Se denomina golpe de Estado blando o golpe suave al conjunto de técnicas de conspiración no violentas que tienen el objetivo de desestabilizar a un gobierno y finalmente provocar su caída. Generalmente el golpe de Estado blando utiliza la guerra jurídica, cuando la desestabilización o derrocamiento del gobierno se hace a través de mecanismos que en apariencia son legales, como se lo está haciendo con la administración del presidente Luis Arce.
Esta nueva metodología se utiliza para reemplazar los golpes de Estado militares de la época de los años 70 y 80, que quedaron muy desacreditados por las muertes y desapariciones forzadas que dejaron, pero además por haber instaurado dictaduras sangrientas y corruptas que muy poco hicieron por el bienestar de sus pueblos.
El golpe de Estado blando se realiza mediante fases o eventos simultáneos, y esto lo saben bien el expresidente Evo Morales y sus seguidores, el exadenista Jorge Tuto Quiroga, el exmirista Carlos Börth, el también exmirista Samuel Doria Medina, el exemenerrista Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho, los asambleístas del ala evista, los de CC y de Creemos, además de algunos grandes empresarios que tienen intereses políticos y económicos y quienes se hacen llamar analistas.
En primera instancia, los artífices del golpe de Estado blando generan conflictos, promocionan el descontento y malestar como el desabastecimiento de artículos de primera necesidad, en este caso, la gasolina y el diésel; provocan el incremento del precio de artículos de la canasta familiar; manipulan el dólar como la escasez de esa moneda en Bolivia; hacen denuncias de corrupción a través de los medios de comunicación y redes sociales sin sustento legal y basados en mentiras e intrigas.
Una siguiente fase es el inicio de una lucha sin tregua y con intensas campañas por reivindicaciones políticas y sociales con paros, manifestaciones callejeras y bloqueo de caminos, amenazando a las instituciones del Estado (provocando incertidumbre y desconfianza respecto al futuro económico del país) hasta llegar a generar violencia. Una tercera etapa es la creación de una guerra psicológica por las redes sociales y medios de comunicación privados, con el objetivo de desestabilizar totalmente al Gobierno y lograr un clima de ingobernabilidad.
Finalmente, la última fase apunta a forzar la renuncia o destitución del presidente mediante manifestaciones callejeras violentas para ir preparando una intervención militar bajo el argumento de que se corre el riesgo de que los acontecimientos deriven en una guerra civil. Por eso, la característica del golpe blando es llevar adelante una intensa campaña de desprestigio para finalmente destituir a un presidente elegido en las urnas; es decir, acortar su mandato constitucional. Los artífices de este plan no revelarán abiertamente cuáles son sus intenciones, ya que dicen que el golpe blando es una mentira y se apoyarán en la artificial y forzada crisis económica y social del Estado. Lo que queda es recobrar fuerzas para defender el Estado de derecho y la institucionalidad del país.