Usar chips más antiguos en grandes cantidades no es lo ideal. Los costos son más altos tanto para construir como para ejecutar clústeres informáticos del tamaño de un pequeño estacionamiento.
La disputa tecnológica entre China y Estados Unidos apenas comienza. La estrategia del Gobierno es mantener un ataque continuo, dada su última ronda de medidas. Le quitó a su rival muchos de los componentes cruciales necesarios para impulsar los desarrollos en inteligencia artificial (IA). Las empresas estadounidenses no pueden exportar los chips más avanzados a China, ni el software y el equipo necesarios para diseñarlos y fabricarlos.
En este contexto, EEUU está prestando más atención a la “vigilancia” de estos superordenadores, una cadena de producción emergente, aunque ya estratégica. Un acercamiento reciente provino del Wall Street Journal a través de un artículo que afirma que China se está volviendo “secreta” respecto a sus supercomputadoras. Durante décadas, científicos estadounidenses y chinos han colaborado en supercomputadoras, máquinas del tamaño de una cancha de tenis, esenciales para mejorar la inteligencia artificial, desarrollar vacunas y predecir huracanes.
Pero los científicos chinos se han vuelto más reservados a medida que Estados Unidos ha tratado de impedir el progreso tecnológico de China y han dejado de participar en un foro internacional clave sobre supercomputación. Al informar sobre el texto del artículo, los científicos chinos se volvieron más reservados y dejaron de participar en el foro TOP500, lo que hizo más difícil para el gobierno estadounidense saber quién tiene supercomputadoras más rápidas entre China y Estados Unidos. En el último ranking TOP 500 publicado en junio, Estados Unidos dominó las tres primeras posiciones y retuvo la mitad del top 10, mientras que Sunway TaihuLight de China ocupó el puesto 13 y Tianhe-2A ocupó el puesto 16.
Este cambio de paradigma ha provocado una cierta desconfianza en los EEUU, que temen que China esté implicada en una “guerra secreta” de supercomputación contra ellos, acusando así a China de perturbar los intercambios internacionales de supercomputación guardando secretos.
De 2010 a 2019, China encabezó la lista TOP500 11 veces de 20 revisiones, y Estados Unidos comenzó a lanzar una oleada tras otra de prohibiciones de chips y sanciones de listas de entidades contra instituciones chinas de supercomputación con el pretexto de “seguridad nacional”. Como resultado, la presencia de China en el ranking TOP500 ha disminuido. Sin embargo, en los últimos años ha aumentado la especulación sobre cuánta fuerza esconde China. El cofundador de TOP500, Jack Dongarra, ha declarado repetidamente que China tiene supercomputadoras más rápidas, e incluso ha especulado que la potencia de las supercomputadoras de China puede superar a la de todos los demás países.
Mirando más allá, el punto crucial es que, aunque la lista TOP500 sirve cada vez más como una herramienta para que el Departamento de Comercio de Estados Unidos sancione y reprima las supercomputadoras chinas, todavía esperan que las instituciones chinas participen voluntariamente y sean atacadas. Esto no es razonable. La supercomputación alguna vez fue un campo en el que China y Estados Unidos mantuvieron una estrecha cooperación e intercambio tecnológico. Sin embargo, ahora el panorama del intercambio internacional de supercomputadoras está lleno de obstáculos, principalmente debido a las medidas de sanciones cuasi terroristas de Estados Unidos para mantener su hegemonía tecnológica.
Para cualquiera que siga las luchas geopolíticas del Pacífico occidental, es obvio que los chips de computadora son un gran negocio. Los semiconductores más avanzados del mundo provienen de Taiwán, una isla frente a la costa de China. Está bajo el control de su propio gobierno, pero China afirma ser propietaria de la isla. Los países amigos de Taiwán tienen acceso a estos diseños de vanguardia, mientras que aquellos que les son hostiles no. Esto, junto con otras ventajas tecnológicas estadounidenses, ha llevado a Estados Unidos a seguir liderando el mundo en supercomputación. Las computadoras más rápidas existen desde hace mucho tiempo en los Estados Unidos, y oficialmente ese sigue siendo el caso. Las computadoras más rápidas según los registros oficiales todavía se encuentran en Norteamérica en instalaciones de investigación. Al utilizar grandes grupos de los últimos chips, estas computadoras son más rápidas que nunca.
Es plausible que los científicos chinos se abstengan de participar en foros internacionales de supercomputación, ya que necesitan protegerse, bajo el pretexto de una jurisdicción de largo alcance durante los intercambios técnicos internacionales.
Los investigadores chinos no tienen acceso a los chips más recientes, pero han encontrado otra forma de solucionar este problema: utilizar una cantidad mucho mayor de diseños más antiguos. Cada chip no puede hacer el trabajo que puede hacer un chip más nuevo, pero una mayor cantidad de chips pueden hacer más trabajo en la misma cantidad de tiempo. Washington, que observa constantemente qué rendimiento de las supercomputadoras amenaza la posición de Estados Unidos, ha endurecido las sanciones, perturbando gravemente los intercambios académicos normales y un entorno competitivo saludable.
Usar chips más antiguos en grandes cantidades no es lo ideal. Los costos son más altos tanto para construir como para ejecutar clústeres informáticos del tamaño de un pequeño estacionamiento. Sin embargo, si el adversario tiene acceso a mejores chips, no debería ser un problema insuperable construir una computadora aún más grande con chips aún más avanzados. El resultado final sería un ordenador que recuperaría el primer puesto.
Actualmente, las órdenes y regulaciones administrativas estadounidenses que restringen y reprimen la industria de alta tecnología de China están comenzando a producir un efecto paralizador similar al de la era McCarthy. Esto ha dañado gravemente la atmósfera de intercambios tecnológicos entre China y Estados Unidos, y ha obstaculizado el progreso de la ciencia y la tecnología para toda la humanidad. En la investigación de IA, aunque costosa de construir y operar en comparación con los diseños de vanguardia, estas computadoras podrían hacer posible hacer cosas como entrenar redes neuronales artificiales más rápido. Estas computadoras más pequeñas serán menos capaces que las mejores, pero si pueden progresar en software, puede que no importe tanto.
No sorprende que la supercomputación desempeñe un papel importante en muchos campos, como la predicción del tiempo, la secuenciación genética, el diseño de materiales y los productos farmacéuticos. No debe volverse “central para la Guerra Fría tecnológica entre Estados Unidos y China”, como lo describe The Wall Street Journal.
Ya entre los expertos existe preocupación por la posible división, creyendo que frenará el desarrollo de la IA y otras tecnologías. Es importante enfatizar que la clave para evitar esta división es resistir conjuntamente el unilateralismo tecnológico y el terrorismo tecnológico de Estados Unidos, creando una buena atmósfera para el intercambio y la cooperación científicos globales. La supercomputación de China no es un “secreto” intocable, pero la clave es que Estados Unidos abandone su bien conocido hábito de intimidación tecnológica cuando se trata de China: “La cantidad tiene una cualidad propia”.
Escrito por Tulio Ribeiro.