Nacimos y crecimos con su voz junto a Quilapayún, detrás de la Plegaria a un labrador, que cantaba: “levántate y mira la montaña, de donde vienen el cielo el sol y el agua…”. Con sus letras dibujó su realidad y soñaba el futuro.
Ese fatídico 11 de septiembre de 1973, hace ya 50 años, Víctor Jara se presentó en su lugar de trabajo, la Universidad Técnica del Estado (UTE), donde era docente. Estaba consciente de la crítica situación y seguramente como tantos militantes comunistas, miristas y socialistas esperaban ya el desenlace fatal, custodiando sus trincheras de lucha, en este caso la Escuela de Artes. Ese día tenía programada una actuación en un evento en el que se esperaba la presencia del presidente Allende, quien se iba a dirigir a la nación para anunciar un plebiscito nacional para decidir sobre la difícil contingencia que atravesaba el gobierno de la Unidad Popular (UP).
Todo cambió y aquella generación de valientes resistió guitarra en mano todo el día 11, mientras con dolor escuchaban el discurso final del Presidente mártir. La situación de angustia, tanto como la convicción de que ese era su lugar de resistencia, iba incrementándose en la Escuela de Artes y en Santiago. Las descargas de metrallas, el sobrevuelo de aviones y helicópteros, de tanques y soldados desalmados en las calles, La Moneda bombardeada y la muerte, se sentían cada vez más cerca, más intensamente cerca, hasta acribillar la Casa Central de la UTE la mañana del miércoles 12.
La universidad en los años de Allende era mucho más que la posibilidad del desarrollo profesional individual, enmarcaba los sueños de un país mejor, estaba ligada al desarrollo integral de Chile; se estaban haciendo los grandes cambios que el país necesitaba: la nacionalización del cobre, la estatización de la banca, la Reforma Agraria. Se necesitaba un nuevo tipo de profesional que comprendiera la magnitud del cambio. La UTE tenía sedes en todo el territorio y desarrollaba una gran actividad artística.
Como pocas revoluciones, la de Allende dejó una huella profunda en la cultura popular con iconos como los interpretados por los Quila, Venceremos y El pueblo unido jamás será vencido, himnos de todas las luchas populares hasta el día de hoy en el mundo. Así como toda la obra de Víctor Jara, porque la extensión del arte y la cultura eran asumidos como un rol de la universidad, línea central de la propuesta allendista. Por eso ahí trabajaron Víctor Jara, Inti-illimani, Quilapayún, Isabel Parra, Isidora Aguirre y grupos más jóvenes para esa época como Illapu, todos legendarios.
Estos grandes artistas comunistas hacían conciertos, pero también talleres con los pobladores, en las fábricas con los obreros, en los trabajos voluntarios. Era el florecimiento de la Nueva Canción en el extremo sur de la América.
La madrugada del 12 los militares irrumpieron en la Casa de Estudios, detuvieron a funcionarios y alumnos que habían protegido en unidad el recinto, y ahí en la Escuela de Artes estaba Víctor Jara. Fue brutalmente golpeado y trasladado al Estadio Chile, que hoy lleva su nombre. Ahí la tortura cruel e inhumana durante días parecía interminable y cada vez peor, aun así escribe clandestinamente la última letra de una canción que denunciaba el sanguinario golpe. El 16 finalmente es acribillado con 44 balazos; uno de los miserables que le disparó hace dos semanas cobardemente se suicidó cuando lo fueron a buscar para que cumpliera su condena en la cárcel, viejo y decrépito no vale la pena recordar el nombre del asesino.
Jorge Coulon, de Inti-illimani, entre tantos testimonios de reconocidos artistas, recuerda a Víctor como “súper, súper militante comunista”, comprometido con su pueblo: “todo por la causa”.
Fue artista en la Peña de los Parra, discípulo de otra de las grandes: Violeta Parra. Fue el director artístico del icónico conjunto Quilapayún así como de Inti Illimani y fue el más destacado director teatral de su época.
Sin duda, tanto por lo impecable de su vida y obra como por lo dramático de su muerte, es uno de los más grandes cantautores del mundo. Su creación es universal y no solo los artistas valoran sus composiciones en términos de rupturas y aporte musical. Te recuerdo Amanda fue otra de las letras que escuché de Víctor Jara. En la primera hora de los recuerdos se viene a mi mente su voz cálida que duele en el alma. Su histórico Manifiesto, canto valiente, canción nueva. Un asteroide arriba en el alto cielo lleva su nombre. Pero es desde el corazón de la gente sencilla, a la que tanto amó, desde donde el joven de origen campesino, brillante como una estrella, nos ilumina con su compromiso y su ética.
¡Grande, Víctor Jara!