y Venezuela que desembocara en una eventual guerra de mayor escala, en febrero de 2019, hasta donde fue acompañado por los titulares de Colombia, Iván Duque, y de Chile, Sebastián Piñera, a fin de apuntalar la “autoproclamación” del triste Juan Guaidó —quien dicho sea de paso se embolsilló íntegramente el dinero que le fue confiscado a la nación bolivariana en el exterior—.
Pero la sinvergüenzura de la administración Almagro no pudo ser mejor denunciada que como lo hizo días atrás el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien le enrostró el doble rasero a la hora de tratar el derrocamiento y apresamiento de Castillo en el Perú, así como la crisis política causada con eso, que ya arroja casi un centenar de víctimas fatales a manos de los organismos de represión del Estado: “Desgraciadamente la Organización de Estados Americanos, la OEA, y su organismo de derechos humanos (CIDH) están al servicio de los potentados. Es para que estuviese la OEA convocando a todos los Estados miembros para pedir que se libere al presidente que ilegalmente, injustamente está preso”. Algo que bien pudo ilustrar lo vivido en Bolivia en octubre y noviembre de 2019.
Como si fuera poco, el actuar grotesco de Almagro otra vez ha salido a la palestra con la publicación y circulación reciente de los informes de actividades fuera de la sede del uruguayo exigidos a la Secretaría General por parte del propio organismo. Las revisiones son contundentes: 11 viajes en 2018, 22 en 2019, otra decena en 2021 y 2022, uno en lo que va de 2023. ¿La sorpresa? La inmensa mayoría de la mano de la asesora Marian Vidaurri, quien ha tenido un ascenso fugaz en la gestión de Almagro y a quien se le acusa de ser su amante –viajando en cada una de las giras con gastos desembolsados por la institución–, relación que hasta ahora le estaría costando eventualmente su puesto al uruguayo.
En un artículo de Augusto Taglioni publicado en el portal web LaPoliticaOnLIne, este periodista da cuenta del absoluto enfriamiento de relaciones entre la administración Biden y Almagro, y de cómo el Departamento de Estado allana el camino para su reemplazante, decisión que estaría igualmente condicionada por las presiones de México, Brasil y Chile.
Así, todo parece indicar que su actuar desfachatadamente derechista, su alianza con Trump y sus amoríos desatados estarían adelantando el fin de la carrera de este personaje que pocos recordarán.