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Mahmoud Elalwani

La legitimidad del reconocimiento del Estado de Palestina

En el día 706 del genocidio sionista contra Gaza que ha causado el asesinato de 64.756 palestinos y más de 164.000 heridos, la Asamblea General de las NNUU celebró su 80.a sesión el pasado día 12 de septiembre.

En dicha sesión se llevó a cabo una votación para la organización de una conferencia internacional de paz para la solución pacífica del tema palestino y la solución de los dos estados, según la declaración de Nueva York, presidida por Francia y Arabia Saudí. El resultado de la votación fueron 142 países a favor, 10 países en contra (Estados Unidos, Israel, Hungría, Argentina, Paraguay, Nauru, Micronesia, Palau, Tonga y Papúa Nueva Guinea) y 12 países se abstuvieron (Guatemala, Ecuador, República Checa, Albania, Camerún, Congo, Etiopía, Sudán del Sur, Fiji, Samoa, Macedonia del Norte y Moldavia).

En un momento sin precedentes, Palestina se presentó ante el mundo no solo como una herida abierta, sino como una entidad viva con nombre, fronteras y un pueblo que, a pesar de su largo exilio, no se ha rendido. Ciento cuarenta y dos países votaron declarando que consideraban a Palestina un Estado digno de vida, no un simple asunto postergado o una crisis pasajera en la agenda política.

 Este reconocimiento no fue una efímera declaración de solidaridad, ni un hecho puntual y sin impacto, más bien fue una clara consagración internacional de un derecho legal fundamental: que los palestinos deben tener su propia patria, su propia bandera y un lugar respetado en el mapa de las naciones. Por otro lado, diez se negaron y doce dudaron, como si no quisieran que se hiciera justicia o como si temieran ofender a un aliado, incluso a costa de sus principios.

 Pero ¿qué significa este reconocimiento?, ¿qué puede ganar Palestina con él?, ¿reemplaza esta vía la activación del Artículo 377 de la Carta de las Naciones Unidas?

 El reconocimiento no se otorga en vano en el sistema internacional, es una certificación política y jurídica de que Palestina ha alcanzado la condición de Estado ante la comunidad internacional, cumpliendo con los elementos de la condición de Estado definidos por la Convención de Montevideo de 1933: un pueblo residente, un territorio establecido —aunque bajo ocupación—, un gobierno que ejerce su autoridad a pesar de los desafíos y la capacidad de entablar relaciones internacionales de manera equilibrada. Cuando la mayoría de los países del mundo reconocen a Palestina, este consenso se convierte en una base jurídica que consolida la legitimidad del Estado palestino y fortalece su posición en el ámbito internacional. Esto permite a Palestina ampliar su membresía en tratados internacionales, presentar denuncias ante tribunales internacionales y actuar con mayor eficacia para procesar legalmente la ocupación, incluso ante la Corte Penal Internacional. De hecho, este reconocimiento otorga a Palestina la capacidad de ejercer funciones internacionales de soberanía —aunque sea simbólica o parcialmente—, algo que no era posible en el contexto de la mera “autoridad”. Representa la transformación de una entidad observadora en un Estado que afirma su presencia.

 Por otro lado, la activación del Artículo 377 de la Carta de las Naciones Unidas, conocido como el mecanismo de “Unión por la Paz”, es una herramienta política de emergencia utilizada cuando el Consejo de Seguridad está paralizado y la justicia internacional se ve obstruida por el veto. Este artículo autoriza a la Asamblea General a tomar medidas políticas y diplomáticas para mantener la paz, como emitir recomendaciones para el envío de fuerzas de observación o instar al cese de las hostilidades. Un grito emitido por la Asamblea General cuando la fuerza silencia la voz de la ley.

 Aquí radica la diferencia fundamental: el reconocimiento de 142 Estados no es una mera reacción a una crisis; es un paso fundamental en la construcción de un Estado palestino. Es una inversión en el futuro, no una maniobra circunstancial. Es como plantar un árbol en la tierra de la historia, regado por la acción diplomática y que otorga una legitimidad internacional difícil de ignorar, incluso para los enemigos.

 En el camino hacia la liberación, no basta con tener razón; también es necesario poseer las herramientas para demostrarla y defenderla. Palestina necesita ambas cosas: un reconocimiento que consolide la entidad y mecanismos internacionales que la protejan e impidan su eliminación. Pero no cabe duda de que este último reconocimiento, por parte de esta enorme cantidad de países, representa un verdadero punto de inflexión, no solo porque describe a Palestina como un Estado, sino porque obliga al mundo a tratarla como tal. Palestina demostró que aún es capaz de unir al mundo en torno a su derecho.

Por: Mahmoud Elalwani/


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