Los paceños y no paceños —como decía Raúl Salmón— viven la Semana Santa de diversas maneras.
Si bien la mayoría la dedica al descanso por el largo fin de semana (como gran parte del mundo católico), otros aprovechan para viajar y hasta programar largos recorridos a pie, principalmente a Copacabana, o a Coroico, por el llamado “camino del Inca”, Takesi o la ruta del Choro, en una verdadera travesía de aventura.
Sin embargo, La Paz costumbrista la dedica al recogimiento espiritual, con sus actos litúrgicos que se remontan a los tiempos de la Colonia, cuando la Procesión de Viernes Santo salía de la Iglesia de La Merced y recorría sus alrededores; ya desde ese entonces la sociedad paceña junto a sus autoridades acompañaba la Procesión del Santo Sepulcro y vecinos notables llevaban en hombros las humildes imágenes del Cristo muerto y la Virgen Dolorosa, seguidos de los habitantes originarios que llevaban consigo grandes cirios para iluminar la noche.
Según Elías Zalles en su libro Tradiciones y anécdotas bolivianas —ya en tiempos de la República—, el expresidente Mariano Melgarejo junto a tres de sus ministros llevaron en hombros el Santo Sepulcro en el siglo XIX; aunque el carácter oficial de la Procesión se inicia durante la presidencia de otro “tarateño”, el general René Barrientos Ortuño, a fines de la década del 60’ del siglo pasado, cuando acompañó a la Procesión de ese año como Jefe de Estado, junto a su comitiva y la banda de música del Colegio Militar. A partir de entonces, el presidente de la nación, vicepresidente, ministros, autoridades locales y ciudadanía asisten a esta ceremonia “oficial” que sólo puede ser apreciada en Bolivia.
La solemne marcha es encabezada por monaguillos que hacen sonar grandes “matracas” —propias de los actos litúrgicos— llamando a los feligreses a ser parte de la procesión. Desde hace casi medio siglo cadetes de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional son los encargados de escoltar a cada una de las Imágenes, junto a sus bandas de guerra, que le dan el marco musical solemne a esta celebración interpretando tristes “boleros de caballería” que datan de la Guerra del Chaco, fusionadas a marchas fúnebres que hacen retumbar el corazón de los bolivianos.
En estos actos, la tradición no permite, por respeto, que ningún curioso o asistente lleve puesto gorra o sombrero, porque es considerado como una falta de respeto; impide espiar el solemne recorrido tras las cortinas de alguna ventana; y más bien fomenta que la vecindad reciba el paso de las Imágenes decorando sus balcones con elegantes lienzos adornados con flores.
El recorrido de la procesión estratégicamente pasa por diferentes templos por si llueve, y se puedan guarecer a las imágenes, lo que alguna vez ocurrió y fueron ingresadas al templo de Santo Domingo entre calles Ingavi y Yanacocha; o recientemente cuando luego de una fuerte lluvia casi cae la imagen del Señor de la Sentencia porque el agua remojó parte de su base, haciéndole tambalear.
Con todo, la Procesión del Santo Sepulcro de Viernes Santo, siempre ha contado con muy buena cantidad de feligreses, aunque durante la presidencia de Evo Morales se le haya quitado su solemnidad, al no permitir el acompañamiento de las escoltas de las FFAA y Policía Boliviana ni sus bandas de guerra, en el entendido que nuestro país es un Estado laico, es decir, que no tiene una religión propia como religión oficial, pero que respeta el derecho a la libertad religiosa.
Luego de haber pasado 15 años, el actual presidente, Luís Arce Catacora, promulgó en noviembre de 2023 la ley nacional que declara la Semana Santa como patrimonio de nuestro país y establece el retorno de militares y policías con todas sus características.
Pero la Semana Santa no sólo es devocional, es también una oportunidad para develar una variedad gastronómica propia de estas fechas —obviamente para los que se quedaron en la ciudad en lugar de vacacionar—, son los “siete platos” todos ellos a base de frutos de mar y nada de carne roja, como el ají de cochayuyo, de bacalao traído desde Noruega, sopa de camarones y “carbonada” a base de zapallo, entre otros; la fruta de la temporada y las “masitas” o “fruta seca”, conformada por bizcochuelos, maicillos y “dulces empanadas”, que fueran popularizadas por la ‘Gumicha’, la ‘Llanta baja’ y la ‘Florentina’ —hoy todas ellas desaparecidas—, quienes al filo de sus vidas sabiamente supieron heredar recetas y “saberes” a sus hijos para que aquellas delicias pervivan en nuestras mesas.
Semana Santa de tradiciones, no hay duda que tanto éstas como otras van a mantenerse en el tiempo, aunque conviviendo con nuevas tradiciones que motivan, mediante intensas campañas publicitarias, a consumir huevos de pascua y conejos de chocolate.
Esperemos que la celebración de esta Semana Santa y el llanto del Señor de las Caídas apacigüe el corazón de los bolivianos, traiga bendición a nuestros hogares y la unidad anhelada llegue.