Es innegable la creciente presencia del empresario Marcelo Claure en la sociedad boliviana, primero como dueño del Club Bolívar y recientemente en la política. Como cualquier persona pública, tiene sus detractores y seguidores; incluso cuando llega a buscar una mayor influencia a través de entrevistas, encuestas y diálogos con los aspirantes a la presidencia con miras a las elecciones de agosto.
Este rol político coincide con un momento en el cual Bolivia posee la mayor reserva mundial de litio, sumado a que Claure tiene inversiones en el sector tecnológico estadounidense y sus recientes declaraciones en contra de la estrategia de industrialización del litio en suelo boliviano. La coincidencia se transforma en parodia si recordamos a otro multimillonario altamente polémico en la historia económica de Bolivia: Simón I. Patiño.
Patiño fue el principal representante del “superestado” o “rosca minera” junto a otros dos magnates que controlaban la producción nacional de estaño durante la primera mitad del siglo pasado. Durante las dos primeras décadas del siglo XX, Patiño fue cercano a Montes, líder del Partido Liberal y dos veces presidente de Bolivia. Después de 1920 financió los sucesivos déficits de los gobiernos del Partido Republicano. Los préstamos al Estado boliviano exigían que los impuestos a la minería del estaño permanecieran congelados.
En los años 30, Patiño financió parte del esfuerzo bélico de la Guerra del Chaco y “movió palancas” en los partidos oligárquicos para combatir a Toro y Busch. En los 40, coludido con el gobierno de Peñaranda, perpetró la masacre de Catavi contra los trabajadores mineros que exigían mejores condiciones laborales, e impulsó el derrocamiento de Villarroel.
Hoy en día, pareciera que Claure parodia a Patiño: su interés manifiesto por el control de un mineral altamente demandado por el mercado internacional, el relacionamiento con los políticos “de diferentes bandos” para tener influencia en el gobierno, sin importar quién gane en los próximos comicios; y finalmente el interés en perpetuar la estructura primario exportadora sin generar valor agregado en suelo nacional.
Nótese que Patiño no necesitaba postular a la presidencia de Bolivia porque podía controlar a cualquier candidato que fuera electo, y financiaba la oposición a todo gobierno contrario a sus intereses. Claure anuncia públicamente sus diálogos con los candidatos a presidente copiando la estrategia de Patiño, mientras financia “por encargo” a un profesor de Harvard para la elaboración de un “programa económico” (que seguramente estipulará la entrega del litio) para que sea aplicado por el nuevo gobierno.
Es necesario recordar a Claure cuánto ha cambiado la política boliviana en un siglo. No en vano Augusto Céspedes escribía como obituario de Patiño en 1947, un fragmento en el que imaginaba al diablo abriendo el féretro por debajo para invitar al magnate a seguir extrayendo mineral de las entrañas de la tierra a su lado; para que cinco años después la Revolución Nacional expropiara las minas de la Patiño Mines.
Al recordar las luchas sociales por la recuperación de los recursos estratégicos en los últimos 100 años, tendremos claro que Bolivia ya no está en venta. Marcelo Claure y su parodia de Patiño serán simplemente otra olvidable secuela de Netflix para un viejo clásico del terror criollo.
Por: Juan José Bedregal (analista económico)