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Gladys Moreno, la aguerrida voz que unió a Bolivia

La biografía de una de las cantantes más importantes del país pertenece a la colección Biblioteca Biográfica: Rumbo al Bicentenario, que impulsa la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FC-BCB).

La Paz, 10 de marzo de 2024 (AEP). – Un 28 de noviembre de 1933, en Santa Cruz de la Sierra nace una de las voces que cambió la historia musical del país con su canto, Gladys Moreno Cuéllar. En ese entonces, Bolivia era gobernada por Daniel Salamanca, mientras que la Guerra del Chaco acechaba al país. Como presagio de ese suceso, su voz se inmortalizaría con la cueca Infierno verde, una de las canciones emblemáticas de ese periodo nefasto de la historia del país.

A 91 años, en la ciudad natal de la también llamada ‘Embajadora de la Canción Boliviana’ se presentó hace poco su biografía que cuenta los momentos más emblemáticos de su vida. La noche estuvo amenizada por una de sus sucesoras, Guísela Santa Cruz, quien también cuenta en el libro titulado El alma del canto boliviano, biografía de Gladys Moreno algunas enseñanzas que le dejó su mentora.

El público cruceño acudió de forma masiva a esa actividad, las generaciones convivían y disfrutaban el momento. La música borró toda brecha, más al contrario, unió a varios corazones. Los invitados recordaron aquellos viejos momentos, épocas y tiempos distintos a este.

Mientras la noche avanzaba, las palabras escritas en el libro parecían cobrar vida y llevaban a todos los asistentes hacia aquellos momentos en los que se empezaba a escribir la historia musical del país.

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Niña traviesa

Entre aquella multitud que aguardaba por la presentación del libro se encontraba la única hija de la cantante, Ana Carola Tomelic. Mientras ella observaba el cándido rostro de su madre, en las fotografías y pinturas expuestas en la Sala Chiquitano, varias personas se acercaban a conversar y expresar el respeto hacia su madre.

“La infancia de Moreno transcurrió en un torbellino de travesuras y visitas al campo. Uno de los momentos más felices era las vacaciones escolares. Su tío Germán Moreno Suárez enviaba un camión que recogía poco a poco, a los 45 primos de la familia y los recibía en Patujú, la hacienda que tenía cerca de Montero”, cuenta el autor de la biografía, Javier Méndez Vedia.

La pequeña, en su afán desafiante y rebelde, trepaba los techos de su casa mientras jugaba tuja (juego que consiste en esconderse). Años después, a ello se atribuiría la forma curva de su brazo derecho, por las constantes fracturas que sufría al saltar de las alturas de los árboles. 

Esa rebeldía prematura e imponente carácter más tarde sería fundamental para formar su carrera artística. Amigos y colegas cuentan que la marcada personalidad de Moreno no permitía falta de respeto ni para sus músicos, ni el público.

“Tenía sus normas. No permitía que nadie conversara. Cuando alguien estaba interrumpiendo su interpretación, se paraba a mitad de la canción. Decía: bueno, la gente aquella no ha venido a escucharme. Me voy a callar para que ellos conversen más fuerte”, recordó el cantante Renán Vargas (1945-2018).

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La música, una forma de protesta

Era 1957, Hernán Siles Zuazo gobernaba el país, el panorama posrevolucionario implicó cambios drásticos en su gobierno. El descontento de los obreros liderados por Juan Lechín Oquendo y todo su séquito acrecentó la formación de organizaciones sociales en todo el país. En Santa Cruz ese año marcó el inicio de las luchas cívicas, era un pueblo que buscaba su desarrollo económico y social. Las protestas tomaron las letras de las canciones como el conocido taquirari cuyas composiciones versaban sobre la lucha del agua potable. Gladys Moreno también fue parte de esa lucha.

“Agua potable, hemos pedido para pavimento y luz. Once por ciento se ha conseguido para Santa Cruz”, dice un taquirari que rememora el pedido de desarrollo de la sociedad cruceña. 

Dos años antes de esa vehemente solicitud (1955), la cantante grabó el álbum Cuatro melodías eternas en la voz de Gladys Moreno, en Discos Méndez. Para 1957, la situación política y social se había complicado, hubo enfrentamientos, se instaló el Estado de Sitio en Santa Cruz.

Gladys Moreno brindó su apoyo y esfuerzo para conseguir lo que demandaba la población. “Otra vez volvió a los techos, esta vez no como niña, sino como veinteañera comprometida a la causa. Desde esas alturas, pasaba algunas cananas o esterillas con municiones a quienes estaban perseguidos. También les daba comida y alguna palabra de aliento. Era aguerrida y líder por naturaleza”, se lee en la biografía de la cantante escrita por Vedia.

Un final tranquilo

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Voz/alma/paúro/Medio corazón arrancado de Santa Cruz se fue contigo/En tu casa de la Murillo los pájaros de la memoria te seguirán visitando. (Poema de Emilio Martínez)

La noche del jueves 3 de febrero de 2005 salió temprano a recoger su pensión vitalicia, después a la peluquería, le gustaba arreglar su cabello, llamó a su hija para ir de compras, llegó a su casa, bebió una taza de café y se acostó, porque se sentía fatigada.

El trabajo retuvo a su hija, Ana Carola, quien recibió una llamada de su padre, le comunicaba que su mamá no estaba bien. Cuando llegó su madre ya había fallecido.

A pesar del tiempo, ese que nunca da tregua, la voz de Gladys Moreno continúa siendo escuchada por todas las generaciones. Su voz no sólo se convirtió en un ícono de la música oriental del país, sino que unió al país al interpretar, de forma magistral, cuecas y taquiraris.

La presentación del texto que retrata la vida de Gladys Moreno culminó con las palabras del presidente de la FC-BCB, Luis Oporto Ordóñez, quien recordó que la cantante inició muy joven su carrera artística, además de los logros que consiguió dentro y fuera del país.

“Yo tenía en mi casa, en las minas de siglo XX, un disco de Gladys Moreno, era uno de 78 revoluciones. Era muy conocida en las minas, se apreciaba su voz e interpretación musical, por ello se la nombró la ‘Embajadora de la Canción Boliviana’, muy pocas mujeres lograron alcanzar esos logros”, destacó.

Una ola de aplausos inundó la sala al escuchar a Guísela Santa Cruz junto a la voz de Gladys Moreno. Ese momento quedó guardado en la memoria de los presentes, quizá como esos misterios del corazón, los que no se pueden descifrar, pero son los que a veces nos hacen reír y otras llorar. Bien lo dice el taquirari: “porque hay en ella la gloria de amar y amar también es sufrir”.


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