Los traidores se sitúan en la Divina Comedia en el último círculo del infierno, pues la traición es el peor pecado de todos.
Para traicionar hay que gozar de confianza y tener el amor de aquel que será apuñalado desde las sombras. Tal vez por eso es tan ruin, porque cuanto más cerca se está más perfecto es el crimen. La traición rompe lo más humano y sagrado en una relación y se hace generalmente en favor del dinero y el poder. En este sentido, la traición es la forma de corrupción más putrefacta y el peor mal que ha tenido la patria en su historia.
Fernando Buen Abad explica en un artículo llamado Teoría de la traición que “la traición no es un terreno reservado a los moralistas, la traición es consustancial al capitalismo, para el cual traicionar es perecer porque la traición es la expresión superior de su pragmatismo y ese se aloja en el centro mismo de sus intereses mercantiles. El modelo de traiciones burguesas exige tener adaptación constante de los espejismos en la conciencia de los pueblos y de las fuerzas subterráneas de los intereses bancarios. Requiere la traición como sistema de gobierno. El Alma Mater de los Reformistas. Hasta Judas se asusta”.
“Traición” es la primera palabra que me viene a la mente cuando pienso en el Gobierno de Brasil. Como latinoamericanos rechazo la posición del gobierno de este país, no en contra de Venezuela, sino de todo un proyecto de integración. Brasil ha golpeado con su posición traidora los intereses de toda la región y el espíritu revolucionario que guía a los Brics.
Las razones para explicar esta posición solo pueden sustentarse en presiones políticas, coqueteos con el imperialismo e intereses económicos de las grandes corporaciones que operan en Brasil bajo el auspicio del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Esta posición socava las relaciones de confianza entre ambas naciones y coloca en tela de juicio el papel que juega el Estado brasileño en la región y en la geopolítica mundial.
He leído que la traición es también un concepto ambivalente, pues el traidor de los unos es el héroe de los otros. Por ejemplo, hoy el Gobierno de Brasil alegra a los bolsonaristas, a la derecha del continente y a los amigos de los gringos, mientras que los miembros de los Brics constatan que dejaron entrar en el corazón de la organización a un gigante tan verde como el dólar que procuran destronar.
En el escenario regional se desarrollará cada día con más intensidad un debate político en torno a las alianzas y los principios del proyecto político latinoamericano con visión progresista, sus resultados determinarán la valía y el destino de la región. En ese contexto, si Brasil pretende seguir convocando a la integración latinoamericana e inscribiéndose en el progresismo, más temprano que tarde tendrá que retractarse de esta posición tan rastrera.
Brics constituye para Venezuela un mecanismo para vencer definitivamente las sanciones y el bloqueo impuesto por EEUU, cuestión que permite pensar en el desarrollo económico y social del país de una manera más dinámica. El Gobierno brasileño atentó contra esta aspiración más de lo que lo ha hecho el gobierno de ultraderecha de Milei, cuestión que grafica el talante entreguista y vil de la decisión expresada en Kazán por parte de los brasileños.
No obstante, el presidente Nicolás Maduro expresó: “Yo prefiero ser cauteloso y esperar (…) esperar a que Lula observe, esté bien informado de los acontecimientos y él, como jefe de Estado, en su momento diga lo que tiene que decir”. Por sus declaraciones uno puede intuir que el mandatario, aún viendo la doble cara del Gobierno brasileño, confía en que el presidente Lula Da Silva tenga la fortaleza, congruencia y entereza para enrumbar a Brasil por las sendas de la corrección, la comunión, la integración y la transformación del sistema mundo, enmarcado en los objetivos y principios de los Brics.
Todos acompañamos esta esperanza, no obstante el teórico Miguel Catalán, en su libro La traición (2020), advierte: “La indefensión absoluta es una consecuencia contingente de la confianza absoluta”, por cuanto, es sabio para Venezuela pensar en algunos líderes como cobardes o cipayos a pesar de sus historias y de nuestra irreductible ética bolivariana, pues no se trata de la agresión a un país, se trata de un proyecto de desarrollo continental y de la lucha contra el imperialismo. Brasil todo sabe el papel sangriento, injerencista y empobrecedor que han jugado los EEUU en el sur del continente; en la obra clásica de las ciencias políticas, El príncipe, se afirma que “no se puede llamar virtud, el asesinar a sus ciudadanos, traicionar a los amigos, no tener palabra; estos medios harán ganar poder pero no gloria”, con estas palabras de Maquiavelo el pueblo debe cuestionar la doble moral que hoy el gobierno de Lula Da Silva practica con descaro a favor de los gringos. La doble moral es tan peligrosa como un doble agente en un contexto de guerra y cambio de época como el que estamos viviendo.
Freud afirma que “la cualidad de lo siniestro solo puede provenir de la circunstancia de que el ‘doble’ es una creación que data de una etapa mental muy temprana, dejada atrás hace mucho tiempo, y una en la que, sin duda, tenía un aspecto más amistoso. El ‘doble’ se ha convertido en una visión de terror”. Así como parece terrorífico el interior de este ser pintado por Magritte bajo el título de El doble secreto.
René Magritte pintó esta pieza en particular en el periodo de entreguerras. Se trata de una pintura figurativa realizada en 1927. El tema principal de El doble secreto, de René Magritte, es la develación de lo que se esconde bajo la figura humana. La piel arrancada quirúrgicamente del rostro aparece como una máscara, que cubre la verdadera identidad, oscura y traicionera de la que da cuenta el desdoblamiento y la estructura enigmática y sombría que se descubre en contraste con el mar pacifico que la custodia. No se trata de un ser iluminado, por lo contrario, toda la atmósfera de la pintura es tan fría que parece un símbolo de muerte, contradicción y traición.
Magritte es conocido también por su obra La trahison des images (1929), un cuadro que muestra una pipa con una nota “Ceci n’est pas une pipe”, es decir, “esto no es una pipa”. Por muy realista que sea el objeto pintado por Magritte, este no es capaz de cumplir su función, de esta forma no puede definirse como una pipa, por mucho que aparente serlo. Tal y como pudiéramos pintar a Lula y a Brasil hoy y escribir en forma de pie de página “Este no es Lula, este no es Brasil”, porque están desdoblados y traicionándose a sí mismos.
Escrito por David Gómez Rodríguez.