Recientemente, el presidente Arce señaló una célebre cita de Marcelo Quiroga Santa Cruz para enfatizar la necesidad de pensar en el futuro: “Los recursos naturales no renovables son el pan de hoy y el hambre de mañana”.
Esta poderosa reflexión subraya la responsabilidad de asegurar el bienestar de las futuras generaciones, adoptando una visión a largo plazo que priorice tanto la sostenibilidad como el desarrollo justo y equitativo.
En este marco, es crucial reconocer el impacto negativo de la falta de inversiones en proyectos de exploración de hidrocarburos. La carencia de una estrategia adecuada ha llevado a una dependencia creciente de la importación de combustibles, especialmente en un entorno internacional caracterizado por su alta volatilidad y desafíos económicos.
Desde 2021, la inflación global ha experimentado un aumento significativo, alcanzando su cúspide en 2022. Este fenómeno ha impulsado un incremento continuo en las tasas de interés hasta 2024, generando una amenaza real de recesión económica a escala mundial. En Bolivia, los elevados costos de bienes y el transporte han contribuido a una inflación importada que afecta severamente a los productos extranjeros.
Adicionalmente, los bloqueos a los financiamientos externos durante 2023 y 2024 han causado retrasos en proyectos esenciales para el desarrollo de la población. Este impedimento ha agravado la situación económica, con más de USD 900 millones en créditos aún bloqueados en la Asamblea Legislativa Plurinacional debido a la falta de aprobación de leyes económicas necesarias.
Frente a estos retos, el Gobierno nacional ha establecido una colaboración activa con el sector privado para abordar los problemas inflacionarios y estimular el crecimiento económico. Se han implementado acuerdos y se están evaluando medidas adicionales para contrarrestar los efectos adversos de la inflación y apoyar la estabilidad económica.
En esta línea, la promoción de la industrialización y la diversificación económica se han convertido en prioridades. Se puede apreciar que el Gobierno está trabajando para disminuir la dependencia de productos importados y fomentar la producción nacional, fortaleciendo así la resiliencia económica del país.
Iniciativas como la construcción de la planta de fertilizantes NPK en Cochabamba están marcando una diferencia significativa en el proceso de industrialización. Estos proyectos no solo contribuyen al crecimiento económico, sino que también crean oportunidades laborales y mejoran la autosuficiencia del país.
El reciente hallazgo del pozo Mayaya X1 en La Paz es otro avance prometedor. Esta nueva cuenca hidrocarburífera tiene el potencial de revitalizar el sector energético boliviano, generando beneficios económicos sustanciales y fortaleciendo la capacidad del país para gestionar sus recursos naturales de manera más efectiva.
No obstante, a pesar de estos avances, persisten preocupaciones. La balanza comercial de Bolivia mostró un superávit en mayo, reflejando una mayor exportación en comparación con las importaciones. Sin embargo, la especulación sobre el dólar sigue siendo un problema persistente, que desafía la estabilidad económica y refleja la incertidumbre en el mercado financiero.
Por lo tanto, mientras Bolivia avanza en su camino hacia una economía más resiliente y diversificada, es esencial mantener un enfoque equilibrado y consciente del futuro. La combinación de políticas sostenibles, inversión en infraestructura y colaboración entre el Gobierno y el sector privado será clave para superar los desafíos actuales y asegurar un desarrollo sólido para las generaciones futuras.
La Paz/AEP/Miguel Clares