Bolivia no puede darse el lujo de repetir errores. El país atraviesa momentos duros, con presiones económicas y sociales que no han surgido por arte de magia, sino como consecuencia directa de una Asamblea Legislativa plagada de flojos, saboteadores y oportunistas.
No trabajaron, no construyeron soluciones, y hoy muchos de ellos tienen la desvergüenza de volver a pedir el voto del pueblo. No se lo merecen.
Durante estos años, la Asamblea dejó de ser un órgano de representación nacional para convertirse en un escenario de escándalos, borracheras, peleas y shows grotescos. Legisladores que se gritan como en mercado, que se agreden físicamente, que duermen durante las sesiones, que revisan TikToks mientras el país arde. ¿Y ahora quieren volver? La respuesta debe ser clara: no.
Estos asambleístas no solo han sido flojos. Han sido irresponsables y dañinos. Rechazaron créditos necesarios para la economía, bloquearon leyes claves, sabotearon políticas públicas solo para seguir sus intereses políticos o complacer a sus jefes. Por culpa de su inacción y su capricho, Bolivia perdió millones en inversión, miles de empleos y múltiples oportunidades de desarrollo.
La ingobernabilidad que vivimos fue fabricada desde sus curules. Usaron la Asamblea como un instrumento de chantaje, no como un espacio para construir país. ¿Qué proyectos de ley recuerdan los bolivianos como verdaderamente útiles de esta gestión? Muy pocos. La mayoría de los asambleístas se dedicó a obstruir, no a legislar.
Y ahora, como si no hubieran hecho suficiente daño, muchos quieren volver a postularse. Vuelven con discursos reciclados, con promesas huecas, con alianzas oportunistas, incluso con la intención de pactar con aquellos a quienes antes acusaban de traición. No tienen vergüenza ni respeto por el pueblo. Solo hambre de poder.
El pueblo boliviano debe estar alerta. Estas elecciones no son un juego. No se trata solo de elegir presidente, se trata también de elegir a quienes harán leyes, aprobarán presupuestos, autorizarán créditos, fiscalizarán al Ejecutivo y representarán nuestras voces. Si se elige mal, el país seguirá hundido en el estancamiento que estos flojos construyeron.
Es hora de pasarles la factura. Que rindan cuentas por sus ausencias, por su falta de propuestas, por los años que cobraron sin trabajar. Que expliquen qué hicieron por su región, por su pueblo, por su país. Porque no hicieron nada. Se burlaron de la democracia, del voto, y de las necesidades más urgentes del pueblo.
Este país no necesita saboteadores con curul. Necesita gente valiente, con ideas, con convicción, con vocación de servicio. Gente que no le tema al trabajo duro ni a las decisiones difíciles. Gente que no llegue al Legislativo a calentar el asiento o a repetir el guion de su jefe político. Gente que entienda que legislar no es un privilegio, es una responsabilidad.
Bolivia no aguanta otra gestión de flojos. No más parlamentarios que hagan del Congreso un circo. No más actores de teatro político que viven del Estado para frenar el desarrollo. Quien haya saboteado al país no merece volver. Quien haya dormido en su banca, no merece otra oportunidad.
La historia se escribe con cada elección. Que esta vez la escribamos con dignidad. Y que el mensaje quede claro: que no vuelvan los flojos.
Por: Miguel Clares/