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Ariel Molina

El chantaje del infierno

Aquel tipo de trastorno sexual materializado en la consumación del delito de violación a niños y niñas se denomina pederastia. Debiera conmover aquella noticia de un diario español que expuso, tras una investigación, que un cura habría abusado sexualmente a más de 80 niños en los años sesenta en nuestro país. Como sociedad, producto de este hecho habría que sacudir los cimientos de la “sacra” Iglesia que inmoralmente se las da de opinadora de la situación de nuestro país.

La historia nos muestra que las misiones religiosas no eran precisamente benevolentes ante el rechazo. Si en Bolivia tenemos un sincretismo marcado en todas nuestras fiestas es justamente porque ni con la fuerza pudieron quitarnos lo sustancial de nuestra cultura.

Es de conocimiento amplio que las escuelas “fe y alegría” o de convenio surgieron con la idea de complementar al sistema educativo fiscal que no abarcaba las necesidades territoriales; sin embargo, la misión también requería sumar más adeptos; la orden religiosa debía crecer y por eso, se becaba a adolescentes que en aparente vocación religiosa podían asumir más adelante un sacerdocio en la iglesia. La pobreza en Bolivia en los años sesenta permitió que instituciones como la Iglesia Católica reclute fácilmente niños para su “formación”.

Para conocer la vida en la formación sacerdotal habría que pertenecer a ella; sin embargo, algunas formaciones académicas denominadas bienales permitían tener alguna idea de lo que puede pasar en ella. Estas formaciones bienales establecían que tanto laicos como religiosos participen en las mismas aulas y de la misma cátedra. Hacia afuera, pareciera que los seminarios son centros de educación pastoral donde los cánones se imparten de forma regular, sin generar parafilias entre su comunidad que deriven en pederastia. Pero desde adentro, es otra la historia que se puede contar. De solo compartir algunas ideas con ellos, se puede advertir la mutilación sistemática del desarrollo natural de su sexualidad, quién sabe bajo qué castigos o estigmatizaciones atribuidas a pecados y al rechazo de Dios se ejecuten. Esta formación seminarista no está exenta de que entre ellos egrese más de un pedófilo en latencia que pueda convertirse en pederasta.

Parte del laicismo consiste en subvertir la hegemonía religiosa sobre la educación de los niños en nuestro país. No existe normativa alguna que impida al Gobierno investigar y regular esas instituciones que por delante muestran el crucifijo y por detrás utilizan el chantaje del infierno para la comisión de sus más oscuras perversiones.


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