La Biblioteca Casto Rojas del Banco Central de Bolivia presenta una muestra de homenaje al legado de Bolívar y Sucre. Un repaso a la memoria histórica y un desafío para reafirmar el pensamiento bolivariano.
La lectura de las páginas de la historia de la creación de la República de Bolivia, en agosto de 1825, no dejará de ser una lección clave para comprender las realidades que viven hoy los que aquel entonces fueron territorios ocupados por el conquistador extranjero. Los escritos sobre lo que fueron las batallas de la independencia de los territorios colonizados por España, por ejemplo, más allá de la “epopeya” y el heroísmo de quienes alzaron las armas por la liberación, describen, en muchos casos, lo descarnado y violento de aquellos episodios que parecen haber sido enterrados en el olvido.
Miles de textos se han escrito sobre aquellos hechos históricos que dieron origen, nada más ni nada menos, a la creación de nuevas naciones que, para la memoria inmortal, en el caso de Bolivia, tienen el sello venezolano de Simón Bolívar y Antonio José de Sucre a pesar de quienes hoy quisieran borrarlo.
En ese marco de recuperación de la memoria histórica, la Biblioteca Casto Rojas del Banco Central de Bolivia (BCB) presenta una muestra bibliográfica y hemerográfica acerca del legado de Bolívar y Sucre, sumándose de ese modo al mes aniversario de la fundación de Bolivia y la declaración de su primera independencia.
La muestra presenta importantes títulos que están a disposición de investigadores y estudiantes de historia. Una de las reseñas significativas, que acompaña la mencionada exposición, refiere a las “Cartas del Libertador, corregidas conforme a los originales. Mandadas publicar por el Gobierno de Venezuela presidido por el Gral. J.V. Gómez” (Caracas 1929). Su autor, Vicente Lacuna, reúne —en 13 tomos— las cartas de Bolívar, que en su momento fueron remitidas a los protagonistas/combatientes de primera línea de la gesta libertaria continental. Un fragmento memorable, de los innumerables, se puede leer en aquella obra fundamental: “No puede Vd. imaginarse la gratitud que tengo por esos señores por haber ligado un nombre perecedero a una cosa inmortal. Yo moriré pronto, pero la República Bolívar quedará hasta el fin de los siglos…Yo no he fundado ciudad alguna, y, sin embargo, mi nombre lo lleva un estado que tiene en su seno hombres amantes de la libertad y entrañas de oro y plata”, escribió Bolívar al entonces general Andrés de Santa Cruz, con lugar y fecha: La Paz, 4 de septiembre de 1825. Breve fue aquella “gratitud”, la nueva República sería rebautizada casi de inmediato como Bolivia.
Del otro genio venezolano, Sucre, la obra no es menor. Este no solo estuvo al frente de las batallas decisivas para el surgimiento de la nueva República de Bolívar. Quién más conocedor que él de la realidad abigarrada de ese entonces en las provincias del Alto Perú. Quién como Sucre para leer, de manera acertada, la psicología colonizada de las élites criollas que, en el fondo de sus almas, no querían terminar con la dependencia de la corona española; estas comenzaron a ser los nuevos dueños de vidas y haciendas, como lo demostrarían a lo largo de la historia republicana. En realidad, aquella independencia conquistada incomodaba, quitaba el sueño a las incipientes oligarquías criollas regionales.
Sucre sintió la gloria de las victorias en el campo de batalla y también el odio de quienes no querían ser libres, por ello su asesinato el 4 de junio de 1830 en Berruecos no fue casual, y aunque se quiso tejer una trama que esconda los verdaderos motivos, aquel fue el primer crimen político contra uno de los gigantes bolivarianos de la historia de nuestros pueblos. Al respecto, la muestra de la Biblioteca Casto Rojas expone el libro El crimen de Berruecos; Asesinato de Antonio José de Sucre/Gran Mariscal de Ayacucho/Análisis Histórico Jurídico, de Juan B. Pérez y Soto (Caracas, 1924).
Vale pues celebrar los 198 años de fundación de Bolivia y convertirlos, por qué no, en una fiesta bolivariana, es justo.
*Ramiro Ramírez es periodista.