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Esteban Ticona Alejo

Corrupción, corrupción… ¿algunas soluciones?

Estos últimos días se destapó más la corrupción del Banco Fassil, como también los actos delictivos de curas pederastas. Estos últimos hechos son criminales y tienen larga data. Aunque las formas de vulneración son de carácter mundial, el peso extremo está en los territorios colonizados, como es el caso del Abya Yala y el Caribe.

Hay que recordar que la colonización española instauró “el derecho a la pernada”, que fue una forma de violación abierta a las mujeres indias, quienes estuvieron obligadas a acostarse con el cura antes de contraer matrimonio. Esta es una de las deudas históricas más horrorosas de las que hoy casi nadie se acuerda. La Compañía de Jesús, extensivo a otras organizaciones similares como las iglesias evangélicas, ha tenido actitudes delictivas. Está claro que hay algunos curas y monjas como excepciones y dignos de imitarse, pero lamentablemente son muy pocos/as.

En esta época de profunda crisis de las iglesias católica y cristianas es importante hablar de posibles salidas. En estos días hemos escuchado diversas soluciones y mi intención es colocar al debate estas potenciales soluciones.

Desde la sociedad (como diversos movimientos sociales antirreligión, padres de familia e incluso los mismos/as afectados/as —hoy adultos—) plantean la expulsión definitiva de las iglesias extranjeras, incluida la evangélica. Esta opción es muy difícil de cristalizarla, aunque por la magnitud de los acontecimientos se justificaría la operación citada. Si solo nos remontáramos a cinco siglos de colonización espiritual y las diferentes acciones brutales de los sacerdotes, estaría plenamente aprobado. Pero, ¿qué ganaríamos con esta salida extrema? Hay algunos sectores sociales que profesan ciegamente esta alternativa religiosa. Somos un Estado laico, por lo tanto, se reconoce la diversidad religiosa y que ya no son parte del Estado. A pesar de la bronca histórica, es muy difícil frenar la presencia de estas religiones, en un momento donde el ser humano (cargado de su religión y otros valores) transita por el mundo.

Otra posible salida es desde el Estado Plurinacional. Se plantea un control riguroso del ingreso de los nuevos sacerdotes al país. ¿Qué requisitos se exigirá para ese control riguroso? También se tiene en mente la revisión de la relación de las escuelas de convenio con el Estado. ¿En qué consiste esa relación? Sobre el caso específico se anuncia la conformación de comisiones que puedan coadyuvar en la investigación y sancionar a los curas culpables. Varios de los párrocos ya han muerto, entonces ¿a quién se culpa? La Iglesia Católica, como institución, dice que el delito es personal y no institucional. En fin, ¿será la solución? Conociendo cómo se mueve la burocracia estatal, y particularmente los operadores de la Justicia, quedará en buenas intenciones y no pasará nada hacia adelante. Esperamos equivocarnos en nuestra apreciación.

Otra opción, que creo que es de fondo, es que la Iglesia Católica haga una autorrevolución. Hoy ya no cabe o ya no es válido disculparse, el perdón, etcétera. Ojalá que se opte por anular la castidad de los curas y monjas, que los sacerdotes tengan parejas como cualquier ser humano. ¿Será posible esta salida? En la Colonia había la práctica de que el cura tenía su pareja, aunque de manera muy cínica y solapada. En esta línea de la autorrevolución religiosa sería que las iglesias católica y evangélica ya no insistan más en la política de “ganar almas”, que sigue siendo el eje de la continuidad colonial de la evangelización espiritual.

La vía de la Iglesia del Tercer Mundo, fundada por estos lados, ha sido frenada paulatinamente en su recorrido y esos pocos curas y monjas que se mezclaron con el pueblo hoy casi ya no están. La pesada estructura religiosa, desde el Papa hasta el cura de base, está corrompida. ¿Será posible refundar las iglesias de base? ¿Será posible pensar que la Iglesia deje de ser Estado? Tata kura achachitunakawa wali wachuqasipaxatayna jisk’alalanakampi. Jiwasanakax arsusiñasaw uka ñanqha sarnaqawinakatxa.


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