Hoy está en boga el negacionismo. Es decir, nunca ocurrieron masacres ni dictaduras en América Latina. Que Hugo Banzer en Bolivia (1971-1978) como Augusto Pinochet (1973-1990) o en su largo y oscuro momento los militares argentinos, uruguayos y brasileños —entre otros— actuaron defendiendo el orden constitucional de sus países, las leyes, y que no hubo muertos ni desaparecidos, menos cárceles y torturados.
En ciertas latitudes, la ola negadora de la verdad histórica, de la justicia y de la memoria pretende ser posicionada en el imaginario colectivo al influjo de una maquinaria mediática y la acción de sectores de ultraderecha que no solo se ufanan de su negacionismo, sino que levantan las banderas de lo que fueron las dictaduras militares y civiles. Se ha develado que tales posturas de los operadores políticos de ultraderecha, en Chile, por ejemplo, buscan, en los hechos, encubrir a quienes estuvieron vinculados al terrorismo estatal y se beneficiaron de aquellos regímenes.
“Si permitimos que el negacionismo se haga realidad en la Cámara de Diputadas y Diputados (de Chile), vayamos temiendo por nuestra vida. En el sector de la derecha hay varios familiares de torturadores y genocidas, parece que están defendiendo a sus familias (…) váyanse a la mierda con su indecencia negacionista que reivindica el golpe”, acusó, este 23 de agosto, Lorena Pizarro, diputada del Partido Comunista, a propósito de las voces de la oposición chilena de reivindicar el golpe de Pinochet, bajo el supuesto de que el Presidente del Pueblo, Salvador Allende, “quebrantó el orden constitucional”, lo que habría llevado a las Fuerzas Armadas y carabineros a arremeter —a sangre y fuego— contra el gobierno legalmente constituido de la Unidad Popular.
Ya en aquel Brasil de la “era Bolsonaro” se alzaron nuevamente las banderas que izaron los militares golpistas e instauraron la barbarie en todos los ámbitos de una sociedad que, además del gobierno de la locura, estuvo condenado a sufrir las consecuencias de la pandemia del Covid-19, que sembró la muerte entre los más humildes. Como la chilena, la derecha brasileña sostuvo sus acciones en el más burdo nacionalismo y anticomunismo, dos de las aristas del negacionismo que se campea, es cierto, no solo en América Latina, sino por todo el planeta.
Argentina está viviendo lo suyo. Afiebrada, perdida en altos niveles de temperatura, los sectores ultraconservadores y fascistoides creen haber encontrado la ficha, Javier Milei, que los lleve a la redención y los salve de su responsabilidad por la crisis económica que golpea a millones de argentinos y de los crímenes de lesa humanidad que orquestaron desde el Estado.
Pero estas versiones actuales del negacionsimo no son nuevas. Las viejas dictaduras, los viejos criminales que gobernaron nuestros países, pretendieron torcer la historia cuando no desconocerla. Un hecho que dejó en evidencia el cinismo y grosería de aquella práctica aborrecible de negar para encubrir, la expuso en marzo de 1972 el coronel Hugo Banzer Suárez, entonces gobernante de facto de Bolivia. Este, que había instalado ya un régimen de terror en el país, se muestra de cuerpo ante un pedido de extradición del conocido “carnicero de Lion”, el criminal de guerra Klaus Barbie que fuera detenido por error por las autoridades bolivianas con la identidad falsa de Klaus Altmann.
En ese momento, el presidente francés, Georges Pompidou, identificó al “carnicero”: “Seguramente usted (refiriéndose a Banzer) está enterado de la repercusión profunda que ha tenido en Francia la revelación de la identidad bajo la cual se esconde Klaus Barbie. Se trata de un criminal de guerra, torturador de numerosos franceses, entre los que se encuentra Jean Moulin, héroe de la Resistencia…El tiempo borra muchas cosas, pero no todas…”.
Aquel pedido de Francia cayó en saco roto, Banzer apelaría a los “magistrados bolivianos” para “definir el caso Altmann” y, por supuesto, encubrirlo y dejarlo en la impunidad hasta 1983 (gobierno de la Unidad Democrática y Popular), cuando por fin, el criminal de guerra sería entregado al Gobierno francés.
Hoy, también en Bolivia, hay quienes rinden tributo al criminal que encubrió a otro criminal, hay quienes añoran volver a gozar del poder en dictaduras para enriquecerse como entonces, por generaciones. Hoy por hoy, el negacionismo es la otra amenaza a las democracias en América Latina.
*Es periodista.