Sin lugar a dudas que el Día Internacional de la Madre Tierra representa la lucha constante de todos los pueblos del mundo en la conservación y protección de los recursos naturales ante las injerencias imperialistas; pues en estos momentos el lugar donde habitamos continúa siendo carcomido por el sistema capitalista, que ha convertido los derechos de las empresas, de las multinacionales en una dictadura, la que gobierna el mundo, y la que ha llevado a la cultura vil del consumismo, lo cual va destruyendo nuestro hogar y el equilibrio con la naturaleza.
La acumulación ilimitada del capital, las desigualdades cada vez más cuantiosas, debido a la angurria de poder y el egoísmo del hombre, están cada día destrozando los bosques, las selvas, los ríos, mares, el medioambiente; la biodiversidad se cae a pedazos con más de un millón de especies al borde de la extinción, al igual que las guerras, las intervenciones armadas producto de la ambición de las potencias por los recursos naturales.
Las bombas atómicas utilizadas por Estados Unidos en 1945 en Hiroshima y Nagasaki, que trajeron la más letal devastación contra gente inocente, donde murieron más de 200 mil personas debido a la radiación y, en décadas posteriores, sumaron 400 mil decesos más por problemas de salud relacionados con las bombas, de acuerdo con datos de la ONU. A 78 años continúan los efectos secundarios de la contaminación radioactiva en el medioambiente, apareciendo nuevas patologías relacionadas con la bomba atómica, según los científicos.
El agente naranja, el herbicida usado por EEUU en la guerra de Vietnam (1955-75), la más sangrienta en la historia actual, con más de 2,5 millones de muertos, donde la fuerza aérea estadounidense roció sobre los bosques más de 80 millones de litros de herbicidas, continúa pudriendo los suelos, contaminando el aire, las plantas, los ríos, lagos, con profundas consecuencias en la salud humana hasta hoy.
La invasión a Irak por Estados Unidos, en marzo de 2003, que trajo miles de muertos y refugiados, en la que las tropas estadounidenses utilizaron bombas y municiones recubiertas con uranio empobrecido (Uranio 238) y fósforo blanco contra el territorio iraquí, continúan provocando contaminación en el aire, en el agua, en la tierra; así como malformaciones congénitas que presentan los niños iraquíes. Después la Guerra del Golfo, donde también se tomó el medioambiente como arma de guerra, 40 años las consecuencias fatales de los grupos terroristas como el ISIS (Daesh), Al Qaeda y otros, que ocasionaron el letal desastre ambiental, el que pervive hasta hoy.
Los efectos devastadores de las invasiones de Estados Unidos, Israel y países europeos a Medio Oriente, como Yemen, Siria, Palestina, continúan dejando muerte, desolación y también desastres ambientales, los cuales siguen en la actualidad. El régimen de Israel, conocido por su tecnología militar avanzada, está entre los principales productores de drones del mundo y puede lanzar misiles guiados de precisión, además de armas robóticas, todo armamento letal financiado por Estados Unidos, que envía a Ucrania; los cuales generan daños irreparables para la biodiversidad, los ecocidios, la destrucción diaria de la Madre Tierra.
En esa línea, el medioambiente se ha convertido en un arma de guerra, por la ambición de los recursos naturales, y si vemos las incursiones del imperio en América Latina son también letales; el petróleo, ahora el litio, el oro del siglo XXI, está trayendo también el acecho del imperialismo, tras las visitas de la jefa del Comando Sur, Laura Richardson, a Chile y Argentina, dos de los tres países, junto a Bolivia, que contienen la mayor cantidad de reservas de litio en el mundo.
Por ello, se hace necesaria la incorporación de leyes y estrategias para la protección de los recursos naturales, para la no intervención de los Estados; pues las consecuencias de otra guerra mundial están cerca, y con ello la destrucción del planeta. En este Día Internacional de la Madre Tierra, reconocido por las Naciones Unidas, el 22 de abril de 2009, y años después como sujeto de derecho (Ley 71, diciembre de 2010, y Ley 300, octubre de 2012) nos obliga a reformatear la mirada del mundo hacia la era del equilibrio, la armonía y la complementariedad, principios del Vivir Bien que se reflejan en los preceptos del ama sua para “no robar a la Madre Tierra”, el ama llulla “para no ser mentirosos con la Madre Tierra”, y el ama qhella para “no ser flojos con la Madre Tierra”.
Porque debemos evitar que las intervenciones continúen asesinando al planeta, por lo cual nuestra lucha seguirá poniendo a Bolivia como paradigma, impulsando una geopolítica de liberación; pues “las plantas, los animales, los seres humanos nos alimentamos de la Madre Tierra que es el Agua”.