El reciente proyecto de reforma al Código de la Democracia en Ecuador, en particular la alteración del artículo 99 que elimina la obligación de aplicar la paridad en la conformación de las listas electorales, constituye un atentado directo contra los derechos políticos de las mujeres y una regresión inaceptable en el proceso democrático del país.
La paridad no es un “capricho” ni una moda pasajera, es una herramienta de justicia que busca corregir siglos de exclusión sistemática de las mujeres en los espacios de poder. En Ecuador, como en muchos países de América Latina, el reconocimiento del derecho de las mujeres a participar en la política en igualdad de condiciones ha sido una victoria ganada palmo a palmo frente a un sistema patriarcal profundamente arraigado. El artículo 99, en su forma original, garantizaba un avance hacia la equidad política y su reforma representa, por tanto, un retroceso inadmisible.
La decisión legislativa que promueve esta reforma no puede analizarse como un mero cambio técnico o administrativo. Como señalan algunos sectores, no se trata solo de un voto legislativo, sino de una toma de posición ética y política. Las mujeres que hoy ocupan cargos públicos, ministras, legisladoras y la propia vicepresidenta, tienen la responsabilidad histórica de no permitir que se borre el camino ya recorrido. Su silencio o complicidad equivale a traicionar la memoria de quienes abrieron esas puertas con esfuerzo y sacrificio.
En un país donde más del 50% de la población son mujeres su exclusión de la toma de decisiones no es solo una injusticia, sino una distorsión de la democracia misma. No hay democracia verdadera sin la participación paritaria de las mujeres. La reforma al Código de la Democracia erosiona los principios constitucionales de igualdad y no discriminación y sienta un peligroso precedente: si se pueden eliminar derechos adquiridos sin resistencia, ningún avance está asegurado.
Esta lucha contra el cambio legislativo se enmarca en una dimensión intergeneracional: “la historia nos mira y nuestras hijas también”. Se trata de defender no solo lo ya conquistado, sino el futuro de las niñas y adolescentes que deben crecer en un país donde puedan soñar con ser lideresas, políticas, presidentas, sin que el sistema les cierre la puerta de antemano.
Frente a esta embestida, la organización de las mujeres ecuatorianas declara: “No pasarán”. La historia ha demostrado que cuando las mujeres avanzan no hay retroceso que las detenga. Esta declaración no solo evoca la resistencia antifascista, sino que se inscribe en la tradición latinoamericana de las luchas por la dignidad y los derechos de las mujeres. La paridad no es una concesión, es un derecho; y los derechos no se negocian.
El ataque a la paridad de género en la participación política no es solo una disputa normativa, es un campo de batalla por la democracia, por la justicia y por el reconocimiento pleno de las mujeres como sujetas políticas. Los ecuatorianos y las ecuatorianas debemos alzar la voz y recordar que la lucha por la igualdad sigue vigente y que ante cada intento de regresión la respuesta será resistencia.
Por: Soledad Buendía Herdoíza