Pezeshkian , reformista, cirujano cardiaco de 69 años con un 53,6% de los votos, salió vencedor, convirtiéndose en el nuevo presidente de Irán, el que deberá continuar con las acciones de la política exterior e internacional de su país.
Después del martirio del presidente de Irán, Ebrahim Raisi, “El mártir del Eje de la Resistencia”, el pasado 20 de mayo de esta gestión, en un inesperado accidente aéreo, en el que también cayeron mártires, su canciller, Amir Abdolahian, y su comitiva, el país persa llevó a cabo las elecciones presidenciales para elegir a un nuevo mandatario el 28 de junio, donde quedaron los candidatos Saeed Jalili y Masoud Pezeshkian para una segunda vuelta, la que se llevó a cabo, el 5 de julio.
Pezeshkian , reformista, cirujano cardiaco de 69 años con un 53,6% de los votos, salió vencedor, convirtiéndose en el nuevo presidente de Irán, el que deberá continuar con las acciones de la política exterior e internacional de su país. El ayatolá Ali Jamenei, quién a tiempo de felicitar al presidente electo, le pidió usar las capacidades internas para el progreso del país, continuando la estela del mártir Ebrahim Raisi.
Una línea incólume a las políticas injerencistas de EEUU y el régimen israelí, en especial en la defensa del derecho de Palestina a su autodeterminación y contra las masacres cometidas por el ente sionista en Gaza, así como el apoyo a las naciones que sufren los embates del imperialismo y el sionismo; pues “La política exterior de la República Islámica de Irán se basa en la negación de toda dominación o sometimiento a ésta, la salvaguarda de la independencia en todos sus aspectos, la integridad territorial del país, la defensa de los derechos de todos los musulmanes y la no alineación con las potencias dominantes, así como en las relaciones pacíficas recíprocas con los Estados no beligerantes” (Art. 152 Const. Iraní).
En ese entendido, el presidente electo de Irán, Masud Pezeshkian, debe continuar con más fortaleza su apoyo a todo el Eje de la Resistencia, sobre todo a consolidar un alto el fuego permanente y la retirada total de las fuerzas de ocupación de la Franja de Gaza, en estos momentos que el régimen sionista israelí continúa su genocidio en Gaza por 276 días consecutivos, donde han sido asesinados más de 38.500 palestinos, donde más de la mitad son niños y mujeres, llevando a la peor crisis humanitaria, hambruna, inanición, desolación a los que siguen vivos, bajo el amparo de los organismos internacionales, Europa, EEUU y sus lacayos.
En tal sentido, seguir con la política de Resistencia ante Tel Aviv y Washington, que ante su fracaso extiende sus ataques hacia países como el Líbano, Siria, Yemen, Irak u otros actores internacionales en Medio Oriente, por ansias de poder y angurria de intereses; Pezeshkian deberá seguir apoyando, a la “Tormenta de Al-Aqsa” y al Eje de la Resistencia en Palestina.
El nuevo mandatario electo debe continuar las políticas del Estado persa, como por ejemplo priorizar la captura de los actores que directa o indirectamente participaron y apoyaron el asesinato del general Qasem Soleimani, el año 2020, y los asesinatos de los diplomáticos y personalidades científicas y académicas iraníes.
Sus tareas también deben continuar con el apoyo a la Patria Grande frente al asedio y la guerra híbrida de Washington contra Latinoamérica, especialmente contra aquellas naciones como la República Bolivariana de Venezuela, Cuba, Nicaragua, quienes se encuentran sancionadas y bloqueadas por Joe Biden y sus halcones europeos.
En suma, el rol de la República Islámica de Irán, la que tiene una tradición revolucionaria de más de 45 años en el actual escenario de hostilidades y la obsecuencia de las organizaciones internacionales a su autoritaria soberbia, debe ser uno de sus principales derroteros para el progreso económico, político y científico no solo de sí mismo sino de los pueblos libres del mundo.
La República Islámica de Irán en estos 45 años de su revolución continúa siendo un paradigma de lucha y resistencia para el mundo frente al imperialismo y al sionismo; en esa línea, las elecciones pasadas han demostrado una vez más la legitimidad de la teocracia islámica y su vocación democrática, pese a estar flanqueada por el odio desmedido de sus enemigos.