Para ser estúpido no hace falta ser bruto. En 1943, un pastor luterano, de origen alemán, de nombre Dietrich Bonhoeffer (1906-1945), se preguntó cómo en la población de un país culto y avezado en las ciencias y en las artes, como Alemania, pudieran existir personas capaces de aceptar el Holocausto.
Igualmente se preguntaba cómo era posible que personas cultas e inteligentes hubiesen permitido que Hitler alcanzara el poder absoluto sobre sus vidas.
Bonhoeffer llegó a la conclusión de que, más allá del contexto económico y social, la razón del apoyo a Hitler era la estupidez.
La estupidez, decía, “es un enemigo del bien, más poderoso que la maldad; a la maldad, agregaba, podemos enfrentarla por la fuerza, pero ante la estupidez estamos indefensos”.
Ante la estupidez, las razones, por muy claras y objetivas que se muestren, caen en oídos sordos.
El estúpido está totalmente convencido en lo que cree y lo que afirma, ante argumentos imposibles de negar, simplemente los ignora, mientras que el malicioso podría cambiar de opinión.
Según Bonhoeffer, “la estupidez es un defecto de la personalidad y no de la capacidad del ser humano, son las circunstancias externas, las que convierten en estúpida a una persona que así lo permite”.
En nuestros días vemos, en vívidos colores, un nuevo Holocausto, uno capaz de sistematizar el genocidio mediante masacres diarias y con imágenes tan reales que resulta difícil de creer que se trata de un nuevo Holocausto parecido a aquel de los judíos perseguidos e incinerados por el nacismo hitleriano, solo que más moderno, en tiempo real y ante las miradas estupefactas de los pueblos del mundo.
Después de 1945, los medios presentaron al orbe, los horrores del genocidio y, para recordarlo, en la capital del imperio, bajo el nombre de Museo del Holocausto, cualquiera podrá conocer lo que encierra esa terrible frase, solo tiene que visitar Washington y asistir a ese museo.
En el Museo del Holocausto se muestran las edificaciones construidas, especialmente para la muerte, miles de fotos de judíos asesinados, de las vestimentas y calzados que portaban antes de ser envenenados en las cámaras de gas. Se muestran los rostros agonizantes de quienes, alguna vez, disfrutaron de una vida feliz y prometedora, hasta la llegada del nacismo al poder en Alemania.
Ante esas evidencias, a partir de 1944, nadie podría dudar de lo ocurrido en esos nefastos años de la Segunda Guerra Mundial, so pena de ser acusado de “antisemita”.
Hoy, millones de seguidores, vía internet, del constante bombardeo de Israel sobre la Franja de Gaza, no pueden negar su rechazo al genocidio de palestinos a manos de los judíos sionistas de Israel, será entonces que ¿estamos en presencia de millones de antisemitas?
Hemos visto en las redes las caras de esos palestinos mucho antes de ser despojados de su tierra. Hermosas fotos de paisajes, playas, ciudades y pueblos habitados también por gentes que alguna vez disfrutaron de una vida feliz y prometedora, hasta la llegada del sionismo.
Pero llama la atención que, ahora, nos llegan en las redes aplicaciones de Internet y en los televisores de señal abierta, de todo el mundo, a judíos descendientes de aquellos martirizados ahora convertidos en estúpidos martirizadores de árabes.
Ante esta absurda e incongruente realidad que observamos, ¿cómo es que los judíos, habiendo demostrado su sabiduría a través de la historia, hayan permitido el surgimiento del sionismo que ahora los avergüenza con sus estúpidas y sangrientas posturas?
¿Cómo es que han aceptado la creación de Israel, una nación construida sobre la usurpación y asesinato de un pueblo milenario como el palestino?
¿Por qué permitieron que los askenazis se adueñaran del judaísmo y criaran los monstruos que hoy conducen los destinos de Israel?
Como es sabido, los verdaderos judíos, especialmente los que hacen vida en la ciudad de Nueva York, no apoyan las masacres de árabes palestinos.
Entonces, ¿qué clase de judíos son los que habitan en Israel?
¿Es que acaso se han convertido en un pueblo descerebrado incapaz de ver lo que todo el mundo ve?
¿Qué se puede decir de seres que bailan en las calles de Tel Aviv celebrando la muerte de siete mil niños inocentes, solo porque identifican a sus padres como árabes subhumanos que no merecen vivir?
¿Quién les metió en la cabeza tamaña estupidez?
¿Cómo es que miles de millones de personas de los pueblos del mundo a diario los identifican como asesinos, les envían miles de imágenes en vivo, de niños mutilados, ensangrentados, en los brazos de madres sumergidas en llanto y terror y ellos siguen bailando, cantando y asesinando?
¿Cómo definir a esos judíos?
¿De dónde salieron?
¿Quién los educó?
¿A cuál religión pertenecen?
¿Cuáles son los objetivos que persiguen?
Estos estúpidos han proliferado y se encuentran en posiciones de poder principalmente en países como Estados Unidos, Alemania, Inglaterra y Francia, justo en las naciones líderes de la OTAN, la mortífera máquina de guerra anglosajona estadounidense.
¿A dónde pretenden conducir al mundo?