Una crisis económica es definida como un periodo en el cual una economía afronta dificultades durante un tiempo prolongado. En otras palabras, es la parte de un ciclo económico en el que se produce un decrecimiento considerable en la economía y afecta por igual al conjunto de los agentes económicos durante la fase de contracción del ciclo.
Vistas así las cosas, las crisis económicas van aparejadas con la disminución de la producción de bienes y servicios, del consumo, el deterioro de las actividades comerciales, el incremento del desempleo y la caída el Producto Interno Bruto (PIB).
Y en un escenario en el que la economía boliviana no ingresó siquiera en recesión, voces contrarias al gobierno del presidente Luis Arce Catacora afirman que la economía boliviana ‘está en crisis’ y configuran escenarios apocalípticos, propios de la Divina Comedia de Dante Alighieri, y profetizan que por culpa de “pecadores masistas” Bolivia se encamina a vivir ‘los horrores del infierno’. ¡Sálvese quien pueda!
No obstante, los indicadores de 2022 desmienten a los agoreros de la crisis: tipos de interés estables, tipo de cambio fijo (Bs 6,96 para la venta y Bs 6,86 para la compra), pese a los esfuerzos de los especuladores para consolidar un mercado paralelo del dólar, bajo nivel de desempleo (4,3%), crecimiento del PIB (3,48%), la inflación más baja de Sudamérica (3,1%) y un déficit fiscal a la baja (7,2%).
Además, en el marco del Plan Fiscal Financiero, suscrito a principios de gestión entre el Banco Central de Bolivia y el Ministerio de Economía, los principales objetivos del BCB en 2023 son: apuntalar el crecimiento económico, precautelar la estabilidad cambiaria y de precios, controlar las presiones inflacionarias externas y dar mayor certidumbre a la población. Se tiene previsto un crecimiento del PIB del 4,86%, una inflación de fin de periodo del 3,28%, un balance fiscal global respecto del PIB de -7,49% y una inversión pública de $us 4.006 millones.
En este contexto, el movimiento económico que generó la Entrada del Señor Jesús del Gran Poder, que recorrió las calles paceñas el pasado sábado 3 de junio, cuyo trabajo previo se inició al menos a principios de año; desmienten las opiniones subjetivas y con altas dosis de intencionalidad política de ‘analistas’ y actores políticos opositores empeñados en desestabilizar la economía nacional.
“El Gran Poder como vitrina para el populismo autoritario. La crisis económica azota al país y como no pueden ni saben resolverla se van a bailar, como si sus disfraces los liberaran de responsabilidad”, acusó en un tuit, que luego borró, un viejo periodista devenido en ‘analista’, comentando una fotografía de la ministra de la Presidencia, María Nela Prada, bailando de chola paceña en una fraternidad de morenos.
Sin embargo, el susodicho análisis colisiona ante una irrefutable realidad: 75 fraternidades folklóricas y al menos 40 mil danzantes, cientos de miles de espectadores que atiborraron una travesía de unos 12 kilómetros de recorrido, cientos de vendedores de espacios para sentarse y decenas de miles de comerciantes de comidas, bebidas y de artículos de consumo, entre muchos otros actores económicos.
Y si hablamos de cifras, la Alcaldía de La Paz estimó en $us 160 millones (Bs 1.113,6 millones), el presidente de la Asociación de Conjuntos Folklóricos, Galo Carrillo, en $us 200 millones (Bs 1.392 millones), la opositora Página Siete publicó $us 60 millones (Bs 417,6 millones) y el Gobierno reportó Bs 437,2 millones de movimiento económico en la festividad.
Sea como fuere, ninguna economía en crisis ni familia que disponga de lo justo para comer y asumir sus gastos esenciales, como retratan a Bolivia ’analistas’ y políticos opositores, podría erogar gastos para bailar, divertirse, celebrar, consumir… en una festividad que combina la fe en sus creencias y el derecho de la gente a decidir en qué gastar su dinero.
Entonces, habría que responderle al ‘analista de marras’, y a otros de su género, que la Entrada del Señor Jesús del Gran Poder fue una muestra más de estabilidad, ya que dinamizó la economía paceña y mejoró el desempeño de la economía boliviana, y que ‘la crisis que azota al país’ está en otros lares, no está en Bolivia, para bien de los bolivianos.