La historia de golpes de Estado en nuestro país empezó a un corto tiempo de la fundación de la República, cuando el 18 de abril de 1828, el Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre fue obligado a renunciar por medio de un motín de su guardia presidencial; el autor intelectual del golpe de Estado, el político Casimiro Olañeta. El pretexto fue la falta de pagos a la guarnición, sin embargo lo que buscaban era dejar sin efecto la Constitución Política de 1826 y expulsar a los representantes Bolivarianos.
Luego del golpe de Estado al Mariscal Sucre, vendría un periodo de inestabilidad política; en el lapso de un año hubo cuatro presidentes, hasta que asumió el mando el Mariscal de Zepita Andrés de Santa Cruz Calahumana (1829-1839), fue derrocado por José Miguel de Velasco (su vicepresidente).
La organización de nuestra nación no fue tarea fácil, desarticular el sistema colonial heredado sumió a Bolivia en una profunda crisis que se extendería casi por medio siglo. Andrés de Santa Cruz fue el forjador y organizador del Estado; en Agosto de 1831 sancionó nuestra Segunda Carta Magna; los posteriores textos constitucionales del siglo XIX en nuestro país, surgieron en base a esta norma que plantea un régimen republicano democrático y presidencialista (opuesto al parlamentario europeo).
Esta nueva Constitución mantiene la discriminación de la Carta Magna de 1826, otorgando ciudadanía solo a los “varones calificados”; segregando a los indígenas y a las mujeres, que continuaban sin ejercer su derecho ciudadano. Recordemos que al “voto calificado” solo aspiraban los varones que sabían leer y escribir, y tenían bienes patrimoniales. Los indígenas y mestizos quedaban fuera del derecho de ejercer ciudadanía, por no contar con estos requisitos; como resultado, el poder político estaba ejercido por una minoría —son quienes aprobaron nuestra segunda Constitución, la “minoría calificada” de esa época—.
La abolición de la esclavitud, señalada en las constituciones de 1826 y 1831, se hizo realidad entre las décadas de los veinte y los treinta del siglo XIX; sin embargo, si entendemos a la Esclavitud como cualquier forma de sometimiento de un ser humano a dominio ajeno contra su voluntad, continúo existiendo con el nombre de pongueaje que consistía en “el servicio que están obligados a prestar al patrón los indígenas que no tienen propiedad ni patrimonio”, en este caso todos y todas las indígenas.
La economía boliviana en el siglo XIX estaba sustentada en la explotación de la plata, mineral extraído del Cerro Rico de Potosí. Nuestro país fue el mayor poseedor de plata del planeta (se estima que durante la Colonia, España se llevó el equivalente a 50.000 millones de dólares, dando surgimiento al Capitalismo, que nació con nuestro capital, tomando en cuenta que quienes nos colonizaron en ese momento eran agricultores; con la riqueza extraída en nuestro país, contaron con un capital, que luego lo retornarían como inversionistas). En el siglo XX, surgiría la era del estaño.
En este contexto ¿cuál la participación de las mujeres?
Nuestra Sexta Constitución aprobada en 1851, durante el gobierno de Manuel Isidoro Belzu, establece que la enseñanza es libre, sujeta solamente a las condiciones de capacidad y moralidad. La educación primaria para las mujeres de clase alta (criollas) vendría en el siglo XX, en tanto que las mujeres indígenas seguirían sometidas al servicio doméstico obligado (servidumbre), por la única razón de ser mujer e indígena. Las mujeres mestizas tampoco gozaban de los beneficios de las mujeres criollas.
La Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca, fundada —durante la Colonia— el 27 de marzo de 1624, y la Universidad Mayor de San Andrés, creada el 25 de octubre de 1830 —en el gobierno del Mariscal de Zepita—, albergaban solo a varones, y de la élite de entonces.
En el siglo XIX, Bolivia vivía un proceso de reafirmación de su identidad blanca con la negación de lo indígena, de la misma forma, la reafirmación de la conciencia de la mujer blanca se sustentaba en el dominio de la mujer indígena.
La primera ola del feminismo nacido en Europa y EEUU (1791, declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadanía, e inicios del feminismo, 1848) aún no tuvo eco en las mujeres de nuestro país.
No se tiene registros de lideresas mujeres en este periodo, en ningún estrato social: criollo, mestizo o indígena.