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Mahmoud Elalwani

La hoja de ruta del gobierno extremista de Netanyahu

El gobierno de coalición fascista israelí  aprobó un plan de asentamientos en un tiempo récord, rompiendo muchas “restricciones burocráticas” y poniéndolo en manos del ministro colono y terrorista Smotrich. El plan incluía partes complejas que contemplaban acelerar los trabajos del proyecto que desmembrará Cisjordania separando su centro de su norte, lo que fortalece la condición de dividirla en cantones y así impedir las posibilidades de establecer un Estado palestino geográficamente contiguo.

 El gobierno de ocupación decidió iniciar la implementación del plan dirigiéndolo hacia la consecución del mapa de “intereses estratégicos” que incluye la anexión y judaización de más del 62% de las tierras de Cisjordania y Jerusalén con el fin de dividir Cisjordania en cinco áreas palestinas separadas entre sí: Jenin, Nablus, Ramallah, Hebrón y Jericó y, además, para lograr el control total israelí a lo largo del Valle del Jordán,  conseguir el aislamiento total de una franja fronteriza a lo largo de las fronteras con Jordania, garantizar la conexión de Israel con el Valle del Jordán, crear áreas de profundidad geográfica en el centro de Cisjordania y separar completamente la ciudad de Jerusalén de Cisjordania. El gobierno de ocupación israelí comenzó a implementarlo dentro de un “consenso no anunciado” que conlleva una campaña para destruir al gobierno palestino.

Para legitimar la anexión de Cisjordania el gobierno de ocupación trata de escalar la situación. Los crímenes de la extrema derecha y sus colonos evocan nuevamente la Nakbah, esta situación devuelve a nuestras mentes los crímenes de las bandas sionistas y la cultura de incendios y masacres perpetradas contra los palestinos desde 1948.

 Los asesinatos extrajudiciales y las ejecuciones sobre el terreno cometidos por los colonos y las fuerzas del terrorismo de ocupación israelí contra los ciudadanos palestinos, incluidos los niños, han llegado a dominar el escenario cotidiano de la vida de los ciudadanos palestinos debido a la escalada oficial y deliberada israelí y a las instrucciones y directivas emitidas por el escalafón político y militar del Estado de ocupación que obliga a sus soldados a facilitar el disparo de balas reales contra ciudadanos palestinos con el objetivo de matar. Este escenario en el territorio palestino ocupado ya se ha cobrado, desde principios de año hasta el momento, la vida de más de 200 ciudadanos palestinos, entre ellos 37 niños, además de cientos de heridos, aterrorizando a niños indefensos y civiles, paralizando sus vidas, saboteando y destruyendo sus bienes.

La responsabilidad plena y directa de estos crímenes, sus consecuencias y repercusiones en el escenario del conflicto, así como la seguridad y estabilidad de la región recae sobre el gobierno israelí, encabezado por Benjamín Netanyahu.

 No obstante, la actual escalada israelí es un desprecio por las posiciones internacionales y una rebelión contra los acuerdos y entendimientos firmados bajo los auspicios internacionales y estadounidenses que exigen que se detenga esta escalada que forma parte de una política oficial israelí destinada a crear el caos en la región para facilitar la no anunciada anexión gradual de la Cisjordania ocupada, incluida Jerusalén Este; política dirigida a debilitar al gobierno palestino, marginándolo, dañando la relación de éste con su pueblo y apartando al único socio de paz palestino. Este escenario hostil a la paz y a cualquier solución política para resolver el conflicto es consecuencia del programa de la coalición gobernante de extrema derecha israelí.

 El gobierno israelí está situando a los colonos y sus crímenes al frente de los eventos y ataques en la Cisjordania ocupada de manera premeditada y deliberada como una política oficial israelí destinada a ocultar y legitimar los crímenes de las fuerzas de ocupación a nivel internacional y para dar la impresión a la comunidad internacional de que el conflicto en Cisjordania es entre ciudadanos palestinos e israelíes con un ejército que los separa; también para presionar a los países y a las Naciones Unidas para cambiar la dirección de sus demandas de forma que se centren en pedir el fin de los ataques de los colonos y no exigir el cese de la actividad de los asentamientos en todas sus formas como ilegales; para que la presencia del colono se convierta en una realidad que debe ser atendida y que lo único necesario sea detener su agresión, para obligar al ciudadano palestino a pensar en cómo proteger su casa alejándolo de estar interesado en defender su tierra violada y saqueada, favoreciéndose así los asentamientos.

 El gobierno de ocupación continúa destruyendo sistemáticamente cualquier oportunidad de implementar la solución de dos Estados, cierra la puerta a cualquier oportunidad de solución política al conflicto y ahonda en el fracaso  de la comunidad internacional para implementar las decisiones de legitimidad internacional por su falta de seriedad en exigir el respeto a sus responsabilidades y a las decisiones tomadas respecto al pueblo palestino para impedir implementar más proyectos de asentamientos.

El expansionismo devora la Cisjordania ocupada y completa los episodios de perpetuación del régimen del apartheid a la vista de todos los componentes de la legitimidad internacional y de los países que afirman adherirse a la solución de dos Estados y a los principios de los derechos humanos en los medios pero que, en la práctica, los abandonan en todo lo referente a la situación en la Palestina ocupada.

 Las reacciones internacionales hacia los crímenes de la ocupación y los colonos no son proporcionales a la magnitud de estos crímenes; giran en un círculo vicioso de fórmulas mediáticas formales, quedándose en meras declaraciones y posiciones no vinculadas a medidas prácticas que presionen al Estado ocupante para que detenga su insana escalada y rebelión frente a los entendimientos firmados; lo que pone en duda la seriedad de esas posiciones y su capacidad para forzar y obligar al gobierno israelí a detener todas sus medidas unilaterales ilegales. Todo ello pone de manifiesto una doble moral internacional cómplice de la ocupación y de sus proyectos hostiles a la legitimidad y voluntad internacional de paz, conduciendo a su continuidad y llevando el conflicto a un escenario de violencia que es difícil de controlar.


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