Es hora de que la Iglesia Católica deje de impartir educación escolar a los niños y a los adolescentes. El Estado debe tomar cartas en el asunto. La Iglesia utiliza las escuelas para adoctrinar con el objetivo de que el ser humano asimile las ideas del catolicismo como la única verdad existente. Pero es mucho peor que varios curas abusen sexualmente a menores, es un escándalo que debe ser debatido por la sociedad boliviana y tomar decisiones, además sancionar drásticamente a los encubridores y cómplices.
“Para muestra, un botón”. Esta frase denota que no es necesario mostrar o enseñar todo, debido a que de un solo ejemplo se puede deducir fácilmente lo demás que queda por descubrir. Y aunque no se debe estigmatizar a todos los curas que forman parte de la Compañía de Jesús, es difícil volver a confiar la educación a esa congregación o a otra que forma parte de la Iglesia Católica. ¿Cómo se puede confiar en que estos abusos no se repitan en escuelas dirigidas por curas y que nuevamente tengamos que descubrir el horror e iniquidad que vemos ahora en el colegio Juan XXIII de Cochabamba o en el colegio San Calixto de La Paz? No es para menos, fueron niños y adolescentes abusados sexualmente, personas indefensas y vulnerables.
El procurador General del Estado, Wilfredo Chávez, ya ha exigido acabar con el encubrimiento sistemático que ejerce la Iglesia Católica en el caso de los abusos sexuales que cometieron sacerdotes jesuitas y repensar la relación del Estado Plurinacional de Bolivia con la Iglesia. Se sabe que el cura Alfonso Pedrajas abusó sexualmente a 85 menores junto a otros religiosos en Bolivia.
Pedro Lima, exjesuita, ha declarado al periódico español El País que fue expulsado de la Compañía de Jesús una vez que denunció dichos abusos, él reveló que Pedrajas y los otros curas Luis Tó y Antonio Gausset Capdevilla vejaban sexualmente a menores, peor aún la Compañía de Jesús dejó que Tó enseñe en Bolivia a sabiendas de que este tenía una condena por pederastia. A esta lista también se suma el otro cura de nombre Luis María Roma Pedrosa, igualmente con antecedentes de pederastia. Lima además denunció que Ramón Alaix, quien en ese entonces era provincial de los jesuitas, tenía conocimiento de los abusos sexuales a niños y adolescentes, y fue él quien firmó el documento de su expulsión.
Los abusos sexuales son delitos y no errores, como dijo el arzobispo cruceño, monseñor René Leigue, bajo el pretexto de que el tema no debe politizarse. Existe una gran diferencia entre errores y delitos. El “error” es una acción que no sigue lo que es correcto, acertado o verdadero, mientras que el “delito” es una acción que va en contra de lo establecido por la ley y que es castigada por esta con una pena grave. Por todo esto es importante debatir este caso de vejámenes sexuales a niños y adolescentes bolivianos, por supuesto no pueden quedar en la impunidad sobre todo los encubridores y cómplices que ahora quedan, es hora de sentar un precedente y repensar la educación que está en manos de la Iglesia Católica.