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Bolivia en la Feria del Libro de Cuba

La destacada participación del Estado Plurinacional en la Feria del Libro de La Habana se caracterizó por la presentación de obras que subrayan la relevancia de la cultura y la música en la historia de Bolivia. Entre ellas se encuentran las biografías de dos prominentes figuras femeninas de las melodías bolivianas: Encarnación Lazarte y Gladys Moreno.

La Paz, 10 de marzo de 2024 (AEP). – En Cuba se miran las cosas de otra manera. Es la sociedad del ideal de justicia social que hace aguas. A los cubanos les han quitado la posibilidad de relacionarse abierta y libremente con el mundo y eso ha derivado en una serie de carencias, de limitaciones que no se esconden… Sin embargo, la decisión de EEUU de bloquear la Isla no ha logrado vencer al gobierno castrista y tampoco quitarles la sonrisa a los cubanos. Aunque no quiero caer en la romantización del sufrimiento de ningún pueblo, es evidente que cuando se llega a Cuba el primer calor que se siente es el de su gente…

Fidel Castro dijo que la cultura era “un derecho del pueblo”. Desde la Revolución, en 1959, los cubanos se propusieron ligar la educación y la cultura. Sostuvieron que la cultura es el único camino para la supervivencia de la Revolución y la liberación de la gente. Cuánta razón tuvieron. Desde entonces, la cultura está en el primer orden de necesidades. “Estamos sufriendo falta de combustible, pero no podemos dejar que la gente no tenga la Feria del Libro. Si la gente está sufriendo por las carencias que provoca la falta de gasolina, ¿cómo podemos dejarla también sin cultura? De ninguna manera”, dijo un alto funcionario del Gobierno cubano en su alocución en la trigésima segunda Feria del Libro, que se desarrolló del 15 al 24 de febrero de este año.

Bolivia participó en esta versión de la feria con una delegación conformada por el Ministerio de Culturas, la Editorial del Estado y la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FC-BCB). Se expuso la producción de la Editorial del Estado y las últimas publicaciones de la Fundación Cultural. Presentamos las últimas entregas de la Colección Biográfica para el Bicentenario, comenzando con la biografía de Encarnación Lazarte, más conocida como ‘Mamá Encarna’, se trata de un texto sobre la vida de una campesina boliviana en situación de pobreza que, pese a ello, hizo una enorme contribución musical.

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Lazarte nació antes de la Revolución del 52 en las tierras de unos gamonales. El libro, escrito por Tania Suárez Sánchez, cuenta que cada que los animales tenían cría, la mitad de los nacidos se entregaban al patrón. Lo mismo pasaba con los frutos que producían en las pequeñas parcelas. Accedían a ellos pagando con su mano de obra. “Mi mamá y mi papá trabajaban todo el día en las tierras del patrón y nuestra pacerla la trabajaban en la noche”, recuerda.

Encarnación es una cantante y compositora de coplas quechuas. Fue la primera mujer indígena en nuestro país en grabar discos en su idioma. En la década de los 60 y 70, su fama en los valles y el altiplano boliviano la llevaron a hacer largas giras y grabar más de una treintena de discos. La musicalidad, belleza y picardía de sus versos destruye el mito de que no puede componerse gran poesía en lenguas nativas.

Cuando Lazarte estaba en auge, se reprodujo la larga historia de la explotación de los indios. Las regalías no eran para ella sino para la disquera. También el machismo estructural, obstáculo indefectible para las mujeres, se manifestó. Lazarte cuenta que a su padre no le gustaba que cante, pues no consideraba que era algo que debían hacer las mujeres, así que tuvo que ser su madre y sus hermanas las que la acompañaran a los festivales de otras comunidades, donde ella cantaba. Encarnación copleaba con otras mujeres que fueron quedándose en el camino porque, una vez casadas, sus maridos no las dejaban cantar. Lazarte tardó mucho en casarse, precisamente porque temía que le pasara lo mismo que a sus compañeras.

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Las letras de sus coplas acompañan el calendario agrícola: para el carnaval se agradece la cosecha; para mayo y agosto, se canta a la fertilidad. Encarnación es uno de los mayores exponentes femeninos de la música boliviana. El cochabambino Franklin Anaya, fundador del famoso Instituto Laredo, sentenció una vez que es la artista más importante de Cochabamba. Sus coplas se escuchan en los valles cochabambinos, chuquisaqueños, tarijeños y hasta en las tierras altas. Pese a todo esto, ella nunca pudo vivir de su música y hasta hoy depende de lo que produce en el campo.

Gladys Moreno

La Fundación del BCB presentó también la biografía de Gladys Moreno, ‘La embajadora de la canción’, escrita por el periodista Javier Méndez Vedia. Moreno nació en Santa Cruz cuando esta ciudad tenía cerca de 30 mil habitantes y era muy diferente de la próspera y poblada urbe que es hoy.

Comenzó a cantar a los 13 años en las misas; pronto saltó a la radio, donde un productor paceño la escuchó y no dudó en que su voz la encaminaría al éxito… Grabó en el exterior muy rápidamente, pero antes tuvo que aplacar el machismo de la sociedad, que no veía con los mejores ojos que una jovencita fuera el centro de atención o que viajara sola. Por suerte, y de forma simétrica a lo ocurrido con Encarnación Lazarte, contó con el apoyo irrestricto de su madre y hermana, que la acompañaban a todos sus viajes y presentaciones.

La voz de Gladys Moreno tenía la particularidad de llegar a tonalidades distintas en una sola palabra. El gran músico Piraí Vaca, que dedicó mucho tiempo a estudiar esta voz, dijo que “con ella (Moreno) era capaz de hacer todo”. La propia Gladys, en cambio, opinaba que tenía una “voz analfabeta”. Quizás sí lo era, en términos académicos, ya que no sabía leer una partitura ni estudió las técnicas de manejo de la voz. “Simplemente se comía las palabras, las masticaba” y salían canciones. A varios de sus productores extranjeros les parecía increíble la claridad de su canto y más increíble aún que no fuera el resultado de escuela alguna.

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Moreno tardó en casarse, al igual que Lazarte. A pesar de las enormes distancias sociales, económicas y culturales que existían entre ambas, sufrieron en común las injusticias sociales que oprimen a las mujeres. Gladys sabía que casarse significaría o podría significar la necesidad de abandonar su gran pasión, que era la música. Estos temores se hicieron realidad, aunque inicialmente no por restricciones maritales directas. Gladys había perdido varios embarazos. Le dijeron que la forma de conservar un bebé en el vientre era permanecer en cama los nueve meses de gestación. Lo hizo y así llegó al mundo Ana Carola, su única y amada hija.

Luego del nacimiento de la niña, surgió la posibilidad de una primera gira en el extranjero y ahí intervino el machismo directamente. El marido se opuso: “tenemos una hija que nos costó mucho tener”, le dijo. Ella se quedó. Optó por la familia sobre la música, sostiene el libro.  Sin embargo, nunca dejó completamente de cantar.

Gladys Moreno interpretó música tradicional cruceña, que no necesariamente compuso. En cambio, se ocupó de revisar cada una de las canciones que interpretaría. “Si no me llega al alma, no la cantaré”, decía. Ese fue el secreto de su arte. Así, sus canciones se convirtieron en emblemas de la música cruceña y boliviana. Sin saberlo quizás, Moreno tejió uno de esos puentes que sólo puede montar el arte sobre el clivaje “colla-camba”.

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Por la profesión de su padre, que era militar, vivió y creció parte de su juventud en La Paz, y a esta ciudad le dedicó muchas de sus obras. Vivir en la sede de gobierno le dio una perspectiva más integral del país y esto se reflejó en su arte. Gladys le dedicó melodías prácticamente a todos los rincones de Bolivia, aunque para ella “el alma de Santa Cruz está en estas canciones”, quizás sabiendo que estaba contribuyendo a construir la identidad cruceña de hoy.


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