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Adhemar Sandoval Osinaga en su juventud.

Adhemar Sandoval Osinaga: un historiador comprometido con su tierra

A lo largo de su vida, enfrentó la represión política, el exilio y la persecución, pero nunca abandonó su pasión por la cultura y la historia de su tierra natal. Su legado perdura en la memoria colectiva y deja una huella indeleble en la identidad vallegrandina.

Por: Gilberto Rueda Esquivel

Ha muerto Adhemar Sandoval Osinaga, uno de los historiadores más comprometidos con su región. Nacido el 13 de abril de 1945, en el hogar formado por Víctor Sandoval y Paula Osinaga, familia dedicada a las labores agrícolas en su natal Vallegrande, la provincia cabecera de los valles cruceños. Adhemar fue uno de los pocos cruceños formados en Historia por aquellas crueles casualidades de la vida.

Sandoval desde niño quería ser periodista. De padres agricultores, se educó en su pequeña ciudad natal Vallegrande hasta el bachillerato, llegando a sacar un pequeño periódico estudiantil mimeografiado en la secundaria y conducir un programa radial –Los Cumpas– en la radio Yaguarí, radioemisora pionera de los valles cruceños, fundada en 1966.

Fue un activo dirigente estudiantil de la Federación de Estudiantes de Secundaria (FES), lo que lo llevó a ser electo como secretario de gobierno de la FES vallegrandina. Como tal, denunció la precariedad de las instalaciones de las escuelas de la ciudad, especialmente después de que un muro de una escuela se viniera abajo y aplastara a un niño en 1967.

Logró comunicarse con las autoridades departamentales e incluso consiguió una entrevista con el general Barrientos, por entonces presidente electo del país, quien le prometió la refacción de todas las escuelas de la vieja ciudad vallegrandina. Sin embargo, con gran amargura descubriría aquel joven dirigente que las promesas de los políticos suelen siempre caer en el vacío.

Aquel año, el movimiento guerrillero de Ernesto Che Guevara, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que se movía por las inmediaciones de la provincia, tenía a las autoridades políticas en vilo.

vallegrandeokVallegrande en la época de la Colonia.

Las autoridades locales lo tacharon de comunista, lo acusaron de algunos crímenes menores, como el grafiteado de algunas fachadas de la ciudad que manifestaban un apoyo total al ELN, junto a los principales dirigentes de la FES. Fue apresado, rapado y obligado a marchar en paños menores por la plaza principal de su ciudad natal, por el comandante militar del batallón Pando, el coronel Andrés Selich, quien por entonces tenía su residencia en la capital vallegrandina.

A inicios de la década siguiente, con gran esfuerzo logró ingresar a la universidad pública de La Paz, la Universidad Mayor de San Andrés, donde empezó sus estudios de Derecho y a publicar sus primeras notas periodísticas en la prensa paceña, cuando el coronel Banzer, dio un golpe de Estado, en agosto de 1971. Sandoval Osinaga, que era miembro de la Juventud Comunista de Bolivia (JCB) fue nuevamente detenido, en noviembre de ese año. Andrés Selich era el nuevo ministro del Interior de Banzer y, por supuesto, quien recordaba a aquel joven revoltoso vallegrandino.

Estuvo detenido en la isla de Coati, junto con otros presos durante casi un año, cuando logró fugar, junto con otros compañeros, hacia el Perú. Luego salió hacia Cuba, donde vivió exiliado por más de diez años. Su familia soportó el dolor de la incertidumbre ante la larga ausencia.

En Cuba se formó como profesor de Historia y obtuvo también la licenciatura en esa área. Retornó a su país después de que Hernán Siles Zuazo asumiera el poder, en 1982, cuando se consolidó la democracia y volvió a su natal Vallegrande.

Llegó y se plegó por entero al movimiento cultural vallegrandino. Publicó sus primeras obras teatrales desde 1987, como El desengaño, El Tiempo heroico, Los Impostores y La Cacharpaya, esta última con la que ganó un premio a nivel departamental.

También participó en el desarrollo de las Mesas Redondas de Vallegrande, donde se discutió la problemática actual de la provincia cruceña y las posibilidades y opciones de desarrollo que tenía. Se formó la Casa de la Cultura en 1986, a partir del Centro Cultural Vallegrande, que había dirigido Pastor Aguilar Peña desde la década de los sesenta.

Adhemar no llegó a ser el periodista que alguna vez soñó pero dejó un gran legadojpgAdhemar no llegó a ser el periodista que alguna vez soñó, pero dejó un gran legado.

La Casa de la Cultura formó su primer directorio y éste elige a Adhemar Sandoval como primer director de la entidad cultural vallegrandina. Su labor en aquellos años fue organizativa, dedicada a dar forma a la principal institución cultural de la provincia.

En la década siguiente, se trasladó a la capital cruceña, donde trabajó en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno hasta su jubilación. Tuvo una breve incursión en la política al presentarse como candidato al Consejo Municipal Cruceño por el Movimiento Sin Miedo (MSM), en 1999.

Poco después publicó su trabajo La fiesta cívica de Vallegrande (2000), donde refutaba la tesis de José Luis Roca, quien sostenía que el 26 de enero de 1825 en realidad no había pasado nada en la capital vallegrandina y que el brigadier Aguilera fue apresado el 12 de febrero de ese año. Sandoval Osinaga defendió el tradicional 26 de enero vallegrandino y apeló a fuentes orales e incluso literarias para demostrar la veracidad e importancia de esa fecha para la colectividad vallegrandina.

Al centro el coronel Andrés SelichjpgAl centro, el coronel Andrés Selich.

En 2012, publicó su trabajo Vallegrande, su historia: siglos XVI – XXI, en el que, a grandes rasgos, recorre los principales hitos de la historia vallegrandina y presenta su hipótesis sobre la verdadera fecha de fundación de la ciudad virreinal de Jesús y Montesclaros de los Caballeros. Esta postura generó una senda polémica con otros investigadores regionales.

Defendió con pasión su hipótesis, alegando que la ciudad virreinal se había fundado en realidad el 18 de mayo de 1613 y que ésta debería ser la fecha recordada de fundación de la ciudad.

Con Adhemar fuimos amigos durante un buen tiempo, hasta que las diferencias en cuanto a dicha hipótesis de la fundación de nuestra ciudad natal nos distanciaron.

No me queda más que reconocer su labor y saludar la partida de un hombre de libros. Como alguna vez me dijo, hace ya bastantes años: “la vida no nos alcanzará para hacer lo que queremos, pero no hay que desfallecer en el intento”.

Adhemar no llegó a ser el periodista que alguna vez soñó, pero dejó un legado quizá más importante que hoy todos reconocemos.

AEP

 


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