Históricamente la ciudad de La Paz se ha fundado sobre otra ciudad antigua y ancestral denominada Chuqiyapu Marka. Con el devenir de los años no se ha logrado superar la profunda contradicción entre ambas ciudades; aunque La Paz goza de hegemonía y hasta de títulos, en la realidad es puro marketing, porque oculta la ciudad india y destruye sus identidades, en gran medida.
Los que nacimos y vivimos en esta ciudad contradictoria y dual no sabemos hacia dónde crecemos como población. Hoy las casas colgadas de las cúspides son una muestra de esa no planificación, pero también una forma de rebelarse contra la ciudad colonial excluyente. La única apuesta e imposición de las diferentes autoridades municipales fue y es constituirse en una ciudad moderna. Modernidad entendida, primero, como una extensión de las ciudades europeas coloniales; y segundo, con la construcción de más edificios o contar con vías de acceso pavimentado. Esta apuesta de continuidad de ciudad colonial ha llevado a la destrucción paulatina de Chuqiyapu Marka, como sus wak’as o sus espacios sagrados, además de sus bosques andinos, entre muchos otros.
En la ciudad modernizante o colonizante no se apuesta por la construcción de casas para la vida, sino de edificios, porque estos últimos permiten mayor especulación con los precios, apretujando a la gente que, por buscar algún lugar en la ciudad, está obligada a sobre-vivir cuasi encarcelada.
Lo más grave es la visión de los habitantes vinculados con la ciudad de La Paz modernizante, que piensan que solo están ellos, es decir, los individuos, y que son el amo y el señor. Pese a esta mentalidad colonial, pervive la visión de Chuqiyapu Marka aymara, quechua, que cohabitamos con otros seres, sean animales, aves y seres no humanos, y que la visión andina es clara: se tiene que convivir con todos. Por eso se realiza el permiso a la Pachamama o a las wak’as cuando alguien va a un lugar desconocido.
Hoy, algún sector de la juventud, los más conscientes, tienen la idea de convivir. Por ejemplo, teniendo algunos animales (sobre todo perros y gatos) llamados mascotas. No sé si es la moda, pero veo interesante la idea de humanizar al ser humano conviviendo con otros seres vivos. Aunque no ha desaparecido la crueldad contra los animales, como la venta comercial indiscriminada y de ver como objetos a los animales, incluidas las aves.
La humanidad quiere fortalecer la “comunidad de la con-vivencia” imitando a la comunidad rural. Donde uno pueda oír el canto de los pájaros, el ruido de un río, en fin. La vivencia urbana y difícil nos obliga a reeducarnos, sobre todo a las nuevas generaciones, bajo otros valores. La gente que vive en los edificios nunca ha oído el canto de un gallo al amanecer e incluso el aullido de un perro.
La modernidad de la ciudad, por el egoísmo humano, no está muy interesada en que las nuevas generaciones entiendan por qué es importante con-vivir. Este marasmo citadino ha llevado a las palomas a cohabitar en lugares de gran concentración humana, como es el centro de la ciudad, con el peligro de ser eliminadas sin ningún estupor. Es el caso de los perros que fueron abandonados por sus amos irresponsables y egoístas al no entender lo que significa tener un cachorro en la casa. Valoro a los grupos pro-animalistas, que alimentan y atienden. Sé que si en cada familia decidiéramos lo que sobra de la comida diaria destinarla a los animales que viven en las calles, se alivianaría esa angustia de quienes no pueden hablar. Pero creo que aún no será posible cambiar esa mentalidad egoísta e individualista citadina.
Tenemos que generar un gran movimiento de ciudadanos que apuestan por la convivencia con otras vidas. ¿Cómo empezamos? Necesitamos acción y no meras palabras bonitas. Estoy dispuesto a sumarme a las iniciativas, aunque haya empezado a dar alimentación a los perritos de la calle en la zona donde vivo. ¿Kunjamsa suma thakhisampi jakañani Chuqiyapu markanxa? Uka jiskt’awiruwa suma jaysañasa. Aymar, qhichwa jaqinakaxa yattanwa suma qamaña uka anitumpi, jamach’itumakampi. Uka sarawixa suma ch’amanchañasawa jichurunakanxa.