Si la designación de la señora Lidia Patty como cónsul en Puno, Perú, sigue haciendo noticia, tiene mucho que ver con la explicación que realizó Richter sobre la instrumentalización de la meritocracia para discriminar a las personas que no tuvieron las mismas oportunidades para terminar la primaria, o la secundaria e iniciar estudios superiores ya sea a nivel técnico o de licenciatura.
Justamente, esta ausencia de titulación o la falta de estudios especializados se ha utilizado para no permitir que puedan ocupar cargos públicos o ingresen a trabajar al sector privado aquellas personas de escasos recursos. En las instituciones públicas no era posible encontrar algún funcionario público indígena.
Hoy es diferente, gracias al quiebre histórico de 2006, con el inicio del Proceso de Cambio, los estudiantes obtuvieron un refuerzo positivo, por ejemplo, al recibir el Bono Juancito Pinto para evitar el abandono escolar. Las políticas públicas permitieron que la universidad pública sea universal, recibiendo mayor cantidad de estudiantes que antes no podían ingresar por diversos factores, de igual forma se empezaron a desconcentrar estas casas de estudios superiores hacia el área rural para conseguir democratizar la educación.
Varios medios de prensa y políticos opositores cuestionaron su designación como cónsul, insinuaron que la señora Patty no tendría estudios suficientes, ni experiencia en diplomacia internacional, que para ellos estos cargos debieran corresponderles a profesionales abogados o para aquellos que tengan carrera diplomática, debido a que este cargo requería de conocimientos para la suscripción de acuerdos y tratados internacionales. Este franco desconocimiento sobre las competencias que tiene un cónsul no puede entenderse, critican la falta de formación de la señora Patty siendo que ellos mismos con este tipo de declaraciones están reclamando a gritos algo de instrucción y es que asegurar que un cónsul suscribe acuerdos o tratados internacionales es nomás demostrar ignorancia o, tal vez, envidia de la más pura.
En el fondo, pareciera que la envidia o la rabia brotaron a través de esos argumentos, no soportan ver que una mujer indígena y humilde que fue la única que tuvo el valor de iniciarle un proceso penal a Camacho y, producto de ello, se elogiaron los operativos de aprehensión que se ejecutaron, fuese designada como cónsul en Perú. Ella ya dio una muestra de que podrá con esta labor, cuando le preguntaron sobre la situación política que vive el hermano país, se abstuvo de emitir criterio por el cargo que asumió recientemente. Las gracias, a quien se las merece.