En la medida en que avanzan los días de la operación aérea y terrestre del ejército sionista israelí sobre el territorio palestino de la Franja de Gaza, se hace más evidente que no se trata de acciones de represalia o castigo por la sorpresiva operación Tormenta de Ad Aqsa, ejecutada el pasado 7 de octubre por combatientes del Movimiento de la Resistencia Islámica (Hamás) y la Yihad Islámica, en los territorios ocupados de Palestina, sino de la ejecución de un Plan Estratégico del Estado de Israel diseñado hace mucho tiempo por los gobiernos sionistas y los mandos superiores de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), el Mossad y el Shin Bet, para derrotar y destruir las infraestructuras pública y privada, las instituciones del gobierno palestino de Hamás, los medios de vida y sobrevivencia de la población civil y, por supuesto, todo vestigio de la resistencia política, social y militar que Hamás y el resto de la resistencia palestina hayan podido organizar para oponerse a la ocupación colonial sionista y liberar el territorio de la Palestina histórica.
El desplazamiento forzado de la población del norte de la Franja hacia la zona Sur, los ataques indiscriminados a las zonas civiles pobladas con resultado aproximado de 27 mil asesinados y desaparecidos y más de 50 mil heridos —8.000 de los cuales son niños y niñas, y 6.000 mujeres—, muestran, más allá de toda duda razonable, que el objetivo de esta mortífera operación militar es provocar el desplazamiento de la población palestina hacia los territorios de los países vecinos, tales como Egipto, Jordania y Líbano, como ‘solución final’ al proyecto sionista de 1918, contenido en la Declaración Balfour de crear un “hogar judío” en Palestina.
Sin embargo, el gobierno sionista unificado de Israel ha encontrado resistencia a su propósito, en primer lugar, en la negativa de la población palestina de Gaza de abandonar el territorio pese al bombardeo criminal de sus áreas residenciales y los nuevos campamentos de refugiados, la estrategia de destrucción del sistema público de salud y la negativa a permitir el ingreso de la ayuda humanitaria internacional, entre otras razones y motivos, porque, en buena medida, los gazatíes de hoy fueron parte de los desplazados de sus territorios en las guerras de 1948, 1967 y 1973, y se aferran a su tierra y a su identidad, pero también porque se sienten expresados en una nueva generación de combatientes que ha demostrado valentía, inteligencia y determinación de luchar hasta derrotar al enemigo sionista.
En toda guerra, los estrategas políticos y militares tienen la macabra tarea de estimar sus combatientes y civiles muertos en la contienda y definen sus aliados y enemigos, por lo que, aun pareciendo excesivo el precio mortal que el pueblo palestino está pagando por su resistencia anticolonial, todo parece indicar que en el terreno han podido enfrentar y alcanzar logros importantes sobre maquinaria de guerra israelí, lo que aumenta la moral combativa de sus fuerzas y mantiene unida a su población frente a la acción genocida de Israel, por lo que no será posible en este escenario que Israel, su tutor Estados Unidos y sus satélites de la Unión Europea puedan imponer la ‘solución final’ de la evacuación total de la Franja de Gaza a países vecinos, para engrosar la diáspora palestina dispersa por el mundo.
La única solución real y permanente para Palestina y la comunidad internacional es la aplicación de las resoluciones de la ONU; que disponen la creación de dos Estados soberanos, con fronteras establecidas antes de la Guerra de 1967: Jerusalén Este como capital palestina y garantías internacionales de seguridad. Cualquier otro propósito, ayer como hoy, no solo está destinado al fracaso, sino que hará más frágil todo acuerdo temporal de cese de hostilidades entre la resistencia palestina y el bárbaro sionismo israelí.
*Yoel Pérez Marcano es venezolano, exembajador en San Vicente y las Granadinas y Belice.