El catedrático historiador israelí Ilan Pappé ha escrito el 19 de octubre de 2023, “la naturaleza colonial del sionismo y se horrorizara por sus políticas contra la población autóctona de Palestina. Si has logrado esta conciencia, entonces no dudarás, incluso cuando los mensajes venenosos pinten a los palestinos como animales o ‘animales humanos’”. La imagen es la de un pueblo colonizado que lucha por sobrevivir, en un momento en que sus opresores han elegido un gobierno decidido a acelerar la destrucción, la eliminación efectiva, del pueblo palestino o incluso de su propia pretensión de ser un pueblo.
Me pregunto cuántos de los que decidieron vestir el Parlamento de Londres y la Torre Eiffel de París con los colores de la bandera israelí entienden realmente cómo se interpreta en Israel este gesto aparentemente simbólico. Este acto como una absolución total de todos los crímenes que los israelíes han cometido contra el pueblo palestino desde 1948; y, por tanto, como carta blanca para continuar el genocidio que ahora Israel está perpetrando contra Gaza.
Muchos saben que, desde junio de 1967, un millón de palestinos han sido encarcelados al menos una vez en su vida. Y con el encarcelamiento vienen los abusos, la tortura y la detención permanente sin juicio. Estas mismas personas también conocen la horrible realidad que Israel creó en la Franja de Gaza cuando cerró la región, imponiendo un asedio hermético, a partir de 2007, acompañado por la matanza incesante de niños en la Cisjordania ocupada. Esta violencia no es un fenómeno nuevo, ya que ha sido la cara permanente del sionismo desde la fundación de Israel en 1948. Y no menos importante: podrán aprender la otra lección importante —que se puede aprender de los acontecimientos recientes— de que la fuerza por sí sola no puede encontrar el equilibrio entre un régimen justo, por un lado, y un proyecto político inmoral, por el otro. Pero hay una alternativa. De hecho, siempre ha habido una: una Palestina desionizada, liberada y democrática.
No siempre es fácil ceñirse a la propia brújula moral, pero si apunta hacia el norte —hacia la descolonización y la liberación—, entonces lo más probable es que nos guíe a través de la niebla de la propaganda venenosa, las políticas hipócritas y la inhumanidad, a menudo perpetradas en nombre de “nuestro valor occidental común“.
El ascenso del neofascismo en Israel plantea una grave amenaza tanto para israelíes como para palestinos. ¿Quién nos salvará a todos de Netanyahu y su gobierno? Durante casi 12 años, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha utilizado el miedo para conseguir apoyo popular en torno a cada coalición de gobierno que ha formado. Cuanto más temían los israelíes a sus enemigos, más fuerte se hacía su coalición de gobierno.
Los palestinos tenemos muchos motivos para preocuparnos. El ex primer ministro Simón Pérez y muchos de sus seguidores han afirmado que Israel no puede tener tranquilidad si sus vecinos no disfrutan de la misma paz.
El ascenso del neofascismo en Israel representado por personas como el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, y el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, genera preocupación para los israelíes y para los palestinos, así como para los países de la región.
La paz justa requiere un acuerdo político que determine el estatus final de los territorios ocupados sobre la base de la solución de los dos Estados, pero el gobierno actual de Israel no está por la labor de tomar tal decisión ni dispuesto a pensar en tomar algún camino que pueda llevar a esta decisión.
Netanyahu está trabajando en un plan autosostenible para garantizar que la realidad geopolítica de los Acuerdos de Oslo desaparezca para siempre.
El pasado mes de septiembre, en su discurso ante las Naciones Unidas, el Presidente palestino instó a las Naciones Unidas a celebrar una conferencia internacional de paz y proteger al pueblo palestino bajo ocupación. Por el contrario, Netanyahu, primer ministro del gobierno ocupante, el 23 de septiembre hizo un discurso lleno de odio, de superioridad y arrogancia, mostró un mapa de Medio Oriente refiriéndose a la Palestina histórica como Israel, negando la existencia de nuestro pueblo y el establecimiento del Estado de Palestina y soñando con la paz en Medio Oriente sin poner fin a la ocupación es hora de que el mundo protegiera a Israel de Netanyahu.
Es difícil describir lo que está aconteciendo en Gaza, estamos ante una catástrofe humanitaria sin precedentes que se está gestando ante los ojos de una comunidad internacional que ejerce una política de doble moral; masacres masivas, un genocidio con todo tipo de armas, incluso aquellas que están internacionalmente prohibidas, asesinatos colectivos, destrucción sistemática y deportaciones forzosas; estrangulamiento de la población con cortes de suministro de agua, electricidad, combustible, alimentos y medicinas, destrucción de hospitales y hogares, y desplazamiento forzoso de sus residentes, así como la destrucción de infraestructuras y de todo lo que simboliza la vida cotidiana en Gaza a la espera de la anunciada invasión terrestre a manos del ejército israelí que en los primeros 15 días de bombardeos ya ha causado más de 4.137 muertos, entre ellos casi 1.524 niños, además de 14 mil heridos y el desplazamiento de un millón de civiles. El martes 17 de octubre, de repente y sin previo aviso, los aviones de guerra de ocupación bombardearon el Hospital Nacional Almaamadani (Bautista) y una iglesia en el centro de la ciudad de Gaza, dejando más de 500 muertos, incluidos niños y mujeres que habían huido al hospital.
Ya no quedan muchos “secretos” de la guerra del estado de Israel en Gaza y de cuál es su objetivo, que va mucho más allá de “la reacción a una acción” porque esto solo es el preludio de lo que sucederá después. Lo esencial entre los objetivos del Estado “fascista” y su primer ministro Netanyahu, no es deshacerse de Hamás, sino más bien un plan para liquidar por completo los derechos legítimos del pueblo palestino y sus aspiraciones en un estado independiente de acuerdo con el derecho internacional y las resoluciones de la ONU.
Estas violaciones requieren responsabilizar a la fuerza ocupante y boicotearla, urge que Naciones Unidas asuma sus responsabilidades legales para poner fin a la ocupación y reconocer al Estado de Palestina.
La retórica y las prácticas racistas del gobierno israelí son las que alimentan el odio en el mundo. Es por ello que es necesario que, ante las crecientes fuerzas del sionismo religioso dentro de Israel, todos los países se enfrenten a esta metodología en la que Netanyahu, su gobierno y los líderes de la oposición, se niegan a ejercer el derecho de nuestro pueblo a la autodeterminación en los territorios ocupados, con Jerusalén Oriental como su capital, y a resolver la cuestión de los refugiados sobre la base de resoluciones de legitimidad internacional.
*Mahmoud Elalwani es embajador del Estado de Palestina en Bolivia.