Estamos ante un siglo dramático, como advirtiera el presidente ruso, Vladímir Putin, marcado por guerras, conflictos, extrema desigualdad y cambio climático, por ejemplo. Esa expresión, que hace unos años era una advertencia o una amenaza global, hoy se convierte en una realidad tangible.
Más numerosos y frecuentes son los desastres naturales que marcan nuestras vidas, porque afectan a todas las especies hasta llegar a conformar una catástrofe de proporciones. Sequías que atraviesan a Bolivia, Chile y Perú; la amenaza real de que en poco tiempo la desertificacion avanzará hasta consumir pueblos enteros con sus historias y culturas, partienddo por sus cultivos y la desaparición del líquido vital, el agua, para la sobrevivencia.
Si bien no podemos olvidar que es la forma capitalista de producción la que nos ha llevado a enfrentar catástrofes de magnitudes inéditas, talando bosques, desviando y contaminando fuentes y cursos de aguas, incitando al sobreconsumo de todo tipo de productos. Por ejemplo, la carne de res, que ocupa tanta agua en su producción. No llamo a un mundo vegano, cada cual elige cómo lidiar con la industria, pero lo ideal sería en unidad, porque si no tomamos conciencia del sobreconsumo, el futuro se vislumbra como una de esas series apocalípticas.
La principal causa del calentamiento global obedece a la elevada concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, por ende es clave la industria.
Hace décadas que viene en aumento el calentamiento hasta llegar actualmente a 1.1°C la temperatura, lo que conlleva a eventos climáticos extremos, como las olas de calor, las sequías, las inundaciones, las tormentas invernales, los huracanes y los incendios forestales.
En 2019 concluyó una década de calor global excepcional, con hielos en retirada y niveles récord del mar a consecuencia de los gases de efecto invernadero producidos por las actividades humanas. El 30% de la población mundial está expuesto a olas de calor mortales más de 20 días al año.
Dados los insuficientes compromisos globales para reducir las emisiones contaminantes del clima, un repunte de los gases de efecto invernadero relacionado con el regreso a sociedades con altas emisiones de carbono después de la pandemia podría hacer que las emisiones aumenten aún más para 2030.
Un estudio en colaboración entre científicos estadounidenses y europeos, liderado por la universidad estatal (y se tiene que hacer hincapié en lo estatal) de Oregón (OSU), identificó 27 factores desencadenantes (bucles de retroalimentación climática) de procesos que incrementan el calentamiento global y agravan las consecuencias del cambio climático, como la perdida de permafrost y de bosques, entre otros procesos bióticos y abióticos desencadentantes de nuevas causas. Además, indica que “algunos de estos factores ni siquiera están contemplados por los modelos climáticos”.
Esta investigación recalca la urgencia de responder a la crisis climática y de actuar “tanto en investigación como en política” para reducir de manera “inmediata y masiva” las emisiones y limitar el calentamiento futuro.
Es dramática la lectura de la investigacion citada y de otros estudios que nos convocan a limitar el sobreconsumo, porque mientras exista habrá una industria decidida a vendernos todo tipo de elementos que no servirán para nada si no se toman cartas en el asunto. Aunque no ha sido nuestra responsabilidad directa (son las industrias y el mercado de consumo desenfrenado), conciencia es lo que requerimos y sanciones para quienes incumplen y ganan fortunas destruyéndo la esperanza de vida sobre el planeta.
Cris González es directora de la revista www.correodelalba.org