La guerra en Palestina entra en su segundo año, se ha extendido al Líbano y todavía parece estar en sus comienzos. Durante este año, los líderes de las grandes potencias se apresuraron a brindar apoyo al Estado ocupante de Israel y le otorgaron legitimidad para hacer lo que considerase oportuno bajo el lema del derecho a la autodefensa.
El molino de guerra sigue funcionando tal y como comenzó el primer día, matando a personas inocentes sin piedad y sin moral. Ha quedado claro que la progresión de la guerra, su expansión al Líbano y su posible extensión no constituyen una preocupación para algunos de los países occidentales y regionales más poderosos e influyentes en la política regional e internacional.
La situación actual exige mirar la escena con realismo político, teniendo en cuenta el equilibrio de poder político, militar y económico. La continuidad de la destrucción y de las matanzas en Gaza y Cisjordania, así como su extensión al Líbano sin un movimiento internacional serio para frenarlo, solo significa una cosa: existe un proyecto acordado entre Estados Unidos y algunos países occidentales para controlar el mundo árabe, y la herramienta para su implementación es el Estado ocupante de Israel con todos los elementos de poder militar que posee y con apoyo político, militar y económico ilimitado de los países que participan en el proyecto, cada uno según su capacidad y con los instrumentos que posee. El motivo por el que el Estado ocupante de Israel acepta la implementación del proyecto es porque con él consigue lograr sus intereses y sus aspiraciones estratégicas de expansión geográfica y económica en la región.
El Estado ocupante de Israel no emprendió un proceso de implementación de esta magnitud y con esta fuerza bruta hasta que obtuvo la aprobación y todas las garantías por parte de todos los países participantes en el proyecto y hasta tener garantizados la seguridad del suministro militar y el apoyo económico. Está claro que los socios se han comprometido a llevarlo a cabo y que por ahora su plan funciona. La enorme magnitud de las pérdidas humanas y materiales resultantes de esta guerra no parece sensibilizar a ninguno de los socios del proyecto; a pesar de las pruebas presentadas por el Consejo de Seguridad de la ONU, de las pérdidas humanas y de la destrucción generalizada, no se ha adoptado ninguna posición seria a favor de un alto el fuego.
Israel realiza pequeños actos para acallar a la comunidad internacional y evitar objeciones, pero sigue avanzando hacia el gran objetivo acordado entre los socios del proyecto. Un ejemplo de estos actos es el de permitir una mínima ayuda humanitaria al norte de Gaza y una operación limitada en el sur del Líbano.
Paralelamente, los israelíes están tratando de volver a comercializar el concepto del ‘nuevo Medio Oriente’, están tratando de volver a implantarlo en el contexto de las repercusiones que consideran que tendrá la guerra en Gaza, en el Líbano y en una posible guerra iraní-israelí. Netanyahu parece estar en un camino sin salida; llegó a su gobierno para avanzar hacia una mayor incursión e invasión de las capitales árabes en lugar de ir hacia la paz. En la perspectiva que dibuja Netanyahu cuando dice que hay que cambiar la faz del nuevo Medio Oriente, se refiere a un Medio Oriente sin fuerzas que se opongan a la ocupación y de países que estén de acuerdo con ella, es un Medio Oriente a la carta de Israel.
Actualmente, el jefe del gobierno fascista de Israel volvió a presentar su visión de un ‘nuevo Oriente Medio’ basado en la eliminación de Palestina como estado y entidad mientras construye un “sistema completo de asentamientos” en Cisjordania y Jerusalén que sirvan como muro frente a cualquier posibilidad de existencia del Estado de Palestina y como parte de su proyecto de un “Israel ampliado” que supera sus fronteras reconocidas por las Naciones Unidas. Se van perfilando los rasgos de un futuro próximo en la región basado en una “gran integración” impuesta militarmente, sin resolver el conflicto en su esencia, solo a través de la destrucción y por la fuerza.
En cualquier caso, la paz no puede imponerse por la fuerza, con la destrucción y aniquilación de seres humanos y de todos los aspectos de la vida de los pueblos de Palestina y del Líbano de la que el mundo entero está siendo testigo directo. La generación que ha sufrido esta barbarie sin ningún partidario o ayudante que haya impuesto el cumplimiento del derecho internacional no olvidará ni perdonará, no aceptará la existencia de la ocupación y querrá tomar venganza para obtener sus derechos nacionales, lo que dificultará todavía más la aprobación de cualquier proyecto de normalización e integración para Israel en el Medio Oriente, este no será posible sin una paz justa que permita al pueblo palestino tener sus derechos nacionales y su autodeterminación.
Por: Mahmoud Elalwani/
Embajador del Estado de Palestina en Bolivia