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Marco Antonio Nina Palli

“Palestina como ejemplo: el capitalismo puede destruir a cualquiera”

Las últimas semanas, el capitalismo más despiadado ha develado su verdadera cara, sin siquiera intentar disimularlo a través de los grandes medios de comunicación o fabricando un conflicto. Al final hicieron lo que quisieron ante el mundo y, en especial, de los países “democráticos” que se jactan de hablar de libertad y derechos humanos.

Recientemente, Donald Trump, con total tranquilidad e impunidad, ha afirmado: “A todos con quienes he hablado les encanta la idea de que Estados Unidos sea dueño de ese pedazo de territorio”, sugiriendo que su país debería “ser propietario” de Gaza, como si se tratara de un simple bien de inversión.

Estas declaraciones deben ser consideradas una alerta para los pueblos subalternos, más conocidos como pueblos del sur, que quedan subordinados a las estructuras de dominación impuestas por el capitalismo transnacional y su bloque hegemónico.

El caso palestino es un espejo del capitalismo más extremo, donde la acumulación de capital y poder no reconoce límites éticos ni humanitarios, y donde al parecer no resulta suficiente un genocidio para eliminar a la población palestina, por eso continúan con la destrucción sistemática de su economía, sus infraestructuras y su tejido social.

Desde la Nakba en 1948, el pueblo palestino ha sufrido un proceso de desplazamiento forzado y colonización brutal. Actualmente, la especulación inmobiliaria y el expansionismo israelí siguen consolidando un modelo de ocupación que se basa en la destrucción de hogares palestinos y su reemplazo por asentamientos ilegales. La propuesta Trumpiana de reubicar a casi dos millones de palestinos en Egipto y Jordania no es más que la continuación de un plan de limpieza étnica que se ejecuta con la autoría de EEUU y sus aliados.

Esta complicidad de las potencias occidentales en la opresión palestina no es nueva. Desde el Acuerdo de Abraham hasta los recientes bombardeos indiscriminados en Gaza, en especial contra mujeres y niños palestinos, son muestra que las decisiones políticas del occidente han priorizado los intereses económicos y estratégicos sobre los derechos humanos. La explotación de recursos, el control de rutas comerciales y la expansión territorial han sido los motores del despojo palestino, enmarcados dentro de una lógica capitalista de acumulación y deshumanización.

Del mismo modo, la prensa internacional, controlada por intereses corporativos, invisibiliza el sufrimiento palestino y criminaliza su resistencia. Los periodistas que justifican la ocupación deberían ser reubicados en las facultades de comunicación para recordarles la ética profesional que han olvidado. La normalización del genocidio palestino en los medios occidentales es un reflejo de la dominación ideológica del capitalismo global, donde la vida de los pueblos oprimidos vale menos que los intereses financieros de las élites.

Es por eso que apoyar la causa palestina ya no es solo un acto de solidaridad; es la defensa de nuestro propio territorio y soberanía. Si hoy permitimos que Estados Unidos e Israel destruyan Palestina sin consecuencias, estamos legitimando que cualquier pueblo del mundo pueda ser el próximo objetivo del capital y el imperialismo, especialmente ahora que la crisis climática se agudiza, los recursos naturales se vuelven más escasos y el control de territorios estratégicos se convierte en una prioridad para el capitalismo global.

No es una guerra. Es un genocidio.

Por: Marco Antonio Nina Palli


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