Coches-bomba que explotan en diferentes ciudades; candidatos obligados a utilizar chalecos antibalas; incendio provocado en una cárcel de menores de edad; decenas de policías y guardias secuestrados en centros penitenciarios; investigaciones periodísticas que relacionan al Gobierno con el asesinato de un candidato presidencial.
Esta lista de lamentables eventos no pertenece al resumen criminal de un año en algún violento país latinoamericano, sino que se reduce a la semana pasada en el otrora pacífico Ecuador, cuando queda menos de mes y medio para el balotaje presidencial.
Si la campaña de la primera vuelta estuvo convulsionada por el asesinato del aspirante presidencial Fernando Villavicencio, de alcaldes y líderes políticos, por motines carcelarios, balaceras en medio de las movilizaciones electorales y un ambiente de crispación general, pues para la venidera campaña del balotaje, que oficialmente se inicia el 24 de septiembre, también cabe prever un lamentable ambiente terrorífico.
En la medida en que se acerca la fecha del evento electoral, se acelera la agenda violenta.
La semana pasada, la candidata, ganadora en primera vuelta, Luisa González, informó que recibió una alerta de un posible atentado y aceptó el resguardo que le sugirió la seguridad del Estado.
Por su parte, el Estado no termina de reaccionar. El presidente Guillermo Lasso no ofrece una respuesta convincente ante la situación. Parece que no hay inquilino en el Palacio de Carondelet y que solo se ocupará ese espacio en diciembre, cuando haya un nuevo mandatario. Todo esto, cuando periodistas del medio La Posta han develado información confidencial que relaciona al Gobierno con el atentado a Villavicencio.
Es decir, en medio de la fortaleza de las bandas criminales y el debilitamiento del Estado, la campaña electoral que se abre paso no genera un ambiente de tranquilidad ni buenos augurios.
Las bandas juegan duro
Las bandas criminales, terriblemente empoderadas en medio del aumento del narcotráfico y la impunidad, han decidido entrar a participar en la política y lo hacen como lo saben hacer, jugando duro.
Mientras tanto, un enjambre de bots en las redes sociales, además de varios medios de comunicación, tratan de vincular la violencia criminal con el correísmo y el expresidente Rafael Correa.
A la par, el Estado no ofrece información oficial sobre los seis colombianos detenidos en el asesinato de Villavicencio. Diversos sectores denuncian una extremada opacidad estatal ante hechos tan delicados.
Si bien parece evidente la comparación entre el Ecuador del 2023 y la Colombia de finales de los 80, la situación ahora puede parecer incluso más compleja.
Con los cuatro carros-bomba que estallaron la semana pasada en distintas ciudades, el mensaje de las bandas es claro: el riesgo no lo sufren solamente los candidatos o los líderes políticos, sino también el ciudadano común. Por esto, Ecuador vive un ambiente de terrorismo, porque el narcotráfico busca generar sensación de vulnerabilidad en las grandes masas (y no solo en los políticos), para inhibirlos o conducirlos hacia alguna forma de decisión electoral.
Las bandas criminales, con su posible alianza con sectores políticos y de gobierno, no solo están eliminando postulantes, sino que están tratando de conducir el voto hacia una tendencia política.
Estamos hablando de la clara relación que comienza a desatarse en Ecuador entre el narco y la política, y que no se sabe cómo terminará, con qué episodios violentos ni el grado de crudeza.
Violencia e impacto en el voto
En la campaña de la primera vuelta, y a decir de la volatilidad del voto entre los aspirantes según las encuestas, se comprobó que los actos terroristas sí pueden influir en el voto definitivo del elector, y por ende, las bandas saben que en esta segunda vuelta también pueden intentar un acontecimiento de conmoción que, seguido de una ola de rumores y desinformación, coaccionen el voto y criminalicen a priori y sin pruebas a la izquierda, siempre acusada y enjuiciada mediáticamente de cualquier desmán “anónimo” cometido.
Por ahora, ante la sorpresa que ha significado este nuevo panorama del Ecuador de los últimos meses, el mundo progresista se pregunta dónde quedó el país de los levantamientos indígenas, el que votó por la izquierda durante largos años, el de las organizaciones populares que depusieron varios presidentes y que han tenido mayoría en la Asamblea Nacional.
¿Ese Ecuador ha desaparecido por completo o aún guarda su capacidad de reacción a los aciagos hechos que vive el país? Eso lo sabremos el 15 de octubre, día del balotaje y la selección final del próximo presidente.