El fracaso estrepitoso, grotesco y descabellado del comediante de teatro Volodymir Zelensky en la reunión con Donald Trump ha demostrado de forma contundente que el poderío y las políticas de sometimiento a los países del orbe continúan vigentes; así como ha develado un quiebre con la Unión Europea, frente a la multipolaridad y la consolidación militar y económica de China, Rusia, Irán y sus aliados.
Después de la 1ra y 2da Guerra Mundial, EEUU por su poderío militar y sus dádivas a Europa con el Plan Marshall se había convertido en un pilar fundamental de las relaciones internacionales. Casi todas las “políticas de seguridad” giraban en torno a Washington; sin embargo, desde la década de los años setenta y el declive de su economía —en especial la disminución de las reservas de petróleo—, éste comenzó a perder terreno en el plano internacional, siendo estos lapsos de debilitamiento el caldo de cultivo para que las nuevas potencias se consoliden como nuevos actores en el plano internacional.
El nuevo orden mundial que ha querido ser diseñado por Thomas Huntington y su “Choque de civilizaciones” —en estricta obediencia a su amo H. Kissinger—, no ha tenido ningún efecto para dislocar el posicionamiento de los nuevos actores, pese a que la concepción de las relaciones internacionales era proclive al realismo pesimista de EEUU.
En esa línea, cualquier intento de progreso de los actores internacionales en especial de los estados que aun emergían como independientes, no tenían sentido de ser, por ello manifestaban que las corrientes idealistas de las relaciones internacionales solo enfrentaban un problema de “forma superficial”, sobre las condiciones racionales (John H. Herz) a diferencia de las corrientes realistas, que debido a su pesimismo antropológico negaban la posibilidad de progreso y que la posibilidad de mejorar el sistema internacional en aras de la paz estaba condicionada a la seguridad del estado y a sus propias decisiones, dejando de lado la intervención directa de los individuos (líderes). En suma, para los realistas los intentos de perfección del sistema internacional estaban condenados al fracaso.
Bajo esas consideraciones, el realismo es pesimista, conservador, empírico y receloso de los principios idealistas; ya que en la última conferencia de seguridad en Múnich, se observó —de acuerdo a sus conclusiones— una profunda división entre Estados Unidos y Europa, especialmente debido a las políticas de la administración Trump, quién para las negociaciones para un alto el fuego no incluyó a Ucrania ni a los líderes europeos. El haber echado a Zelenski de la Casa Blanca, es una confirmación de sus estertores como imperio.
En Múnich y Washington se ha podido denotar un juego político apegado a un realismo artero sin tomar en cuenta a los ideales establecidos en la Carta de San Francisco de 1945, en donde EEUU siguiendo su política de seguridad pragmática y realista desde el 11 de septiembre de 2001, viene aplicando una “diplomacia” unilateral sin la necesidad de que pueda pedir autorización al Consejo de Seguridad para llevar a cabo sus operaciones de “seguridad en aras de la Paz”.
El panorama actual ha demostrado que, en el mundo desde la visión estadounidense, no importa la diplomacia ni los buenos oficios, sino los negocios, como las tierras raras que posee Ucrania frente a las posturas idealistas de las RRII, y como las demostradas por Putin y el nuevo orden mundial que impulsa un escenario global más equitativo y equilibrado, donde varias potencias compartan el liderazgo en lugar de una sola dominante.
Hoy, el oso asiático viene desempeñando un papel crucial, actuando como un contrapeso al poder histórico de Occidente, particularmente de Estados Unidos en donde según éste, la multipolaridad permitirá que más voces sean escuchadas y respetadas.
Las decisiones de la sociedad mundial ya no están en manos de un solo actor sino en varios; el hecho de la fractura entre Washington y Bruselas y los deseos de este último de enfrentarse solo a Rusia (por “ayudar” a Ucrania) denotan las reconfiguraciones de la sociedad internacional hacia un mundo multipolar.
Por: Roberto Chambi Calle/
Jurista, teólogo y analista en RRII