Los actores internacionales hoy se van sumergiendo en una economía y finanzas que están rompiendo los esquemas tradicionales, en donde los Estados van cabalgando en los cuatro “jinetes del apocalipsis; “Globalización, conflicto, integración y cooperación”, en un escenario multipolar que cada día va debilitando los imperios frente a la emergencia de nuevos Estados que van yuxtaponiendo a los ancianos neoliberales proscribiendo su moneda, su influencia política y su fuerza militar.
Otrora, la economía internacional se balanceaba en varias monedas, las cuales tenían el respaldo de Estados poderosos; así por ejemplo la libra esterlina por muchos años sometió a varias naciones aun emergiendo la moneda única europea (euro) instaurada por el Tratado de Maastricht (1991), siendo irrelevante para la Corona Inglesa el proceso de la integración monetaria de la Unión Europea. El “reinado” de la moneda inglesa tuvo su momento, no teniendo más opción que ceder su lugar al dólar estadounidense, que ahora sumido en sus estertores de su final lucha por su sobrevivencia.
En tal sentido, las transacciones internacionales se basan en ciertas monedas seleccionadas conocidas como “duras”, como por ejemplo el dólar, el euro o las libras esterlinas; las mismas que han tenido relevancia e importancia desde la Segunda Guerra Mundial, especialmente por los países neoliberales, soslayando las monedas de los países del segundo y tercer mundo. Estas economías —y sus monedas— reunidas en el G-7 han sido quienes a lo largo de estas décadas han instaurado una política económica y neoliberal desde Bretton Woods, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional; satélites del imperio que han vulnerado no solo la economía de los países en vías de desarrollo, sino por sobre todo su sistema político, su soberanía y autodeterminación convirtiéndoles en sirvientes de sus monedas.
Amén de ello, la sociedad internacional se ha convertido en un mercado mundial en donde más “prima el comercio y las finanzas por sobre la vida humana”; ya que gran parte de estas solo sirven para seguir sometiendo a los pueblos libres del mundo, y que aun teniendo recursos energéticos como el caso de Venezuela (la mayor reserva de petróleo en el mundo), paradójicamente no puede vender su producto al mercado liberal fruto del bloqueo y las sanciones en su contra.
Frente a este panorama y ante el desplome del dólar, muchas potencias emergentes han adoptado otros tipos de monedas en el intercambio de bienes, servicios y mercancías frente a una moneda (dólar) que va terminando un ciclo manchado por la violencia, la guerra, las injerencias y sus miserias que desde la segunda mitad del siglo XX han desfigurado la sociedad mundial. La emergencia de Brasil, Rusia, India, China y Sud África en el marco de los Brics nos ha demostrado que la economía puede virar en torno a otras monedas.
Los procesos de integración en Latinoamérica hasta el momento han sido pírricos, los mismos influenciados por esa ola neoliberal, que es culpable de que las iniciativas respecto a la moneda única en la CAN o el Mercosur no hayan tenido el despegue correspondiente en un escenario minado y marcado por la influencia de EEUU y sus aparatos financieros; quienes condicionaban su “cooperación” a partir de la aplicación de cierto tipo de medidas como lo fue en su momento el Consenso de Washington, en esa línea los soportes y rescates financieros por ejemplo del FMI no obedecían al contexto mismo del estado asistido, así como no era equilibrado; peor aun cuando fuera de los intereses y condicionamientos la institución tiene una política de sobrecargos (cobros adicionales que se aplica sobre los préstamos) ahondando más la crisis del estado prestatario.
Frente a toda la virulencia del sistema financiero internacional, proclive a las políticas neoliberales, es que las potencias emergentes optan por otras vías para liberarse y así romper la hegemonía del dólar estadounidense y las instituciones financieras que las sostienen, por ende el hecho de que Argentina reemplace la divisa estadounidense por el yuan como moneda de intercambio comercial con el gigante asiático o que Brasil la haya convertido en la segunda moneda de sus reservas internacionales es un hito fundamental para las finanzas y el comercio en Latinoamérica; más aún que estas son dos economías grandes que forman parte activa del Mercosur y que desde este proceso de integración pueden irradiar su influencia y sus políticas financieras-comerciales a partir del uso de los yuanes, lo cual confirmaría las predicciones de los profetas de la economía; de que el imperio del dólar está en declive.