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Miguel Clares

El país no es tu rehén

En la vida, como en la política, hay personas que solo saben destruir. Que aparecen con promesas de compromiso, de lucha por el pueblo, de justicia, pero cuando no son el centro de todo, lo arrasan.

Evo Morales es el reflejo más claro de eso. No solo ha demostrado que no le importa Bolivia, sino que está dispuesto a hundir al país si no puede volver al poder. Porque el ego de algunos pesa más que el bienestar de millones.

La responsabilidad afectiva no solo es un valor en las relaciones personales, también debería serlo en la vida pública. Se trata de saber que nuestras decisiones tienen consecuencias sobre los demás. Pero Evo jamás pensó en nadie más que en sí mismo. Quien bloquea carreteras sabiendo que enfermos no podrán llegar a un hospital, que los niños no tendrán alimentos, que las familias perderán sus ingresos, no ama a su país, lo castiga. Y lo castiga por no haberlo elegido de nuevo.

Un líder verdadero no cierra caminos, no sabotea leyes, no le pone zancadillas a su propio pueblo. Morales es como esos personajes tóxicos que cuando no consiguen lo que quieren, revientan todo a su paso. Y encima se atreven a decir que lo hacen “por amor”. Mentira. Amor no es herir, no es asfixiar, no es someter. Lo suyo no es lucha, es capricho con olor a venganza.

Bolivia merece estabilidad, paz, trabajo. Pero mientras Morales esté sembrando odio y rabia, eso será imposible. El país intenta salir adelante, pero él pone minas en cada paso. Sabotea desde la Asamblea, sabotea en las calles, sabotea con sus declaraciones. Ya no hay ni una pizca de grandeza en su actuar: solo resentimiento y desesperación por no tener el poder entre las manos.

Y para colmo, los mismos que gritan “traición” a todo aquel que piensa distinto, ahora declaran abiertamente que están dispuestos a pactar con la derecha con tal de aparecer en las papeletas de las próximas elecciones. ¿Eso no es traición al proceso? ¿No es eso darle la espalda al pueblo solo para salvar sus propios intereses? Se llenan la boca hablando de lealtad, pero la verdadera traición viene de ellos.

En cambio, quienes sí entienden de compromiso, incluso en lo personal, son quienes actúan con empatía y coherencia. En una relación, como en la política, si alguien te daña, se va. Si alguien estorba tu crecimiento, se aparta. Pero Evo no se va. Se aferra, sabotea, amenaza, extorsiona. Es el típico que te hace sentir culpable por elegir tu tranquilidad, por seguir adelante sin él.

El país no le debe nada. Todo lo que construimos fue gracias al trabajo conjunto de los bolivianos, no por gracia de un solo individuo. Y lo que destruyó lo hizo por ambición, no por principios. Evo Morales no representa lucha ni dignidad: representa retroceso, confrontación y manipulación. Cada acción suya responde a un solo fin: forzar una candidatura que la Constitución le prohíbe.

¿Y qué ofrece a cambio? Nada. Solo más conflicto, más polarización, más dolor. A diferencia de quien ama de verdad, que busca lo mejor para el otro, Evo busca que todo se derrumbe si no es él quien lo dirige. Y eso no es amor por el país. Eso es egoísmo, disfrazado de revolución.

Bolivia necesita cerrar ciclos. Como en las relaciones que solo lastiman, hay que saber decir basta. No podemos construir el futuro arrastrando las ruinas de un pasado que solo supo dividir. El país necesita líderes sanos, responsables, que amen con hechos y no con discursos vacíos llenos de violencia.

Por: Miguel Clares/


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