NO… La política venezolana, caracterizada por una polarización que tiene orígenes de carácter históricos, geopolíticos e ideológicos, agudizados al poner en práctica el carácter socialista, antiimperialista, popular e integracionista de la Revolución Bolivariana, enfrenta una guerra multiforme que no solo ha afectado la economía del país, sino que han buscado mellar los cimientos culturales de la nación.
Incursionando en las estrategias de la guerra cognitiva para utilizar la polarización política como medio para desclasar la lucha popular, cuestionar el concepto de patria, desdeñar del socialismo, promover la desesperanza, sembrar el odio y por lo tanto generar las condiciones propicias para aniquilar al bolivarianismo y a la república que lo sostiene. Para enfrentar esta situación hay, en principio, que defender la mayor garantía de paz que existe en el país: la victoria del chavismo, es decir, los 6.408.844 votos que ratifican a Nicolás Maduro como presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela. Hay que defender la victoria a capa y espada con la Constitución, reivindicando las instituciones venezolanas, incluyendo entre ellas al Consejo Nacional Electoral, el cual es en Venezuela un Poder y no una secretaría, como en la mayoría de los países del mundo. El respeto al Consejo Nacional Electoral, así como al Tribunal Supremo de Justicia, es una condición básica para avanzar en la democracia y también en la diplomacia, pues constituye el reconocimiento del Estado, de las instituciones y de sus leyes para poder vivir en sociedad.
Defender la victoria es también reconocer y analizar con objetividad los votos obtenidos por los varios partidos que adversan la Revolución Bolivariana. La diversa población y actores que componen hoy el ecosistema de la oposición venezolana requieren ser estudiados como mínimo desde la psicología, la sociología y la politología para no cometer el error de la generalización y poder avanzar en una estrategia de encuentro, diálogo, captación y reconciliación nacional a fin de gobernar, pero sobre todo de reconvocar al pueblo que dio su voto a la oposición. Es necesario dejar en claro, tanto para el país como para el mundo, que no existen cinco millones de oligarcas ni cinco millones de fascistas en Venezuela. Lo que existe es una población que después de vivir (en revolución) una bonanza con justicia social y perspectiva socialista fue acorralada y sometida a un permanente y violento ataque que afectó sus condiciones de existencia a través de las sanciones económicas y su razonamiento a través de la guerra cognitiva. Esta operación además de golpear al Estado buscó estrujar el estómago y los cerebros de sus ciudadanos a fin de presentar a los opresores como salvadores y al Gobierno Bolivariano como responsable de sus dolencias.
Ya en 1970 el maestro Paulo Freirez advertía de que “La manipulación aparece como una necesidad imperiosa de las élites dominadoras con el objetivo de conseguir a través de ella un tipo inauténtico de “organización”, con la cual llegue a evitar su contrario, que es la verdadera organización de las masas populares emersas y en emersión (...) El antídoto para esta manipulación se encuentra en la organización críticamente consciente, cuyo punto de partida, por esta misma razón, no es el mero depósito de contenidos revolucionarios, en las masas, sino la problematización de su posición en el proceso. En la problematización de la realidad nacional y de la propia manipulación”.
Los mensajes de odio y la promoción de la violencia como medio de expresión política han sido financiados por los sectores más extremistas de la oposición venezolana, estos sectores además han logrado persuadir y manipular a cinco millones de venezolanos para votar, no obstante no hay cinco millones de venezolanos quemando personas o instituciones. El fascismo es un sector pequeño, que hay que neutralizar por las vías que la Constitución y las leyes nos permiten. Y no hay que hacerlo solo porque amenacen a los revolucionarios, como si fuese solo un tema ideológico, hay que neutralizarlos porque amenazan a la república y porque de no frenar sus intenciones macabras el imperialismo puede lograr su cometido: una guerra civil. En 2009, tras los comicios electorales del referéndum aprobatorio de la enmienda constitucional, José Vicente Rangel expresó que “si a ese país bifronte, de definidas posturas, no se le da tratamiento adecuado terminará reventando. Hemos conjurado, no cabe duda, ese peligro gracias a la existencia de un liderazgo fuerte, dinámico, con amplia sensibilidad social y capacidad para moverse con habilidad en situaciones críticas. Pero la persistencia del fenómeno, su estratificación y la crispación que a diario se observa es inquietante”. Lo que nos hace recordar que no estamos viviendo un fenómeno nuevo, que la estrategia del fascismo siempre ha estado en la agenda de aquellos que son promovidos y financiados por el sediento gobierno norteamericano, pero además nos revela la importancia del liderazgo revolucionario.
¡La estrategia utilizada por el imperialismo y los sectores extremistas de la derecha venezolana tuvo efectos nocivos en la moral de nuestro pueblo, es innegable! Pero es necesario reconocer que dentro de ese pueblo que votó por la oposición existen no solamente manipulados, sino también descontentos, que sienten que las heridas causadas por la guerra contra Venezuela se infectan por las desviaciones ideológicas, la ineficiencia y la corrupción, y así, ciegos y embriagados de ese cóctel de decepción y rabia inoculada, votaron contra ellos mismos, contra su clase y contra su historia. Otros, como ha expresado el ministro y escritor venezolano Ernesto Villegas, se dejaron llevar por mentiras románticas y se fueron con una bandera de corazones a votar por el fascismo pensando que ellos traerían de vuelta a los hijos que se les fueron buscando oportunidades económicas y mejores condiciones de vida que las que podía ofrecer un país víctima de un bloqueo económico. En fin, votaron por amor creyéndole al diablo. Lo que nos hace pensar que ahí no todo está perdido, que de esos cinco millones, mínimo tres y medio realmente son pueblo amoroso y trabajador ¡El reto para nosotros, el chavismo, es recuperarlos con una práctica integradora! Así como los murales y las pinturas de Mariana Sellanes, que con una ética profunda, con belleza, melancolías y alegrías logra componer un bosque de personas donde todos tienen derecho a levantar la mano, a sonreír y a reconocerse como pueblo diverso.
En este sentido la victoria es también una plataforma para corregir los entuertos, para escuchar al presidente Nicolás Maduro cuando ha planteado una lucha contra los vicios, el sifrineo (las conductas pequeño burguesas) y la indolencia, y actuar en consecuencia. Leer el golpe de timón y existir basados en la premisa de que un revolucionario es la escala más alta de la especie humana y que está preñado de profundos y verdaderos sentimientos de amor, como dijo el Che Guevara alguna vez. El contexto nos impone como reto a los sectores revolucionarios desarrollar políticas de encuentro y reconciliación entre los ciudadanos, pues el fortalecimiento de la república y de nuestra democracia pasa por robustecer las formas que tenemos de cultivar comunidad, comuna, sentido de cuerpo e identidad, es decir, de percibirnos como un solo pueblo. Solo así seremos capaces de entablar un diálogo realmente efectivo, haciendo de él un nuevo vértice a desarrollar dentro de la democracia participativa y protagónica, sin que esto signifique claudicar en principios, por lo contrario, debe servir para aumentar nuestra base social y cultivar en el territorio y los sectores que componen la dinámica vida nacional las estrategias necesarias que superen la manipulación y permitan mayor eficiencia en las políticas de carácter económico y social que dan sentido al proyecto bolivariano. Es el diálogo cultural convocado por el presidente Nicolas Maduro, pues como diría el Comandante Chávez “la cultura es un hecho político, viceversa la política es un hecho cultural y más aún cuando se trata de una política de liberación (...) tiene que ser una cultura subversiva, liberadora, revolucionaria. La revolución es cultural o no es revolución”, Leo esto, me lo imagino y veo al pueblo sonriendo como los sujetos pintados por Mariana Sellanes, que a pesar de sus múltiples colores, sé que votarían por el socialismo.
Escrito por David Gómez Rodríguez.