Esta criatura, una amalgama entre una serpiente gigante y una entidad sobrenatural, ha sido objeto de conversación entre las comunidades que residen a lo largo de las orillas del río durante generaciones. El 30 de marzo, su posible presencia movió incluso a las autoridades municipales de Camiri, quienes acudieron al llamado de auxilio de los vecinos.
Santa Cruz, 19 de mayo de 2024 (Milenka Parisaca - AEP). – Se suele tener el prejuicio de que las historias vinculadas a elementos sobrenaturales, como las leyendas, son meramente eso: ‘leyendas’. Empero abundan relatos de personas que juran haber experimentado, en carne propia, experiencias con seres de estas narrativas.
Uno de los casos más recientes es el vivido en el río Parapetí por Yamilé Georgina Aramayo, una joven guaraní de 23 años de la comunidad Itanambikua del municipio de Camiri, departamento de Santa Cruz. Ella asegura haberse salvado del vivorón, una criatura con forma de serpiente gigante que, hasta ese día, era solo un mito.
Itanambikua es un enclave que mantiene arraigadas las tradiciones culturales guaraníes, manifestadas en su idioma, música y danzas. Ubicada en un entorno natural impresionante, esta comunidad destaca por su abundante biodiversidad y recursos naturales. Además se distingue por su sólida organización comunitaria, donde la cooperación y el trabajo en equipo son fundamentales para abordar desafíos y tomar decisiones importantes. Otra de sus características distintivas son las fascinantes historias que se entrelazan en torno a este lugar sorprendente.
El río Parapetí es un tesoro vital que engalana esta y otras comunidades campesinas, indígenas y urbanas a lo largo de su curso. Para explorar sus orígenes, hay que adentrarse en los intrincados senderos montañosos que nutren sus aguas. Aunque surge en el municipio de Azurduy, en Chuquisaca, su cauce se fortalece en Monteagudo, donde los afluentes del Cantón Fernández lo alimentan, y luego atraviesa San Pablo de Huacareta, Villa Vaca Guzmán, Camiri y finalmente llega al territorio indígena de Charagua Iyambae, donde se fusiona con otros cuerpos de agua para dar forma a los bañados de Izozog en Santa Cruz.
Lugareños cuentan que, en las profundidades de este río, que serpentea majestuosamente a través del corazón del chaco boliviano, yace un enigma que ha intrigado a generaciones enteras: el legendario vivorón. Esta criatura, parte serpiente gigante, parte entidad sobrenatural, dicen que ha sido tema de conversación entre las comunidades que habitan a lo largo de las orillas del Parapetí durante siglos.
La pesadilla cobra vida
El 30 de marzo, la fantasía cobró vida. La joven guaraní Yamilé Georgina Aramayo experimentó una pesadilla cuando el enorme animal, similar a una anaconda la atrapó a orillas del río, intentando devorarla. O al menos eso es lo que perjura ella.
Según los relatos recopilados por el Gobierno Autónomo Municipal de Camiri, el incidente tuvo lugar entre las 16.30 y las 17.00. Yamilé se dirigió al río, como solía hacer regularmente, para lavar su ropa y la de sus pequeños hijos. Mientras se encontraba en las profundidades, cerca de la orilla, de repente sintió el abrazo de una enorme criatura, similar a un reptil.
Por suerte, uno de sus brazos quedó libre, con el que luchó por liberarse de la presión de este ser, cuya cabeza la describe parecida en tamaño a la de un burro y con el cuerpo de color oscuro. A pesar de su valiente lucha, se dio cuenta de que sus fuerzas no eran suficientes y de inmediato pidió auxilio.
Los gritos desesperados resonaron en los oídos de los residentes locales, especialmente en las tías de Yamilé, que se encontraban cerca del río y llegaron justo a tiempo. Al percatarse de que la joven estaba siendo arrastrada hacia un peligroso hoyo, lucharon con todas sus fuerzas para impedir que se convirtiera en otra víctima de la temida criatura que quién sabe desde qué tiempos habita en el Parapetí. No por nada esas aguas también son conocidas como el “río de la muerte”, tal vez porque otras víctimas no corrieron con la misma suerte de la joven guaraní y sucumbieron al voraz apetito de la bestia. Así lo cree el mburubicha (líder en guaraní) de Itananvikua, Julio Flores, quien creció escuchando las historias de sus abuelos sobre el vivorón y se ha convertido en un conocedor de los misterios que rodean a esta criatura. Por ello, las autoridades de Camiri recurrieron a él para obtener más información sobre el suceso.
Edelmira y Erlinda Fernández, dos hermanas vecinas de Yamilé, se encontraban lavando sus prendas en el río cuando presenciaron, por separado, el momento en que su vecina agitaba una mano y emergía a la superficie por al menos tres veces. Conociendo las habilidades de Yamilé para nadar, no le dieron importancia y ni siquiera se les cruzó por la mente la posibilidad de que la joven estuviera siendo presa de emblemático vivorón.
Con visible conmoción, Yamilé compartió con el personal de la unidad de Comunicación del municipio de Camiri los momentos de angustia que vivió aquel día. Con el rostro bañado en lágrimas, relató cómo escuchó la voz de su pequeño hijo suplicándole: “mami, mami, no nos dejes”. Aunque luchó con todas sus fuerzas por seguir adelante, finalmente, abrumada por la pena, aceptó con dolor su destino y perdió el conocimiento.
A pesar de haber sido, quien sabe, una de las pocas víctimas que se salvó del vivorón, Yamilé no olvida esos duros momentos que experimentó en el río Parapetí. La angustia la invade, no puede comer y menos dormir. Autoridades del municipio le brindan ayuda psicológica para que logre superar esa dura experiencia que parece una historia de ficción.
La psicóloga del municipio de Camiri, Nubia Blanco, informó que debido al susto Yamilé experimenta episodios de fiebre. Durante sus conversaciones, la joven le cuenta que ha buscado ayuda de una mujer respetada en la comunidad por su conocimiento ancestral. La persona de la tercera edad la asiste con rituales destinados a que su alma regrese a su cuerpo.
Según la creencia compartida por los guaraníes y otros pueblos de las tierras altas, cuando alguien sufre un gran susto, especialmente si es víctima de una criatura inimaginable, puede perder su ajayu o energía vital. Si este ajayu no se recupera a tiempo, de acuerdo con lo que los ancianos dicen, podría incluso causar la muerte.
El mburubicha de Itananvikua ha señalado que varios niños y jóvenes de la comunidad han desaparecido de manera misteriosa en el río, a pesar de ser expertos nadadores. Esta situación ha llevado al líder de la comunidad a considerar como plausible la presencia del vivorón y su posible responsabilidad en estas desapariciones.
Después de tantas leyendas sobre el vivorón, esta historia demuestra que muchas de las narraciones contadas por autores de libros acerca de criaturas mágicas no son simples invenciones de la imaginación. Podría interpretarse que la naturaleza está reaccionando ante la contaminación y la destrucción del medioambiente, lo que hace que criaturas ocultas en las profundidades salgan a la superficie en busca de saciar su pleno derecho a algún alimento. Yamilé, en este sentido, es una prueba sobreviviente de ello. ¿No es así?