La pugna por los dos principales centros de poder y legitimidad social del MAS-IPSP y de la denominada Revolución Democrática y Cultural se ha visto en crecimiento estas últimas semanas cuando la Dirección del MAS-IPSP encabezada por el expresidente Evo Morales decidió que el congreso del MAS-IPSP se realice en el trópico de Cochabamba, a lo que no se esperó la respuesta de las organizaciones sociales del MAS-IPSP y de otros sectores vinculados al Pacto de Unidad, que pidieron que el congreso se realice en la ciudad de El Alto.
Aunque, obviamente, ambos sectores tienen suficientes argumentos para que se desarrolle en su región, el tema tiende a ser un poco más complicado porque bifurca el centro gravitacional de poder y legitimidad del MAS-IPSP desde su fundación, entre los sectores aymaras y los sectores quechuas. Solo falta recordar que los grandes bloqueos de caminos de los años 2000-2003, la guerra del agua, la masacre de octubre, la salida de Gonzalo Sánchez de Lozada, la salida de Carlos Mesa, etc., tuvo como protagonistas a ambas regiones, quienes conflagraron intereses en defensa de los recursos naturales, una asamblea constituyente y la defensa de la hoja de coca (sin menospreciar el trabajo efectuado también por los pueblos indígenas del oriente boliviano con la Marcha por la Vida).
En 1964, meses previos a la caída de Paz Estenssoro y de la Revolución Nacional, ya se escuchaba en pasillos que el siguiente presidente del país sería precisamente su vicepresidente, el señor René Barrientos Ortuño, quien ingresó en noviembre de ese año a la presidencia con el objetivo principal de acabar la Revolución o con lo que quedaba de ella.
Barrientos, protagonista de episodios lastimeros para Bolivia, por mandato de Estados Unidos (véase Stephansky), tuvo como una de sus primeras misiones dividir al movimiento obrero del movimiento campesino, los cuales —desafortunadamente— en los últimos años de la Revolución se alejaron entre sí por el rumbo de la Revolución y el liderazgo de Paz Estenssoro.
Para dividir al movimiento campesino y al movimiento obrero se usaron todo tipo de maniobras, desde la creación del Pacto Militar-Campesino, hasta sendas y varias masacres cometidas en las minas para desmovilizar a los sectores más avanzados de la clase obrera. Barrientos sabía (quizás él no porque no era precisamente un hombre lúcido, pero sí sus asesores estadounidenses) que el factor cualitativo de la revolución, o también denominado el factor que brinda el horizonte político, eran los mineros, y que el factor cuantitativo, o el sector que brinda los votos era el campesino, por lo cual su división era necesaria e inevitable.
Epistemológicamente, la división del factor cuantitativo del cualitativo significa la división entre la forma y el contenido de la revolución; el contenido es lo cualitativo o lo que da la intensidad y el horizonte al acto del poder; lo cuantitativo, al contrario, es lo demográfico y la extensión territorial. En palabras de Zavaleta, lo cualitativo es lo político en la toma de decisiones, y lo cuantitativo lo dado, lo que está ahí. Ese fue el núcleo de la Revolución Nacional que fue dividido por la contrarrevolución, o llamada también de manera eufemística por Barrientos y sus asesores como: “La Revolución en la Revolución”.
Volviendo al siglo XXI, y usando este marco metodológico y analítico, es un poco complicado pensar que el factor cuantitativo se encuentra en El Alto por su extensión y demografía, y que el sector cualitativo en el trópico de Cochabamba por su dirección política; hacer esa yuxtaposición de realidades disímiles tiende a llevarnos a equivocaciones. Esto debido a que, en la Revolución Nacional, la pugna entre el campesinado y el obrero era una pugna entre clases sociales, no una pugna entre naciones, lo que sí se efectúa actualmente entre El Alto y el trópico de Cochabamba, donde unos son aymaras y otros quechuas, ambos tan importantes como los otros para la Revolución Democrática y Cultural porque el Proceso de Cambio —a diferencia de la Revolución Nacional— tiene como factor cualitativo al sujeto indígena y sus naciones, no al sujeto obrero-minero.
Entonces, partiendo de este hecho, que enriquece como complica el análisis, podemos decir que la pugna entre ambos sectores, entre El Alto y el trópico de Cochabamba por la sede del congreso, tiende a convertirse en un problema mayúsculo para la Revolución, como se mencionó al inicio, ambos sectores tienen razones históricas lo suficientemente válidas para albergar el congreso, por supuesto El Alto es mucho más grande, pero eso no certifica que su impronta deba imponerse o que el hecho de que esté Evo Morales en el trópico en calidad de jefe del MAS deba imponer su criterio. Para evitar este problema, la solución sería trasladar el congreso a un tercer lugar, evitando de esta manera la disociación del núcleo de legitimidad social y política del MAS-IPSP. Sin embargo, también significaría postergar lo que parece inevitable, la ruptura al interior del núcleo de la Revolución, ahora cada vez más latente con las intentonas de expulsar al presidente Arce y al vicepresidente Choquehuanca del MAS-IPSP, y la intención de Evo Morales de asegurarse su candidatura para 2025.
Sea lo que sea que vaya a pasar, el tema va a traer bastantes complicaciones para los estrategas de ambas partes, y para ver cuál llega a imponerse. Otra vez viviremos un octubre tradicional en la política boliviana, siempre recordando que lo que vaya a suceder será de vital importancia no solo para el país, sino para la región en su conjunto.