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 Felicidad Villegas Mamani

La participación de los padres de familia en el proceso educativo

Actualmente, para los maestros y maestras, lidiar con los padres o madres de familia en el proceso educativo puede convertirse en una tarea difícil, que por las características de la sociedad presente es un desafío que requiere gran compromiso de todos los involucrados en la educación.

Ahora bien, ¿desde cuándo la participación de los padres de familia en el proceso educativo tiene tanta connotación? Haciendo una retrospectiva, observamos que desde la promulgación del Código de la Educación Boliviana en 1955 se incorporó la cooperación de los padres de familia, pues en su artículo 307 señala: “Los padres de familia tienen el deber de coadyuvar y participar en la acción de la escuela, cooperando a las autoridades educacionales…”, y en su artículo 308 indica: “Bajo los auspicios del director y personal docente de cada escuela, se organizarán asociaciones de padres de familia, para desenvolverse en estrecha colaboración…”. Asimismo, la Ley de Reforma Educativa 1565 de 1994 reconoce como una de sus estructuras la “Participación Popular, que determina los niveles de organización de la comunidad, para su participación en la Educación”, y en su capítulo III incorpora como uno de sus objetivos el “Asumir las opiniones de la comunidad educativa, promoviendo la concertación”. En este mismo marco, la actual Ley de Educación 070, en su artículo 2 señala textualmente: “Se reconoce y garantiza la participación social, la participación comunitaria, de madres y padres de familia en el sistema educativo, mediante organismos representativos en todos los niveles del Estado…”.

Como se puede apreciar, el reconocimiento de la participación de los padres de familia se remonta al Código de la Educación Boliviana. Sin embargo, esta participación era restringida, reducida a la cooperación del personal docente, a la presentación de sugerencias para el mejoramiento escolar e incluso a la contribución económica para proyectos. Pero es desde la promulgación de la Ley 1565 que se abren canales de participación para los padres de familia en los procesos educativos. Esta participación fue directa, a través de las asambleas o reuniones de padres de familia, promoviendo su participación para mejorar la calidad de la educación. Una muestra clara es la conformación e incorporación de las juntas escolares al interior de las unidades educativas, que aún mantiene vigencia con el denominativo de Consejo Educativo de Padres y Madres de Familia. Ahora, la Ley 070 concede bastante espacio de participación a los padres de familia en los procesos educativos, ya que entre sus objetivos establece “promover consensos entre los diferentes actores de la educación para la definición de políticas educativas, comprendiendo que la educación es un bien común y corresponsabilidad de todas y todos”.

Es innegable que la participación de los padres en la educación es fundamental para el éxito de los estudiantes, lo que refiere que tanto los maestros como los padres de familia comparten la responsabilidad de enseñar y formar a los estudiantes. Empero, los padres tienen expectativas altas para sus hijos y, a veces, pueden sentirse frustrados o decepcionados con el desempeño de estos. Esto en ocasiones lleva a conflictos con los maestros, quienes pueden sentirse atacados o criticados, pues muchos padres de familia atribuyen el bajo desempeño de sus hijos solo al maestro, sin reflexionar sobre su labor como padre de familia.

Los maestros y maestras deben crear espacios de comunicación abiertos que permitan la participación de todos los padres de familia, para promover su participación en el aprendizaje de sus hijos, involucrándolos en el proceso educativo de manera efectiva. Por otro lado, la participación de estos actores no debe tergiversarse ni convertirse en intromisión de funciones. Si bien el involucramiento de los padres en la educación de sus hijos trae beneficios, también llega a tener connotaciones negativas, pues se evidencia con más frecuencia casos en los que el involucramiento de los padres de familia es excesivo, contradiciendo y hasta obstaculizando las actividades que forman parte de la planificación del maestro y el normal desarrollo del proceso educativo, situación que preocupa a la gran mayoría de los maestros que se sienten limitados y hasta coaccionados en su trabajo.

Estoy de acuerdo con generar espacios de participación e involucramiento de los padres de familia en el proceso educativo, pero esta participación debe ser positiva y no debe tergiversarse ni convertirse en intromisión de funciones. El realizar actividades como: escuela de padres, conferencias o talleres y actividades en la unidad educativa con participación de padres e hijos, puede favorecer a la comunicación abierta y honesta para conocer las expectativas tanto de maestros como de padres de familia en relación con la educación de sus hijos, además de fortalecer la práctica de valores que faciliten la convivencia armónica y la concertación de propuestas educativas.

Sin duda, para los maestros involucrar a los padres de familia en el proceso educativo y lidiar con ellos puede resultar una tarea desafiante, pero es importante recordar que los padres tienen un papel fundamental en la educación de sus hijos. Al trabajar juntos, padres de familia y maestros, se puede crear un entorno de aprendizaje y desarrollo favorable para todos los estudiantes. No olvidemos que ¡es mejor construir en comunidad, para transformar nuestra realidad!


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