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Quim Boix

Los tres grandes delitos del capitalismo: roba, asesina y miente

Una inscripción en el centro del lago Titicaca, en la frontera entre Perú y Bolivia, recomienda a toda la humanidad no robar, no asesinar y no mentir.

Si se aplicaran estas “consignas”, que han copiado todas las religiones, la humanidad viviría de forma muy distinta a la actual, sin explotación humana (que es un robo perpetrado por la burguesía), sin guerras imperialistas (que asesinan para que las multinacionales puedan robar las riquezas naturales) y sin mentiras (repetidas mil veces para hacer creer lo contrario de lo realmente verdadero, para hacer creer que las multinacionales, que son las que realmente gobiernan en el Capitalismo, no roban ni mandan asesinar).

Estas reflexiones iniciales me facilitan entrar en materia.

Luego del 18º Congreso de la Federación Sindical Mundial en mayo de 2022 se creó el Instituto Obrero Internacional que tiene como tarea fundamental la formación sindical, y ella no solo para los dirigentes de las organizaciones sindicales, sino que debe ser concebida como formación para todas las personas que componen la clase obrera.

Creo fundamental esta preocupación a partir de mis experiencias de más de 60 años de practicar el sindicalismo.

Con mi primera lucha sindical, y mi primer despido de una empresa, en el sector del metal de Catalunya (Estado español), al final de los años 60 del pasado siglo aprendí la insuficiente capacidad de análisis de la mayoría de los trabajadores y trabajadoras de entonces (la dictadura fascista de Franco no ayudaba a ello) respecto a su situación laboral.

Por ello mi primera tarea en las entonces aún clandestinas CCOO (Comisiones Obreras, hoy sindicato amarillo al servicio de los gobiernos pro-capitalistas y de la patronal) fue la de dar cursos de marxismo.

Un doctor ingeniero industrial, como era yo, que se dedicara a dar clases de filosofía, aprovechando mi tiempo libre, no era nada habitual.

Pero lo que sí era habitual en los inicios de CCOO como sindicato, con tendencia a obligatorio, para todo representante de los trabajadores/as, era el realizar el curso de marxismo, y aconsejable para todas las personas nuevas en afiliación sindical.

Gracias a estos cursos, que no era yo (ni mucho menos) el único que los daba, los dirigentes sindicales y una buena parte de los afiliados/as sabían y podían explicar en cada lucha cuáles eran los intereses en juego y cuál era el papel que correspondía a la clase obrera. Así se ganaron muchas batallas en las empresas, en los convenios colectivos e incluso en los contenidos de leyes que se estaban redactando.

Es más, en las primeras votaciones libres, una vez muerto (desgraciadamente en la cama del hospital y no por castigo popular) el dictador, los dirigentes de CCOO explicábamos bien las diferencias entre las diversas opciones políticas. Seguíamos haciendo formación sindical en su vertiente política de defensa de los intereses generales de la clase obrera.

Como resumen simplemente explicábamos el porqué de no votar a las opciones pro-capitalistas, dado que es el capitalismo el principal enemigo de la clase obrera.

Desgraciadamente esta práctica de formación sindical promovida y estimulada se empezó a perder cuando el Eurocomunismo se fue extendiendo entre los dirigentes de CCOO.

Hoy, 50 años después, estamos ya pagando las consecuencias de no haber seguido por el camino sindical de la lucha de clases.

Hoy, en el Estado español, solo los sindicatos afiliados a la FSM (y no todos ellos) hacen una tarea (normalmente insuficiente) de formación sindical clasista. Y subrayo la palabra clasista, dado que las mismas CCOO se dedican hoy a hacer cursos, de teórica formación sindical, con profesores que explican la visión pro-capitalista de los empresarios, ya que quien les paga (para que así lo hagan) es la Unión Europea (que a la vez así financia a los sindicatos amarillos).

La UE se relaciona, a través de la CES, con los sindicatos amarillos, sindicatos socialdemócratas, sindicatos del sistema, partidarios de la paz social, que solo hacen teatro con sus convocatorias de huelga, y que han aceptado en las huelgas servicios mínimos de hasta el 95 % (estas son huelgas que interesan a la patronal pues obtiene igual producción, pagando menos con más explotación).

Así, las multinacionales, que dirigen las decisiones de la UE, tienen en los sindicatos pro-capitalistas una gran ayuda (que compensan con millonarias subvencionares) para engañar a los asalariados europeos y evitar huelgas y luchas como las que hubo en la segunda mitad del siglo XX (las que impulsó la FSM y dieron lugar a las conquistas laborales que ahora la patronal y los gobiernos nos arrebatan).

A ello se añade una OIT, Organización Internacional del Trabajo, que, con la desaparición de la URSS y la expulsión de la FSM de sus órganos de dirección, se ha consolidado como instrumento del capitalismo para aparentar que existe democracia en el mundo laboral.

Volviendo al “No robar, no asesinar, no mentir” en la formación sindical, estas tres consignas deberían ser recordadas constantemente como forma para acabar con el capitalismo. Un sistema económico, que Karl Marx supo analizar, se está perpetrando gracias a que, de momento, nos gana la guerra ideológica a los que queremos construir el socialismo y el comunismo. Aparte de las trampas en las votaciones, que cada vez hay más (incluso con los sistemas informatizados), la realidad es que la mayoría de la gente que va a votar son de la clase explotada y votan a explotadores (lo sean directamente o indirectamente, como muchos reformistas y socialdemócratas). Y una persona explotada solo puede votar a favor de una persona explotadora si está engañada.

Nuestro enemigo tiene muy claro lo que practicó el fascismo de Hitler, una mentira repetida mil veces acaba entendida, por parte de la mayoría, como una verdad. Las mentiras le permiten al capital-imperialismo, actualmente dominante, llamar “operación de paz” a cualquier guerra por genocida que sea (como ahora hacen en Palestina y El Líbano); las mentiras les permiten afirmar que salvan vidas cuando asesinan masivamente (guerra de Irak, para no repetir el ejemplo de Palestina); las mentiras les permiten llamar “ayuda humanitaria” sus intervenciones en países llenos de riquezas naturales, cuando intercambian productos manufacturados por materias primas de gran valor (hacen como los primeros colonizadores de América llevarse oro a cambio de baratijas).

Creo que no es difícil hacer comprender estas “verdades” a la mayoría de la población, pero para ello han de escuchar este mensaje, y luego reflexionarlo.

Nuestro enemigo, la clase explotadora, sabe que para cualquiera es más fácil entretenerse en algo que le distrae, no pensar en temas que obligan a concentrar la atención. Por ello promueven el deporte, no como ocio sano y sí como “nuevo opio del pueblo”, igual que lo han sido (y aún siguen siendo en muchos lugares) las religiones. Por ello la actividad cultural (cine, teatro, música, danza, etc.) es cada vez más espectáculo (que se mira sin esfuerzo) que enriquecimiento cultural.

Por ello, también, se promueve y potencia la abstención política. Para la burguesía (ellos nunca se abstienen) que la gente no vote es demostración de que hay democracia, de que el capitalismo funciona, ya que los que no votan aceptan la realidad sin enfrentarse a ella. Así en EEUU, a principios de este siglo, se valoró como un gran éxito de la falsa democracia burguesa que el alcalde de Dallas fuera elegido solo por un 2% de las personas con derecho a voto (solo votó el 5%, había tres candidatos, y los otros dos no llegaron al 2%).

Los que queremos acabar con el capitalismo deberíamos reflexionar a fondo estas ideas y actuar en consecuencia. Los partidos políticos, realmente anticapitalistas, uniendo capacidad de lucha contra el verdadero enemigo sólo así llegarán a conquistar el poder político, que es su real objetivo, y una vez en el poder podrán acabar con el capitalismo.

Los sindicatos de clase, que no tienen por objetivo conquistar el poder, sí debemos ayudar a concienciar a la mayoría de la población. Esta mayoría está compuesta de personas no poseedoras de los medios de producción y por lo tanto “explotadas” directa o indirectamente.

Las conquistas económicas o laborales, ganadas en las luchas sindicales, han de servir para facilitar la comprensión de la realidad de la explotación capitalista. Y para que se entienda por la mayoría de la población (y con ello por la mayoría de los votantes) que es necesario acabar con el capitalismo. No se acabará con el capitalismo votando a opciones socialdemócratas, reformistas, que afirman una cosa y hacen la contraria (como Podemos-Sumar, en el Estado español, y Syriza en Grecia).

Para terminar, deseo insistir en la idea de que la formación ideológica (y dentro de ella la que podemos y debemos hacer desde los sindicatos de clase) es hoy por hoy el único camino para acabar con el capitalismo.

La evolución de la historia de la humanidad nos lleva a pensar que revoluciones armadas son hoy casi imposibles, y que por lo tanto no nos queda otra vía que la revolución de las ideas y con ella acabar con la actual realidad del mundo capitalista que está gobernado por ladrones, asesinos y mentirosos.

Quim Boix i Lluch, sindicalista clasista.

La Paz/AEP


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